La ciencia revela cómo el cerebro difunde cotilleos de forma estratégica sin levantar sospechas

Es posible que creas que el cotilleo es una forma banal de pasar el rato, pero según la ciencia, es mucho más complejo. Un nuevo estudio publicado en Nature Human Behaviour revela que cuando decides compartir un secreto, tu cerebro pone en marcha una red de cálculos invisibles que rivaliza con los algoritmos de las redes sociales.

Investigadores de la Universidad de Brown descubrieron que la mayoría de las personas selecciona de forma instintiva a quién contarle un rumor basándose en dos factores clave: qué tan popular es la persona que escucha y cuán alejada está del protagonista dentro de la red social.

“Este algoritmo ganador nos permite compartir información ampliamente sin que el sujeto sepa que estamos hablando de ellos”

—dijo el autor del estudio, Oriel Feldman Hall, profesor asociado de ciencias cognitivas y psicológicas en la Universidad de Brown.

Lo sorprendente no es solo que seamos capaces de hacer esto, sino que lo hagamos sin darnos cuenta. La investigación demuestra que nuestro cerebro construye una especie de mapa mental de nuestras relaciones sociales. Gracias a este mapa, evaluamos cada situación en cuestión de segundos y decidimos estratégicamente con quién compartir una información delicada.

Así se estudia el arte de la indiscreción

Para probar su teoría, los investigadores realizaron una serie de experimentos con redes sociales simuladas y reales. En una de las pruebas, presentaron a los participantes una red ficticia con nueve personas conectadas entre sí. Luego les pidieron que eligieran a quién contarle un rumor sobre uno de los personajes, sabiendo que este no debía enterarse.

Los resultados fueron claros: los participantes evitaban hacer comentarios a los amigos cercanos del protagonista, especialmente si este era popular. En cambio, preferían compartirlo con personas influyentes, pero alejadas del objetivo, lo que maximizaba el alcance y minimizaba el riesgo de ser descubiertos.

En una segunda fase, los investigadores probaron la misma lógica en una red social real: alrededor de 200 estudiantes de primer año de la Universidad de Brown. Les pidieron que identificaran amistades dentro de su residencia y luego evaluaran la probabilidad de que ciertos rumores se esparcieran entre sus conocidos.

Sorprendentemente, incluso en una red social caótica y llena de conexiones cruzadas, los estudiantes usaron los mismos principios: distancia social y popularidad.

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Compartimos cotilleos con personas populares pero alejadas del implicado, según el estudio. Fuente: iStock (Composición ERR).

Cómo el cerebro construye mapas sociales

Estos hallazgos no surgieron de la nada. La base de este comportamiento está en un proceso mental conocido como mapeo cognitivo. Según estudios previos de los mismos autores, nuestro cerebro utiliza recuerdos sociales diarios —quién vio a quién, quién habló con quién— para trazar una especie de “mapa del chisme”.

Este mapa no es consciente. No necesitas saber exactamente cuántos amigos tiene alguien ni cómo se relacionan con otros. Tu mente se encarga de hacer esas conexiones por ti, construyendo rutas posibles para que una información viaje de manera eficaz… y sin peligro.

Lo más fascinante es que estas habilidades no requieren ningún entrenamiento. Son parte de nuestra evolución como seres sociales. Saber cuándo hablar —y con quién— puede haber significado la diferencia entre la inclusión o la exclusión, entre ganar aliados o generar enemigos. En otras palabras: el cotilleo pudo haber sido una herramienta de supervivencia.

¿Es lo mismo que hacen las redes sociales?

Si este mecanismo te recuerda a cómo funcionan Facebook, TikTok o Twitter, no estás tan lejos. Los investigadores señalaron que los algoritmos de estas plataformas también usan factores como la popularidad y las conexiones entre usuarios para predecir qué contenido se volverá viral.

Cuando una publicación se comparte, el sistema calcula qué usuarios tienen más capacidad de amplificarla. Lo mismo ocurre en el cerebro humano, según la coautora del estudio, Alice Xia. Compartimos rumores con quienes tienen más poder para expandirlos, pero que están lo suficientemente alejados como para que no nos metan en problemas.

La diferencia, claro, es que nosotros lo hacemos sin ningún código informático. Son cálculos biológicos, ejecutados en segundos por nuestro cerebro social. Pero la lógica detrás es asombrosamente similar.

Cerebro
Así opera el GPS del cotilleo en tu cerebro: una red invisible que predice a quién sí y a quién no contar las cosas. Representación artística: Sora / ERR.

Un modelo computacional del cotilleo

Para entender cómo funciona esta habilidad en términos técnicos, el equipo de Brown colaboró con Matt Nassar, profesor de neurociencia. Juntos desarrollaron un modelo computacional que simula cómo el cerebro predice la trayectoria del rumor dentro de una red social.

Este modelo demostró que las personas comprimen la información observada —por ejemplo, “María toma café con Juan y luego Juan va al cine con Ana”— para construir una red simplificada. Con ese esquema, el cerebro predice si contarle algo a Pedro implicará que Laura, íntima amiga del implicado, se entere o no.

Este tipo de simulaciones no solo ayudan a entender el cotilleo, sino que también permiten estudiar cómo tomamos decisiones sociales complejas en situaciones cotidianas. Es un ejemplo de cómo el comportamiento social humano puede explicarse con modelos de ciencia cognitiva.

El rumor como una habilidad social sofisticada

Lejos de ser una simple pérdida de tiempo, el cotilleo puede verse como una manifestación de nuestra capacidad para navegar redes sociales complejas. Saber qué decir, cuándo y a quién —sin que te delaten— exige inteligencia social y memoria.

El estudio no defiende el cotilleo malicioso, pero sí revela que estas conversaciones son parte integral de cómo nos conectamos. Permiten reforzar normas, generar alianzas o simplemente entretenernos, todo mientras nuestro cerebro calcula los posibles riesgos y recompensas.

“El hecho de que nuestros cerebros inviertan tantas matemáticas mentales en mantener nuestros chismes fuera de las manos equivocadas es un testimonio del poder de los chismes y la sofisticación del cerebro humano”, dijo Feldman Hall.

Quizás la próxima vez que compartas un secreto, debas reconocer lo que realmente está ocurriendo: no estás solo contando algo… estás activando un sofisticado mecanismo mental que ha evolucionado durante miles de años.

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Nuestro cerebro usa mapas mentales para predecir cómo se moverá el cotilleo por la red social. Representación artística: Sora / ERR.

Lo que este estudio nos enseña sobre nosotros mismos

Este trabajo publicado en Nature Human Behaviour no solo nos ofrece una mirada más profunda sobre los rumores. También evidencia cómo nuestro cerebro está optimizado para manejar redes sociales mucho antes de que existieran las redes digitales.

La capacidad de cotillear estratégicamente refleja algo esencial en nuestra naturaleza: somos seres profundamente sociales, con un cerebro preparado para anticipar, predecir y conectar. Y en ese mapa invisible que todos llevamos en la cabeza, cada palabra que decimos tiene un destino calculado.

En resumen, el cotilleo no es solo una distracción. Es una ventana al funcionamiento interno de la mente humana.

Referencias

  • Xia, A., Teoh, Y.Y., Nassar, M.R. et al. Knowledge of information cascades through social networks facilitates strategic gossip. Nat Hum Behav (2025). doi: 10.1038/s41562-025-02241-2

Cortesía de Muy Interesante



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