La fascinante atmósfera de Júpiter siempre ha sido un enigma, aunque los científicos lo van resolviendo poco a poco. Sus llamativas bandas de colores, sus tormentas gigantes y su atmósfera rica en hidrógeno y helio lo convierten en un laboratorio natural para entender fenómenos planetarios complejos. Sin embargo, un reciente descubrimiento ha cambiado lo que creíamos saber sobre sus nubes. Hasta ahora, se asumía que las nubes visibles de Júpiter estaban hechas de hielo de amoníaco. Pero esta creencia se tambalea gracias a una colaboración inesperada entre astrónomos profesionales y aficionados.
El punto de inflexión en este descubrimiento surgió cuando un astrónomo amateur, Steven Hill, con equipos modestos y filtros especializados, demostró que era posible mapear la abundancia de amoníaco y la presión en las nubes superiores de Júpiter. Este trabajo, combinado con los potentes datos obtenidos del instrumento MUSE del Very Large Telescope (VLT), ha llevado a una conclusión sorprendente: las nubes de Júpiter no están hechas de amoníaco puro, sino de compuestos más complejos como el hidrosulfuro de amonio mezclado con partículas fotoquímicas.
La atmósfera de Júpiter: más compleja de lo que imaginábamos
La atmósfera de Júpiter está formada mayoritariamente por hidrógeno y helio, pero contiene trazas de gases condensables como el amoníaco, el metano y el agua. En las frías regiones superiores de su troposfera, estos gases se condensan y forman nubes. Durante décadas, se pensó que las nubes visibles estaban compuestas principalmente de cristales de hielo de amoníaco, ya que este es el compuesto que se condensa a altitudes más altas (cerca de los 0,7 bares de presión).
Sin embargo, observaciones recientes realizadas con el espectroscopio MUSE del VLT, ubicado en Chile, han revelado que las nubes más reflejantes de Júpiter no se encuentran en esta capa superior, sino a una presión de 2 a 3 bares, mucho más profunda y cálida. A estas profundidades, las temperaturas son demasiado altas para que el amoníaco forme cristales sólidos. Esto ha llevado a una nueva hipótesis: las nubes estarían formadas por hidrosulfuro de amonio (NH₄SH), una mezcla de amoníaco y azufre que se condensa a mayores presiones.
Este descubrimiento no solo contradice las hipótesis previas, sino que también subraya la importancia de los procesos fotoquímicos en la atmósfera de Júpiter. Según los investigadores, la interacción de la radiación ultravioleta del Sol con los gases atmosféricos podría estar generando compuestos adicionales, como partículas que colorean las nubes de tonos rojos y marrones.
La ciencia ciudadana como motor de cambio
El hallazgo no habría sido posible sin la participación de un grupo diverso de científicos, que incluyó tanto a profesionales como a amateurs. Steven Hill, un astrónomo aficionado con un doctorado en astrofísica, jugó un papel clave al desarrollar un método que utiliza telescopios comerciales y filtros de colores. Este enfoque permitió mapear el amoníaco en la atmósfera de Júpiter con una precisión sorprendente.
Lo notable es que este método es mucho más simple y menos costoso que los modelos radiativos complejos que se suelen emplear en los grandes observatorios. En palabras del profesor Patrick Irwin, de la Universidad de Oxford: “Estoy asombrado de que un método tan simple pueda revelar tanto sobre las nubes de Júpiter”. Esta técnica abre nuevas posibilidades para la participación de la ciencia ciudadana.
Hill y su equipo demostraron que los filtros especializados podían distinguir las señales características del amoníaco y el metano en longitudes de onda específicas. Estos datos fueron luego validados mediante simulaciones por ordenador, lo que confirmó que las nubes visibles no podían ser de hielo de amoníaco puro. En su lugar, se concluyó que estas nubes están más profundas de lo esperado, a una presión donde el amoníaco sólido no es estable.
Qué nos enseñan las nubes profundas
Otro aspecto destacado de este trabajo es cómo las nubes reflejan la dinámica interna de Júpiter. Las variaciones en la composición y la presión de las nubes están estrechamente ligadas a los movimientos de convección y los patrones climáticos globales del planeta. En regiones como la Gran Mancha Roja o los cinturones ecuatoriales, las nubes más profundas parecen estar vinculadas a corrientes ascendentes ricas en amoníaco.
Por otra parte, se han identificado pequeñas áreas donde las nubes sí contienen amoníaco puro. Estas regiones, que aparecen como manchas blancas en las imágenes de alta resolución, se encuentran en zonas de convección extremadamente intensa. Son excepciones que confirman la regla: el amoníaco puro es una rareza en las nubes visibles de Júpiter.
Más allá de Júpiter: aplicaciones en Saturno y otros gigantes gaseosos
El mismo equipo de investigadores decidió aplicar el método desarrollado por Hill al planeta Saturno. Utilizando observaciones del VLT y del Telescopio Espacial James Webb, encontraron que las nubes visibles de Saturno también están ubicadas a mayores profundidades de lo esperado. Esto sugiere que los procesos fotoquímicos responsables de las nubes de Júpiter también están presentes en Saturno, aunque con variaciones debidas a sus diferentes composiciones y temperaturas.
El caso de Saturno plantea nuevas preguntas. Por ejemplo, ¿cómo interactúan los compuestos de azufre y amoníaco en su atmósfera para formar estas nubes? ¿Qué rol juega su sistema de anillos en la dinámica atmosférica? Estas preguntas ahora pueden abordarse gracias a las técnicas de observación más accesibles desarrolladas por Hill y sus colegas.
Estas metodologías también podrían ser útiles en el futuro para estudiar exoplanetas. Los gigantes gaseosos que orbitan otras estrellas podrían tener atmósferas similares, por lo que herramientas asequibles como las diseñadas para este estudio podrían permitir a astrónomos aficionados contribuir a su caracterización. De esta forma, la ciencia ciudadana no solo impacta nuestra comprensión del Sistema Solar, sino también del universo más allá.
Referencias
- Irwin, P. G. J., Hill, S. M., Fletcher, L. N., Alexander, C., & Rogers, J. H. (2025). Clouds and ammonia in the atmospheres of Jupiter and Saturn determined from a band-depth analysis of VLT/MUSE observations. Journal of Geophysical Research: Planets. DOI: 10.1029/2024JE008622.
Cortesía de Muy Interesante
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