
Ojalá los anuncios, promesas y compromisos de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México se hagan realidad. Ojalá nuestra ciudad no sea “la Capital de la Transformación”, de todo lo Bueno… sólo en los coloridos anuncios publicitarios con que, en vísperas del primer Informe, el gobierno local ha saturado paradas de autobuses, metrobús y estaciones del Metro; todos con la imagen de una polifacética Brugada en primer plano, todos con la afirmación de algún logro espectacular ¡en un año! Ojalá la Realidad no se contraponga al discurso que traza un “camino seguro” hacia una ciudad idílica. Ojalá alguna vez escuchemos también alguna referencia a fallas y omisiones o siquiera un reconocimiento de esos hechos que, por molestos, no se mencionan.
Ojalá la estrategia de seguridad actual fuera tan acertada como se afirma. Suponiendo, sin conceder, que “los delitos de alto impacto” se hayan reducido tanto como se dice, queda preguntar si acaso estos no incluyen las desapariciones y violaciones tumultuarias, que van en aumento. La reducción del feminicidio es importante, pero no puede hablarse de seguridad cuando siguen desapareciendo niñas, jovencitas, niños y adultos. ¿Acaso porque los gobiernos anteriores y el gobierno federal han minimizado las desapariciones, debe hacerse lo mismo aquí? Otra pregunta: ¿qué políticas públicas concretas de prevención y sanción de la violación, sobre todo si es tumultuaria, se han implementado? ¿Este gobierno planteará seriamente una reforma de la Fiscalía local? ¿o ésta seguirá revictimizando a las denunciantes?
Ojalá las metas valiosas se cumplan. Ojalá se enfrenten los problemas cotidianos. No por el bien del gobierno, por el bien de la sociedad. Por la salud de una ciudadanía cansada de lidiar con un tráfico entorpecido o paralizado (a veces por horas) por las lluvias, una marcha, un cierre de calles no anunciado, una patrulla y un camión de basura estacionados en uno o dos carriles, algún misterioso imponderable. Por la salud mental de automovilistas y peatones, saturados de ruido y tensión; por la salud integral de quienes, ante la paralización del metrobús o las fallas del Metro, caminan kilómetros bajo la lluvia o de noche.
Por la sostenibilidad de una gran Capital que no tiene el sistema de vialidades y transporte que merece gracias a autoridades negligentes que, en 25 años, han sabido ampliar y diversificar el sistema de transporte pero no coordinarlo, regularlo, mantenerlo y hacerlo eficiente y digno para todas las personas. Ojalá ahora sí se eliminen baches y socavones con trabajo duradero. Ojalá la Línea 3 se renueve en tiempo y forma, sin los retrasos de la Línea 1; ojalá la sustitución de escaleras eléctricas no siga la pauta conocida que nos deja sin ellas durante meses para ser reemplazadas por otras, “nuevas”, que al poco tiempo quedan inmóviles. No es de justicia social obligar a personas con discapacidad, cargadas de niños, años, enfermedades o bultos a subir un nivel tras otro por deficiencias del sistema.
Ojalá las promesas se evalúen en función de las prioridades ciudadanas y se responda a éstas con estrategias coordinadas y eficientes, con base en el “diálogo republicano” tan aplaudido el domingo. Desazolvar el drenaje no “luce” pero evita inundaciones; ampliarlo es urgente. Reparar las fugas de agua, más si están reportadas, debería ser prioritario en toda la ciudad. Tapar coladeras y hoyos también es dar seguridad. Acompañar la “regulación” con supervisión sería un gran logro: como hoy nadie supervisa ni hace cumplir las normas, los autobuses concesionados contaminan, sus choferes rebasan la velocidad máxima, maltratan al pasaje; autos, (moto) ciclistas, patrullas… se pasan el alto, van en sentido contrario, dan vueltas prohibidas.
Comparado con la “Transformación” utopista, esto puede parecer menor. Lo cierto es que la vida cotidiana es para muchos cada vez más insoportable.
Una ciudad habitable es una ciudad segura, ordenada, sana, amigable.
Nuestros gobiernos no están a la altura del reto. Nosotros, la sociedad, ¿cómo vamos?
Cortesía de El Economista
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