
Todos aquellos realmente interesados en los indicadores económicos y financieros del país no tomaban las conferencias mañaneras del sexenio pasado como un referente de evaluación objetiva de la situación.
El monitoreo de esos ejercicios de propaganda solo tuvo el objetivo de conocer las ocurrencias de López Obrador que acababan por afectar, más, el desempeño económico mexicano.
Hoy que las mañaneras siguen ha cambiado la forma, pero no el fondo de la propaganda desapegada de la realidad económico-financiera del país. Se mantiene una narrativa triunfalista donde los datos duros disponibles no lo corroboran.
La base electoral del régimen escucha el equivalente de este sexenio del “vamos requetebién” pero intuye que su economía no avala esos dichos y cada vez se hace más difícil culpar al pasado, porque hoy el pasado es ellos mismos.
Pero a los que buscan señales de un ajuste en las políticas de gobierno para recomponer el camino económico, lo que encuentran es justificar que cualquier dato negativo, como ese retroceso del Producto Interno Bruto del trimestre pasado, es culpa externa de Donald Trump.
Ya hemos pasado por aquí, en el sexenio anterior todo era culpa de la pandemia de Covid-19, pero el país con mayor caída económica y más muertos de la región y de las economías de nivel similar fue México, por la inacción y las malas decisiones de política pública del gobierno anterior.
La incertidumbre por el futuro de la relación comercial de México con Estados Unidos definitivamente ha frenado inversiones, ha provocado alteraciones en las cadenas industriales y ha generado cambios en el ánimo empresarial.
Pero no es todo lo que le ocurre a la economía mexicana. Hay un camino autoritario en curso que va más allá de la percepción de los “comentócratas, voceros de la derecha”, es una preocupación real entre los analistas y tomadores de decisiones nacionales y extranjeros.
Por ejemplo, analistas de la firma global financiera UBS, y otros bancos de inversión, han señalado que la aprobación de la reforma a la Ley de Amparo y la forma como se reestructuró al Poder Judicial han generado dudas sobre el equilibrio de poderes y la seguridad jurídica para el sector empresarial.
Los tomadores de decisiones del mundo leen estos reportes, no ven la mañanera, y con base en esos análisis asumen dónde sí y dónde no invertir.
Además, es un hecho objetivo, la limitación para poder suspender actos administrativos aumenta la discrecionalidad del gobierno y reduce el margen de defensa legal del sector empresarial.
Esto hace de México un mercado más riesgoso y menos atractivo para los sectores industriales que dependen de permisos y concesiones.
Sí, el discurso mañanero asegura que México es la mejor democracia del mundo y que se fortalece el Estado de derecho, pero los hechos le dicen a los que tienen que medir su costo de oportunidad algo totalmente diferente.
La economía es al final de cuentas un ejercicio de confianza. Las inversiones productivas que crean empleos no se mueven por el discurso de las mañanas, sino por la certidumbre.
La principal amenaza para la economía mexicana no está en las políticas comerciales de Donald Trump, que tenderán a alinearse con una nueva realidad llevadera, sino en la fragilización del Estado de derecho en México.
Cortesía de El Economista
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