La dicha en movimiento, Los Twist y su saludable intento de ser una película inspiracional adolescente

“Lo único real de esta historia son los fonogramas originales de La dicha en movimiento de Los Twist (1983). Todo lo demás es pura ficción”, advierte de entrada una placa en La dicha en movimiento, película inspirada en el gran disco debut de la banda de Pipo Cipolatti.

El director Maxi Gutiérrez.(El vagoneta en el mundo del cine, La panelista) se aleja de lo biográfico con la propuesta de una comedia adolescente de crecimiento centrada en la historia de amor entre los jóvenes Mario y Ana, interpretados por Kevsho y Ornella D’Elía, que nace durante la maratónica sesión de grabación del disco.

La voz de Lalo Mir, que luego tendrá un pequeño papel en la película al igual que Pipo Cipolatti, se encarga de entrada de presentarle al espectador juvenil aquel universo cultural de los últimos meses de dictadura cuando, a partir de la prohibición de la difusión radial de la música en inglés por la Guerra de Malvinas, el rock nacional vivía una memorable primavera. Enseguida Mario intenta escapar de la asfixiante relación con sus padres (Pablo Seijo y Romina Richi), por la exigencia del estudio y/o trabajo como contrapartida de la promesa de pago de una coima que lo salve de la colimba, al asistir a un show de la banda en el Café Einstein donde conoce a Ana.

El grueso de la película transcurre durante la accidentada grabación del disco, filmada en el mismo Estudio Panda donde sucedieron los hechos. A lo largo de la trasnochada sesión se multiplican los enredos provocados por los tejes y manejes de Mario. El joven protagonista se la pasa haciendo malabares entre la responsabilidad familiar y los compromisos que contrae con Ana, con la banda e incluso con un conductor de TV, interpretado por un extraño Ronnie Arias, más allá de la peluca, que se nota asistido por una inteligencia artificial (utilizada en algunos planos para reemplazar a Jey Mammon, que ya había grabado, tras la cancelación).

En el otro extremo se ubica el Charly García que interpreta Federico Pereyra, que nunca da la cara en pantalla, pero tiene un par de intervenciones hilarantes como productor y músico (el otro tecladista invitado, Andrés Calamaro, se adivina saludando mientras atraviesa un pasillo por detrás de los protagonistas). El elenco juvenil que interpreta a Los Twist, Sofi Morandi como Fabi Cantilo, Julián Cerati en la piel de Cipolatti y Guido Pennelli en el rol de Daniel Melingo, se aleja de las imitaciones exageradas y consigue darles personalidad a los músicos de la banda.

La sospecha de que el algoritmo pudo haber dictado que la película debía ubicarse bastante más cerca de El amor después del amor, la serie biográfica de Fito Páez, que de Tango feroz: la leyenda de Tanguito, termina exponiendo a La dicha en movimiento. Sobre todo cuando en pantalla se enrostra, siempre que es posible, la exhaustiva reconstrucción de época y se recalca la presencia de relojes digitales, paquetes cuadrados de galletitas Manon, insultos tipo “te hacés el banana” o cospeles telefónicos, entre muchas otras, para subrayar la idea de un mundo que ya no existe, como una especie de regodeo en la nostalgia.

Ese machacar perjudica particularmente a una película centrada en la importancia de un cambio de época. El mismo problema se percibe en el protagonismo de la música incidental de la película, que remarca ritmos y emociones en una involuntaria competencia con las canciones del disco en la que, por supuesto, tiene todas las de perder.

La dicha en movimiento demuestra su saludable intento de ser una película inspiracional para una nueva generación, pero la añoranza permanente impide aventurar ese pretendido futuro mejor.

“La dicha en movimiento”

Comedia / Romance / Musical. Argentina, 2025, 76′, ATP L. De: Maxi Gutiérrez. Con: Kevsho, Ornella D’Elía, Sofía Morandi, Julián Cerati, Romina Richi, Ronnie Arias, Campi, Lalo Mir y Pipo Cipolatti. Salas: Hoyts Unicenter y Abasto, Cinépolis Avellaneda, Pilar y Rosario, Showcase Belgrano y Rosario.

Cortesía de Clarín



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