La dieta antiinflamatoria no es una moda pasajera, es un estilo de alimentación diseñado para ayudar a tu cuerpo a funcionar sin ese “fuego interno” que nos desgasta poco a poco.
“A veces pensamos que sentirnos cansados, hinchados o con dolor es normal, pero no lo es. La inflamación crónica silenciosa puede estar detrás de muchos de esos síntomas”, explica la especialista en nutrición y bienestar Ana Artigas , quien lleva años aplicando este enfoque en sus programas.
Más allá de contar calorías, es un cambio de chip
A diferencia de las dietas restrictivas o las que solo buscan bajar de peso, la antiinflamatoria se enfoca en alimentar al cuerpo con lo que necesita para repararse y evitar lo que lo irrita. Esto significa:
- Priorizar frutas y verduras frescas, ricas en antioxidantes.
- Elegir grasas saludables como aceite de oliva extra virgen, aguacate y nueces.
- Incluir pescado rico en omega-3, como salmón o sardina.
- Reducir azúcares añadidos, ultraprocesados, grasas y lácteos.
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“La idea no es prohibir por prohibir, sino aprender qué alimentos nos ayudan a bajar esa inflamación y cuáles la disparan”, dice Ana Artigas.
Beneficios que puedes sentir (y ver)
Aunque la ciencia respalda este enfoque para reducir riesgos de enfermedades cardiovasculares, diabetes o problemas articulares, lo que más enamora a quienes la prueban son los cambios visibles y palpables:
- Menos hinchazón abdominal.
- Piel más luminosa y uniforme.
- Energía más estable a lo largo del día.
- Menor dolor muscular y articular.
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“En pocas semanas, muchos me dicen: ‘Me siento más ligera, como si mi cuerpo respirara mejor’”, comenta Ana.
La experiencia enfocada en comer con conciencia
Más que seguir una lista estricta, la dieta antiinflamatoria invita a reconectar con la comida. Se trata de disfrutar de cada bocado, cocinar con ingredientes frescos y experimentar con recetas que no solo sean nutritivas, sino también deliciosas.
En palabras de Artigas: “No quiero que la gente sienta que está a dieta. Quiero que disfruten de una ensalada con colores, un té de cúrcuma en una tarde fría o un pescado al horno con hierbas frescas. Comer así se vuelve un placer, no un sacrificio”.
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Un estilo de vida, no una meta temporal
La clave está en la constancia y en ver este cambio como una inversión a largo plazo en ti misma. Adoptar una dieta antiinflamatoria no significa renunciar para siempre a ciertos antojos, sino aprender a equilibrarlos. “La inflamación es como una hoguera: si la alimentas con leña equivocada, arderá más; pero si le das lo que necesita para apagarse, tu cuerpo lo agradecerá todos los días”, concluye Ana.
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Tip: comienza incorporando un alimento antiinflamatorio por comida como frutos rojos en el desayuno, aguacate en la comida y cúrcuma en la cena y ve notando los cambios.
Cortesía de "quien.com"
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