La capacidad de atención a daño renal está al límite; se debe duplicar infraestructura: Vantive

Ante la epidemia silenciosa que representa el daño renal crónico en México, impulsada por diabetes e hipertensión, las empresas especializadas en terapias de reemplazo renal enfrentan un desafío monumental: el crecimiento exponencial de pacientes que así como va sobrepasará la capacidad instalada.

FERIA DE SAN FRANCISCO

Larry Vasco, director general de Vantive para México y Centroamérica —la nueva compañía escindida de Baxter el año pasado, enfocada en soluciones para la salud renal y otros órganos vitales—, nos comparte una visión alarmante pero realista. Con tres plantas en México (Tijuana, Atlacomulco y Cuernavaca) y un centro de tecnología en Guadalajara, Vantive atiende a unos 35,000 pacientes en el país, pero sus instalaciones están cerca del límite.

Si el gobierno actual logra expandir la cobertura como lo ha prometido a través del IMSS Bienestar, simplemente no se darán abasto. Y es que, para cubrir la demanda real, se requeriría duplicar la capacidad actual, un esfuerzo que aplauden si involucra a más jugadores del sector privado.

Se estima que México cuenta con unos 100,000 pacientes que requieren tratamiento renal, de los cuales el 85% padecen diabetes o hipertensión como precursores. Vantive cubre con sus máquinas de diálisis peritoneal unos 35,000, que incluyendo Centroamérica sube a 45,000 pacientes en la región, que es la tercera operación más grande de la empresa a nivel global, solo detrás de Estados Unidos y China. Sin embargo, el ritmo de crecimiento en los últimos cinco años ha sido exponencial, porque ahora se identifican mejor a los pacientes en riesgo. “No es que aparecieron de la noche a la mañana, pero no los habíamos identificado”, explica Vasco. El diagnóstico temprano es un avance, pero sin acciones preventivas, sólo acelera la saturación del sistema.

El problema radica en que México está rezagado en procesos básicos. Tras el diagnóstico, un paciente puede esperar hasta tres meses para obtener un acceso vascular como catéter o fístula, esencial para la diálisis. En contraste, en países como Colombia o Ecuador, esto se resuelve en horas o días. Aquí, la implementación de catéteres apenas alcanza 50%, versus el 85% en Centro y Sudamérica. Ese rezago no solo eleva riesgos —como infecciones o complicaciones cardiovasculares—, sino que fomenta el abandono: pacientes desisten por miedo, influenciados por comentarios negativos o la percepción de que la diálisis equivale a sentencia de muerte. “Pasan meses perdiendo tiempo valioso, y muchos deciden no entrar a terapia”, lamenta Vasco.

La supervivencia es otro talón de Aquiles. En México, los pacientes en diálisis duran menos que en otras latitudes —a menudo menos de cinco años—, comparado con promedios de 10 a 15 años en sistemas más avanzados. Factores como la falta de adherencia, educación insuficiente y ausencia de programas de prediálisis agravan la situación. En Colombia, por ejemplo, se monitorea a 80,000-90,000 pacientes en riesgo con chequeos regulares, psicología y nutrición, previniendo la progresión. Algunos incluso evitan la diálisis por completo al cambiar hábitos tras un diagnóstico temprano. “Tenemos pacientes que llevan 14 o 15 años en prediálisis sin necesitar terapia, porque tomaron medidas”, destaca Vasco. En México, tales programas de prevención son inexistentes, y la mala implementación castiga en lugar de corregir.

El actual gobierno muestra aparente disposición de cubrir el daño renal a no derechohabientes a través de IMSS Bienestar, pero ello implica elevar significativamente la inversión en salud, ya que esta enfermedad está entre las tres de mayor costo, junto al cáncer y las cardiovasculares. Sería un paso positivo cubrir a no asegurados, pero Vasco advierte: “La intención es buena, pero la implementación gradual es clave; faltan especialistas y clínicas”. En hemodiálisis, que representa el 65% de los tratamientos en México (versus diálisis peritoneal), la subrogación a clínicas privadas es común, pero incentivos al revés distorsionan las decisiones técnicas.

Vantive no busca solo crecer; su misión es extender vidas. Anunciaron una inversión global de 1,000 millones de dólares post-escisión, y en México planean 70 millones para expandir la planta de Cuernavaca y mejorar distribución —recorren 500,000 km mensuales entregando suministros, lo que en distancia equivale ir a la Luna cada mes.

6,000 máquinas colocadas podrían monitorear pacientes, pero no

Un punto relevante es que Vantive tiene tecnologías como el monitoreo remoto inalámbrico, ya usadas en Colombia y Guatemala, lo cual es algo muy provechoso para la salud del paciente, pues permiten ajustar prescripciones en tiempo real sin costos extra, pero en México debido a los contratos burocráticos las desaprovechan en 6,000 máquinas que tienen colocadas. Por otro lado, tienen filtros avanzados en hemodiálisis que reducen la mortalidad en 40% y mejoran la calidad de vida, disponibles limitadamente en el ISSSTE.

Ante la saturación inminente, Vasco aplaude la entrada de competidores como la empresa Creamedic (de Grupo CIE) , con su prototipo que está instalando en Aguascalientes para el IMSS. “Es necesario; si el gobierno apuesta por tratar a todos, debemos duplicar la capacidad”. Dijo que no se trata de elegir entre hemodiálisis o peritoneal —ambas se complementan—, sino de educar para que el paciente elija la mejor. La colaboración público-privada es esencial: modelos probados en otras geografías pueden adaptarse sin erogaciones extras, enfocados en prevención para frenar nuevos casos.

OBRAS DE INFRAESTRUCTURA HIDALGO

Cortesía de El Economista



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