
La cultura es un derecho de todos los tapatíos. Un derecho que debe protegerse, cultivarse y preservarse para las generaciones que vienen. Es el derecho a las artes, a espacios públicos vivos y adecuados donde la cultura pueda crecer, expresarse y transformar. Porque la cultura no es un adorno: es la raíz que sostiene el tejido social, lo fortalece y le da sentido.
Pero una cosa es la cultura como expresión viva, y otra muy distinta es garantizar los derechos culturales: un compromiso que solo puede cumplirse a partir de una comprensión profunda del ecosistema cultural de Guadalajara en toda su riqueza. Desde la labor de las instituciones públicas, los recintos culturales y las identidades barriales, hasta los espacios públicos, los bailes callejeros, las fiestas patronales y los vínculos con organismos internacionales, todos estos elementos forman parte de una red que el municipio tapatío debe reconocer y fortalecer para hacer realidad esos derechos.
A partir de esta necesidad, la Dirección de Cultura del Gobierno de Guadalajara trabaja en el Programa Sectorial de Derechos Culturales: una propuesta amplia y profunda que nace del mapeo, la escucha activa y la inclusión de los 11 territorios que conforman el municipio. El objetivo es trazar el entramado de sus agentes y expresiones culturales para, desde ahí, diseñar e implementar programas que respondan a las realidades y necesidades específicas de cada colonia, barrio, espacio, colectivo y agrupación.
“Esta ruta surge desde la Dirección de Cultura del Gobierno de Guadalajara con el objetivo de visibilizar, impulsar y facilitar la vida cultural de la ciudad”, comparte Carlos González Martínez, director de Cultura Guadalajara, en conversación con EL INFORMADOR.
“Más allá de mantener una cartelera de eventos y actividades en museos o espacios culturales, nuestra labor incluye tareas fundamentales que muchas veces no se ven. Uno de los principales retos es lograr que la cultura sea un ejercicio permanente, no solo desde la institución, sino también desde los colectivos, agrupaciones independientes y la ciudadanía en general”, agrega.
Luisa Vázquez, jefa de la Unidad de Gestión del Ecosistema Cultural, comparte a esta casa editorial que el programa se llevará a cabo en distintas etapas, desde la cartografía inicial de los barrios de Guadalajara y sus ecosistemas culturales, la socialización de distintos agentes para dar forma al reglamento de derechos culturales, la estrategia de estos, hasta la carta que los oficialice.
Actualmente se están llevando a cabo mesas de trabajo en distintos barrios de Guadalajara, con el objetivo de dialogar directamente con sus comunidades culturales, sectores artísticos, ciudadanía activa, organizaciones comunitarias, instituciones académicas, organismos de derechos humanos, instancias municipales y actores internacionales.
El propósito es construir soluciones concretas frente a seis problemáticas clave: el uso del espacio público -que en muchos casos carece de una regulación adecuada para el desarrollo cultural-; la reactivación del Consejo Municipal de Cultura, inactivo desde hace más de quince años; y la situación de los centros culturales independientes, en un contexto donde sigue siendo más fácil abrir un bar que un espacio cultural.
También se busca responder a las demandas de huertos y artistas urbanos, otorgándoles el reconocimiento legal que respalde su labor cultural. Finalmente, se plantea una visión a largo plazo: garantizar los derechos culturales más allá del gobierno o partido en turno, y colocar a Guadalajara en sintonía con ciudades como Barcelona, Bogotá, Roma, Buenos Aires y Ciudad de México.
“Si hablamos de corresponsabilidad, necesitamos garantizar un ‘piso parejo’ para que todos puedan ejercer sus derechos culturales, sin importar si son parte de una institución o trabajan de manera independiente”, dice Luisa Vázquez. “La ruta que proponemos involucra a múltiples actores: la academia, universidades, gestores y mediadores culturales, así como otras instancias de gobierno que no están directamente relacionadas con el ámbito cultural”.
“Es clave entender que el ejercicio cultural no se limita a la programación de actividades o al cuidado del patrimonio, sino que también requiere la colaboración de áreas como parques y jardines, inspección y vigilancia, o padrón y licencias, entre otras”, explica.
Ente el derecho a la creación y la difusión
Si bien la Dirección de Cultura ha garantizado históricamente el acceso gratuito a contenidos culturales, hoy el reto también es facilitar el ejercicio de otros derechos: el derecho a la creación, a vivir del trabajo artístico, a la producción y difusión cultural. Por eso se están tejiendo alianzas con otras dependencias y actores que, aunque no sean culturales, son esenciales para que el ecosistema cultural florezca de manera orgánica.
“Este esfuerzo también ha implicado reorganizarnos internamente. Por eso se creó una nueva unidad dentro de la Dirección de Cultura. Hace falta un ecosistema que dé soporte a la vida cultural. No se trata solamente de llegar a un espacio y decir, aquí voy a poner actividades culturales. Reconocer el ecosistema parte de convocar a todas las instancias que integran la vida cultural. Me da mucha emoción, porque justo me doy cuenta de la riqueza cultural que hay. Hemos tenido mucha participación. Estamos haciendo un ejercicio muy lindo con esta convocatoria, la gente está muy emocionada también de sentirse partícipes en algo de lo cual nunca habían sido tomados en cuenta; entonces, eso es bien bonito”, finaliza Luisa Vázquez.
CT
Cortesía de El Informador
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