La supuesta “desextinción” en abril de este año de los lobos terribles, una especie desaparecida 10.000 años, ha dado alas un relato cautivador: gracias a la genética, podremos devolver a la vida las especies que se van extinguiendo a ritmo frenético en la actual crisis de biodiversidad.
Sin embargo, las cosas no son tan fáciles, según se desprende de “Animales Invisibles”, una exposición acaba de inaugurar en el Museu de Ciències Naturals de Barcelona (MCNB). El asunto de la desextinción levanta tantas ampollas que la exposición dedica una sección entera a ello, junto con tres otras dedicadas a los animales “invisibles”: los que existen pero son difíciles de observar (desde el calamar gigante hasta el okapi, o unicornio africano), los extintos (como el dodo o el tigre de Tasmania) y los imaginarios (como la sirena o el hombre elefante, o ts’ikayo).
Exposición sobre la desextinción. / Ferran Nadeu
Esas tres categorías forman parte del trabajo llevado a cabo desde hace años por los comisarios, el naturalista Jordi Serrallonga y el escritor Gabi Martínez. Pero ambos sintieron la necesidad de encarar también la cuestión de la desextinción.
Una mariposa azul y un bucardo
Esa sección se abre con la historia de la Xerces azul, una mariposa de la bahía de San Francisco. En los años 40, la presión humana extinguió los últimos ejemplares. En paralelo, el ecosistema de dunas que constituía su hábitat se deshizo. Desde hace algunos años, se está intentando reintroducir una especie parecida, con la esperanza de resuscitar ese ecosistema, de momento sin frutos.
La historia de la Xerces azul plantea muchos interrogantes. Incluso si fuera posible devolver a la vida un mamut o un dodo, no se podría volver atrás la cinta del tiempo. “No será nunca devolver una especie a la vida, cuando todos los factores ambientales ya no existen”, observa Carles Lalueza-Fox, director del MCNB, implicado en los estudios del genoma de la Xerces azul. Junto con las especies, se desvanecen ecosistemas: por ejemplo, la estepa que pisaban los mamuts ya no existe.

Exposición sobre la desextinción. / Ferran Nadeu
La idea de desextinción surgió tras la clonación de la oveja Dolly. Con el mismo sistema, se podría meter ADN de un animal extinto (por ejemplo, el de un mamut recuperado de tejido congelado) en un embrión de un animal parecido (por ejemplo, un elefante asiático) y obtener algo parecido al original.
La exposición relata el único caso en el que se consiguió. En 2003, en Zaragoza, nació con esa técnica un bucardo, una cabra pirenaica extinta. Sin embargo, el ejemplar murió a los ocho minutos.
“Fue un caso especial: había tejidos congelados del último ejemplar y posiblemente era tan solo una subespecie”, observa Lalueza. La vía de la clonación fue abandonada porque, por bien que se congele el ADN, se va a degradar y fragmentar y no va a servir para eso, explica Lalueza.
La ilusión del CRISPR
Las esperanzas renacieron con el CRISPR, una técnica descubierta en 2015 que permite editar genes con una precisión sin precedentes. La idea era distinta: coger el ADN de un elefante y modificarlo hasta que se parezca al de un mamut, y meterlo en un embrión para que lo pariera una elefanta.
En la práctica, solo se consigue modificar un puñado de genes, cómo ocurrió en el caso de los lobos. “Si quisiéramos cambiar de un elefante a un mamut deberíamos modificar más de mil genes”, afirma Lalueza. Además, la madre surbrogada siempre sería de otra especie.
“Resuscitar no tiene nada que ver con eso. En realidad, se está creando un híbrido, una aproximación a los genes de una especie distinta”, observa Mikel Asteinza, filósofo de la Universidad del País Vasco, no implicado en la exposición, que ha invesgado el asunto. Ya en 2016, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) tildó de engañosa la palabra desextinción.
Lalueza defiende que esas técnicas podrían servir en casos concretos. Por ejemplo, para corregir el ADN de especies que acumulan mutaciones deletéreas por tener poblaciones pequeñas. Las técnicas genéticas también permiten “desextinguir” especies antiguas, pero en la imaginación: la exposición explica que, gracias a ellas, se ha descubierto que los Homo Sapiens compartimos muchos genes con los Neanderthal – lo que sugiere que debió haber amoríos entre las dos especies.
Negocio e ideología
El problema del cuento de la desextinción es que genera un malentendido. Un estudio de Asteinza sugiere que la audiencia lo percibe cómo “el milagro científico que hacía falta para solucionar la crisis de la biodiversidad”. Esa terminología aumenta genera un optimismo tecnolófico sin fundamento.
En el caso de Colossal Bioscience, la empresa que anunció la vuelta del lobo terrible, “se trata de una campaña publicitaria basada en una metáfora promocional”, zanja Asteinza. Si la empresa tuviera un interés real de conservación, se centraría en especie ecológicamente relevantes, mientras ha elegido una especie carismática cuyo ecosistema ya no existe.
“Este relato se relaciona con el negacionismo. Las medidas para proteger la biodiversidad son impopulares y dan frutos dentro de décadas. Confiar en la desextinción te quita un problema: si los animales se extinguen, ya los resuscitaremos”, afirma Serrallonga.
“La realidad es que habría que preguntarse por qué hoy se extinguen tantas especies incluyendo las muchas que desaparecen sin que nos enteremos”, concluye el naturalista.
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Cortesía de El Periodico
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