La gran guerra del emú: el absurdo conflicto entre soldados y aves

En 1932, Australia fue el escenario de un conflicto tan inusual como verídico: una campaña militar emprendida contra aves no voladoras. Conocida como la Guerra del emú, esta operación militar se llevó a cabo en el oeste del país, donde un grupo de soldados armados intentó reducir a una población descontrolada de emús. Aunque suene a comedia absurda, el episodio revela una serie de tensiones profundas entre los intereses agrícolas y las políticas del estado, además de subrayar los desafíos que supone aplicar soluciones militares a los problemas ecológicos.

El contexto: la crisis económica y los conflictos agrícolas

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, miles de veteranos australianos recibieron tierras para trabajar como recompensa por sus servicios. Sin embargo, el experimento de convertir a soldados en agricultores pronto demostró sus limitaciones. En las áridas tierras del oeste australiano, muchos veteranos carecían del conocimiento y los medios materiales necesarios para prosperar. La situación se agravó en los años treinta con la llegada de la Gran Depresión, que provocó el desplome del precio del trigo y una fuerte disminución de las exportaciones agrícolas.

En ese contexto, los agricultores comenzaron a ver con creciente preocupación un fenómeno que alteraría por completo su ya precaria subsistencia: la migración estacional de miles de emús desde el interior seco hacia las tierras cultivadas del suroeste. Atraídas por los campos recién sembrados y las fuentes de agua creadas artificialmente, bandadas de hasta 20.000 emús arrasaban cultivos enteros. Por si esto no bastase, también destruían las cercas que protegían los campos del ganado. De este modo, los conejos, otra plaga devastadora, tenía vía libre para entrar en los campos y arrasarlos.

Emús
Recreación fantasiosa de emús. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Una guerra sin enemigos humanos: armas contra aves

Ante la magnitud del problema, los colonos recurrieron al gobierno federal. Uno de los primeros en intervenir fue el Ministro de Defensa, Sir George Pearce. Sensibilizado por la situación de los veteranos, Pearce aprobó el envío de una patrulla militar armada con ametralladoras Lewis y fusiles automáticos. Acompañados por un camarógrafo para documentar la operación, los soldados tenían la misión de erradicar a los emús como si de un enemigo convencional se tratase.

Encabezada por el mayor G. P. W. Meredith del Séptimo Batallón de Artillería Ligera, la operación comenzó oficialmente en noviembre de 1932 en la región de Campion, en Australia Occidental. Sin embargo, lo que debía ser una campaña rápida y eficaz pronto se transformó en un espectáculo de frustración y derrota.

Emús
Recreación ficticia de emús. Fuente: Midjourney/Erica Couto

El conflicto: la inteligencia natural del enemigo

A pesar del poder de las armas, los resultados para los humanos resultaron ridículos. El primer intento de emboscada fracasó: los emús, dispersos y rápidos, demostraron una extraordinaria capacidad para evitar los disparos. En una ocasión, se intentó emboscar a un grupo grande junto a una represa, pero al abrir fuego, los emús se dispersaron de inmediato. En otra operación, un soldado montado en un camión intentó perseguir a un grupo de aves, pero el vehículo no pudo igualar la velocidad de los emús, y el terreno accidentado terminó por inutilizar la ametralladora.

Se estima que, en total, se dispararon más de 2.500 cartuchos durante la campaña, pero solo se confirmó la muerte de unos 986 emús, según cifras oficiales. Aunque otros informes estimaron que llegaron a morir hasta 2.500 aves, el costo por emú abatido fue tan alto y el esfuerzo tan infructuoso que la campaña se suspendió el 10 de diciembre de 1932. Las críticas en el Parlamento y en la prensa no se hicieron esperar: el episodio se ridiculizó como una absurda derrota militar frente a las aves.

Consecuencias y reevaluaciones

Después del fracaso, el gobierno rechazó nuevas solicitudes de intervención militar. En cambio, promovió programas de control a través de recompensas por cada emú muerto, con resultados más eficaces y menos costosos. También se mejoraron las vallas para impedir el acceso de las aves a los cultivos. Sin embargo, la “guerra del emú” ya había dejado una huella permanente en la memoria colectiva, convertida en un símbolo de los desvaríos burocráticos y la descoordinación entre autoridades civiles y militares.

En retrospectiva, el mayor Meredith defendió la operación con ironía, señalando que los emús demostraron ser enemigos organizados, con tácticas de distracción y movilidad superiores a las de un ejército regular. Aunque dicha afirmación tenía un tono humorístico, encapsulaba la frustración de haber intentado vencer un fenómeno natural con las estrategias de combate de un ejército convencional.

Soldados armados contra emús
Humanos contra los emús. Recreación ficticia. Fuente: Midjourney/Erica Couto

Interpretaciones históricas: más allá de lo absurdo

La Guerra del emú revela las tensiones reales entre ecología, economía y política. El conflicto expone la fragilidad de las políticas agrarias impuestas desde el estado, así como la incapacidad de muchas de estas medidas para adaptarse a las dinámicas del medio natural.

La elección de utilizar ametralladoras para enfrentarse a una especie nativa también pone de relieve un modelo de dominación sobre la naturaleza muy arraigado en el pensamiento colonial. Durante el conflicto, el emú, animal emblemático de Australia, pasó de ser un símbolo de la identidad nacional a declararse enemigo del progreso agrícola. Esta transformación refleja los conflictos entre naturaleza y desarrollo económico que persisten aún hoy.

La guerra como sátira involuntaria

Con el paso del tiempo, la gran Guerra del emú se ha convertido en una fuente inagotable de memes y sátiras, alimentada por el contraste entre la seriedad del aparato militar y la imposibilidad de vencer a un ave con instinto de supervivencia. En 2019, el episodio fue objeto de una propuesta para adaptarlo a una película de acción, reflejo de su estatus como mito moderno.

Aun así, más allá de su carácter humorístico, la historia nos permite reflexionar sobre las consecuencias de aplicar soluciones rígidas para afrontar a problemas complejos. La guerra del emú es, en ese sentido, una lección sobre los límites del poder humano frente a la resiliencia del mundo natural.

Una guerra sin gloria, una historia para recordar

La Guerra del emú no dejó héroes ni victorias, pero sí una historia extraordinaria. Entre la comedia involuntaria y la tragedia ecológica, el conflicto revela cómo los errores de cálculo político y militar pueden generar situaciones insólitas y contraproducentes. Al final, los emús no solo sobrevivieron al ataque: salieron victoriosos sin disparar una sola bala.

Referencias

  • Sánchez, David, 2024. Animales de combate. Madrid: Pinolia.
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Cortesía de Muy Interesante



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