La apuesta de CFE Fibra E por la red que México requiere

El fallo en una línea de interconexión que afectó a 2.3 millones de usuarios en la península de Yucatán a finales de septiembre dejó una moraleja contundente: México no solo necesita generar más electricidad; necesita, sobre todo, transmitirla mejor.

En el discurso del nearshoring —con parques industriales hambrientos de megawatts—, la red nacional opera con márgenes estrechos y cuellos de botella que encarecen el servicio y elevan el riesgo operativo. En ese tablero, CFE Fibra E emerge como una pieza financiera para acelerar inversiones en la “carretera eléctrica” sin perder la rectoría estatal.

La demanda máxima del SEN alcanzó 54.5 GW en 2023 y seguirá creciendo a tasas de 2.4–2.9% anual bajo los escenarios oficiales. En años previos ya se emitieron alertas por capacidad insuficiente; si la inversión no se acelera, el déficit hacia 2030 podría superar los 48,000 GWh.

En paralelo, la matriz depende en torno a 60% del gas natural —gran parte importado desde Texas—, con vulnerabilidades expuestas por la helada de 2021.

Todo esto ocurre mientras el nearshoring concentra carga en el Noreste y el Bajío, mientras regiones como Yucatán enfrentan costos más altos por falta de enlaces robustos.

Fibra E es un vehículo de inversión en infraestructura que canaliza capital institucional hacia activos maduros con flujos relativamente estables. En transmisión, la propiedad y operación de la RNT siguen siendo de CFE, pero la Fibra E de CFE permite apalancar recursos de terceros sobre ingresos regulados, sin ceder el control de la red.

La reforma constitucional de 2024 reforzó la “prevalencia estatal”: CFE debe participar en al menos 54% de la generación, y la política pública admite esquemas indirectos de financiamiento para la red —como la propia Fibra—, indispensables para cerrar la brecha de capital.

El Plan Nacional de Energía y el Plan México, con horizonte 2030, fijan metas para añadir 13 GW públicos y habilitar 6.4–9.55 GW limpios privados, además de 59 proyectos para fortalecer la red (86 subestaciones nuevas y 63 ampliaciones).

El 11 de septiembre de 2025, CFE Fibra E colocó 725 millones de dólares en bonos internacionales con vencimiento en el 2040 y cupón de 5.875por ciento. Con esos recursos buscará aumentar su participación en el Fideicomiso Promovido F/80758 (propietario de la RNT), hoy en 6.77%, con el objetivo de elevar su exposición a los ingresos.

Es la primera emisión de deuda de la Fibra E y deja la razón deuda/activos estimada entre 30 y 35%, esto es un nivel manejable para un vehículo de infraestructura.

De entrada, el efecto será mixto: crecerán los ingresos por la mayor participación, pero también la carga por intereses, mientras las inversiones en la red comienzan a compensar el flujo neto del Fideicomiso Promovido.

Los flujos de transmisión se basan en ingresos regulados. Ello se alinea con la vocación de pago estable al tenedor y con una distribución trimestral mínima que ubica un dividendo anualizado cercano a 10.3 por ciento.

A ello se suma una necesidad evidente: la red requiere más de 6,000 km de líneas y más de 500 obras en subestaciones hacia 2030; el inventario de proyectos existe y es urgente, lo que eleva la visibilidad de la cartera futura.

La estructura de la Fibra ayuda a sostener distribuciones mínimas mientras madura la inversión. El punto de inflexión proyectado para la segunda mitad del plan 2025–2030, si se cumple, validaría la tesis de crecimiento de distribuciones.

Con todo, el cronograma de obras y la disciplina regulatoria serán tan determinantes como el costo financiero.

Con este plan (6,000+ km, 275 nuevas líneas y 524 subestaciones), se reducirían pérdidas técnicas, habría menos interrupciones y menor uso de respaldo caro (diésel, combustóleo) en zonas deficitarias como la península de Yucatán.

El caso Yucatán ilustra el costo de no invertir a tiempo: cuando la red falla, el sistema recurre a generación local más cara y el usuario final paga con tarifas implícitas (vía subsidios) o con apagones.

La Fibra E de CFE no es una bala de plata, pero sí un mecanismo realista para inyectar capital a la transmisión sin desmontar la rectoría estatal.

Tras episodios como el de Yucatán, el “costo de no hacer” quedó claro. Hacer bien implica ejecutar obras con calendario, evitar subejercicios, medir resultados y asegurar que cada peso de deuda se traduzca en confiabilidad.

Si esta emisión inaugura una curva de financiamiento sostenida, y si el hito operativo se cumple —con ingresos y distribuciones al alza—, la Fibra E habrá probado que soberanía energética y eficiencia económica no son objetivos incompatibles. En un país donde la electricidad condiciona la inversión, ése sería el cambio que cuenta.

Fibra E es un vehículo de inversión en infraestructura que canaliza capital institucional hacia activos maduros con flujos relativamente estables. En transmisión, la propiedad y operación de la RNT siguen siendo de CFE

Cortesía de El Economista



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