La conquista del Nuevo Mundo: animales como arma de colonización

Cuando se estudia la conquista del Nuevo Mundo, suele destacarse el papel de las armas de fuego, la superioridad militar europea o el impacto de las enfermedades traídas del Viejo Continente sobre las poblaciones nativas. Sin embargo, uno de los elementos más decisivos —y menos estudiados— fue el uso estratégico de ciertos animales como herramientas activas de colonización. Más allá de su utilidad logística o alimenticia, los caballos, los perros y los cerdos se convirtieron en aliados, a menudo letales, en la empresa de expansión del imperio español en América. El uso que los conquistadores hicieron de ellos revela no solo un dominio técnico de la fuerza animal, sino una mentalidad bélica y simbólica que transformó para siempre el paisaje y la cultura del continente.

El caballo: símbolo de terror y superioridad

Un animal ajeno al imaginario indígena

Los pueblos originarios de América no conocían el caballo antes de la llegada europea. La especie se había extinguido en el continente miles de años antes. Por lo tanto, la irrupción de estos animales en el campo de batalla provocó un efecto devastador, tanto físico como psicológico. Hernán Cortés y sus hombres aprovecharon esta ventaja al máximo: el caballo no solo les otorgaba movilidad y fuerza, sino también una imagen de superioridad casi sobrenatural frente a los indígenas.

Eficacia táctica y simbólica

Los jinetes españoles sabían que sus monturas generaban terror. Por eso, el uso del caballo fue también una herramienta de escenificación del poder, muchas veces teatralizado en contextos ceremoniales o durante las negociaciones. Los caballos sembraban el pánico, capaces de romper líneas defensivas y de convertir una escaramuza en una masacre.

A esto se suma el hecho de que los caballos se entrenaron cuidadosamente para la guerra. Los conquistadores los usaban tanto para cargar como para embestir, patear y pisotear. Algunos cronistas indígenas, como los nahuas, describieron con horror estos animales convertidos en armas destructivas.

Mastín
Recreación fantasiosa de un mastín. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Perros de guerra: dientes al servicio del imperio

Adiestramiento y uso en combate

Entre los elementos más espeluznantes del arsenal conquistador destaca el uso sistemático de perros adiestrados para matar. Eran verdaderos soldados entrenados para desgarrar, perseguir y despedazar. De hecho, los perros se convirtieron en armas biológicas vivientes que se utilizaban tanto en la batalla como en la administración de castigos ejemplares.

Los animales se seleccionaban por su fuerza y agresividad. Se preferían los mastines y los alanos, que fueron entrenados para obedecer órdenes específicas y atacar a los indígenas con furia. Las escenas descritas por testigos de la época, tanto europeos como nativos, muestran un uso deliberado del horror como herramienta de dominio.

Terror como estrategia

El terror canino tenía una doble función: castigar físicamente e infundir miedo de manera permanente. En muchas campañas, los conquistadores liberaron a los perros contra aquellas poblaciones que ofrecían resistencia. Bartolomé de las Casas documentó con crudeza estos hechos y criticó duramente la brutalidad del método.

Además, la ejecución pública de prisioneros utilizando perros también cumplía un objetivo pedagógico: se enviaba a las poblaciones el mensaje de que los conquistadores exigían sumisión absoluta. Así, el perro pasó a ser una figura demoníaca, símbolo de la violencia colonial, en muchas mitologías indígenas posteriores a la conquista.

Jabalí
Cerdo salvaje. Fuente: Pixabay

Cerdos: agentes involuntarios del caos

Propagación y descontrol

A diferencia del uso deliberado de caballos y perros, la introducción del cerdo tuvo consecuencias devastadoras de forma más indirecta. Los cerdos, traídos inicialmente como fuente de alimento, se multiplicaron con rapidez en los ecosistemas americanos, hasta el punto de que escaparon al control de sus dueños para formar poblaciones ferales. Esto provocó daños irreversibles en los cultivos indígenas, alteró la cadena alimentaria y destruyó las reservas agrícolas.

En varias zonas de América Central y del Caribe, los cerdos se convirtieron en una plaga asociada al avance colonizador. Allí donde llegaban los españoles, quedaban rastros de destrucción causados por estos animales, desde plantaciones arrasadas a bosques alterados.

Un arma ecológica no intencionada

Aunque no se usaron de forma directa como armas, los cerdos actuaron como agentes de perturbación ambiental. Minaron la autosuficiencia de las comunidades nativas y las forzaron a depender, en muchos casos, de la economía impuesta por los colonizadores.

Recreación ficticia de un grupo de conquistadores españoles
Recreación fantasiosa de un grupo de conquistadores. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Animales como parte del aparato ideológico

Escenografía de la dominación

Otro aspecto relevante en la conquista colonial de América concierne el uso simbólico de los animales como parte del imaginario del dominio. En las celebraciones, desfiles y actos religiosos de los nuevos centros coloniales, la presencia de caballos y perros era habitual. Representaban el orden nuevo, la civilización europea, el poder divino.

En este sentido, los animales también sirvieron como un mecanismo de evangelización violenta. Los misioneros, muchas veces acompañados de perros armados y montados a caballo, reforzaban la asociación entre la fe cristiana y la supremacía colonial. El mensaje era claro. El dios de los conquistadores era también el amo de las bestias que sembraban el terror.

Jabatos
Crías de cerdos salvajes. Fuente: Pixabay

Transformación del paisaje cultural

Los animales traídos por los conquistadores modificaron profundamente el paisaje simbólico de América. En muchos casos, los pueblos indígenas reinterpretaron estas bestias dentro de sus propios sistemas de creencias, y les asignaron un lugar entre lo sagrado y lo maligno. El caballo, por ejemplo, pasó considerarse un animal de los dioses en algunas tradiciones; en otras, era visto como una criatura del infierno. Lo mismo ocurrió con los perros, que adquirieron connotaciones malévolas u ominosas.

Una conquista animal

La conquista del Nuevo Mundo no puede entenderse únicamente como una gesta militar o una colisión entre civilizaciones. Fue también una operación biológica y simbólica en la que los animales desempeñaron un rol central como herramientas de violencia, transformación y control. Caballos, perros y cerdos no solo acompañaron al conquistador: fueron parte de su armamento, de su discurso y de su legado.

El caballo impuso el terror desde la altura; el perro encarnó la amenaza física; el cerdo sembró el caos de la desestabilización ecológica. Juntos, configuraron una zoología de la conquista que redefinió las relaciones entre humanos, animales y territorio en América.

Referencias

  • Sánchez, David, 2024. Animales de combate. Madrid: Pinolia.
Portada

Cortesía de Muy Interesante



Dejanos un comentario: