
Los antropólogos y los historiadores lo advirtieron: invocar a Quetzalcóatl para que les diera sabiduría a los ministros de la Corte no era una buena idea. Gastamos copal y ramitas de sauce inútilmente. Después de casi un mes de que en sencilla pero emotiva ceremonia, los ministros fueron consagrados a la serpiente emplumada, el milagro no parece haber ocurrido: no les dio sabiduría, no les dio conocimiento y, por el contrario, los hizo presumidos y gastalones.
Ante el incumplimiento de la promesa de Quetzalcóatl, los ministros del pueblo electos por el pueblo (fue solo diez por ciento del pueblo, pero solo los conservadores y los que nos critican se fijan en esas nimiedades) tuvieron que recurrir a contratar algunos asesores. El ministro presidente, Hugo Aguilar Ortiz, no contrató a dos o tres, o seis, como los corruptos de antes, sino 103. Inspirado por la serpiente emplumada, el ministro consideró que se le había pasado la mano y hará su primer gran recorte de personal antes de haber cumplido el mes en el encargo. Lo que los conservadores no entienden es que se trata de un programa de generación de empleo, y, por cierto, empleo bien pagado, no como los que crean los codos empresarios que siempre pichicatean. El ministro del pueblo paga sueldos de 97 mil pesos libres al mes, faltaba más.
¿Cuál es la diferencia entre una controversia constitucional y un amparo? De acuerdo con la ministra del pueblo, la verdadera ministra del pueblo, Lenia Batres, ninguna. Gracias a sus dos maestrías y dos doctorados obtenidos todos en un plazo de cinco años (y como diría el gallego, qué querían velocidad o precisión) la ministra equiparó los dos conceptos, total, se parecen mucho: en ambos hay un quejoso y en los dos es el Gobierno federal el que les va a dar palo. Para los puristas del derecho que tanto se quejaron en redes hay que decirles que la culpa no es de la ministra ni de sus 79 asesores sino de Quetzalcóatl que no la ha inspirado suficiente.
Más allá de las pifias, a las cuales ya nos tenían acostumbrados, a un mes del arranque de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación la nota no han sido sus resoluciones o una forma distinta de pensar la justicia sino el presupuesto, el nepotismo, que sigue instalado como costumbre milenaria en el Poder Judicial, y el gasto en asesores. Es cierto que es demasiado pronto para hacer una evaluación y que hay que darle tiempo al presidente y a los nuevos ministros de mostrar algo distinto (de las tres ministras que repitieron difícilmente podemos esperar algo nuevo) sin embargo, el arranque fue francamente decepcionante.
En cualquier caso, lo que está claro es que la culpa es toda de Quetzalcóatl. ¿O acaso alguien piensa que Arturo Zaldívar o Ricardo Monreal se harán cargo de sus pifias en la reforma judicial?
Cortesía de El Informador
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