La Cultura de la Paz, Independencia

“Ningún pueblo cree en su gobierno. A lo sumo, los pueblos están resignados”. Octavio Paz

Hoy conmemoramos el CCXV aniversario del inicio del movimiento de independencia, consumado en 1821 tras el emblemático abrazo de Acatempan.

El festejo del grito el 15 de septiembre es una distorsión histórica que se transformó en una tradición. Tristemente, este año en varias localidades se canceló la celebración, debido a la violencia.

Recordemos algunos de los episodios más significativos que han marcado estos 215 años de vida nacional:

  • Comenzamos nuestra historia independiente con el Primer Imperio Mexicano.
  • En 1823 se instauró la República Federal y hasta 1855 el país vivió bajo gobiernos intermitentes, incluyendo el del mandatario que participó en la invasión norteamericana, la cual derivó en la mutilación territorial de México y la separación de Texas. En febrero de 1848, se consumó la pérdida de más de la mitad de nuestro territorio. De casi cinco millones de kilómetros cuadrados, nuestra extensión territorial se redujo a menos de dos millones. La relación con Estados Unidos ha sido, desde entonces, compleja y desafiante.
  • Las Leyes de Reforma, promulgadas en la década de 1850, eliminaron privilegios del clero y del ejército, desamortizaron los bienes eclesiásticos, garantizaron la libertad de cultos y dieron origen al Registro Civil.
  • Con la suspensión de pagos de la deuda externa, Francia inició en 1861 una intervención en México.
  • De abril de 1864 a junio de 1867 tuvimos el Segundo Imperio Mexicano.
  • Posteriormente el país vivió el largo periodo del Porfiriato, seguido por la Revolución Mexicana iniciada en 1910.
  • En el México postrevolucionario, tras los gobiernos militares, se logró construir un modelo de desarrollo estabilizador y sostenido, con una cadena transexenal que dio lugar al llamado “milagro mexicano”.
  • En la última década del siglo XX se aceleró el tránsito hacia la democracia de forma ordenada y concertada. En ese proceso coincidieron prácticamente todas las fuerzas políticas, de tal suerte que, en las elecciones intermedias de 1997, con el nuevo marco institucional, fue posible una competencia más equitativa y plural que hizo que el PRI perdiera la mayoría en la cámara baja y que en el año 2000 ocurriera la primera alternancia en la Presidencia de la República en más de 70 años.
  • Sin embargo, poco más de dos siglos después de la independencia, parece que el conflicto se ha convertido en nuestra constante. La armonía democrática se ha vuelto esquiva, y el actual régimen está empeñado en desmantelarla.

Al cierre del primer cuarto del siglo XXI, atravesamos una profunda crisis provocada por el actual régimen. Sus rasgos más notorios son: una corrupción e impunidad asfixiantes; una inseguridad desbordada; un endeudamiento público alarmante; la militarización de funciones civiles —como aduanas, puertos, aeropuertos, empresas turísticas y obras de infraestructura—; la subordinación de los poderes Legislativo y Judicial al Ejecutivo; una constante polarización, y el control de una gran parte del territorio nacional por el narcoterrorismo.

Las reformas constitucionales, producto de un capricho político y avaladas por una mayoría espuria, han socavado la función de la Constitución como garante de certidumbre legal. Se han distorsionado los poderes judiciales federal y locales, desaparecido organismos autónomos y debilitado instituciones que los mexicanos construimos a lo largo de décadas. En este contexto, se confirma que cuando la política va bien, incluso lo que está mal puede mejorar; pero cuando la política va mal, como lamentablemente es nuestro caso, hasta lo que funcionaba puede deteriorarse.

Estamos lejos de la reconstrucción de una cultura de la paz y de la recuperación de la armonía.

Estas fechas patrias deben inspirarnos a actuar antes de que nuestras instituciones terminen de desmoronarse. Es momento de emprender la reconstrucción del país y del tejido social, así como de anteponer la lealtad a la Nación por encima de cualquier otra consideración.

No dejemos de insistir en la necesidad de abrir espacios de diálogo para restaurar el tejido social y promover una auténtica cultura de la paz.

*El autor es abogado, negociador y mediador.

X: @Phmergoldd

Contacto: [email protected]

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Cortesía de El Economista



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