La ruidosa guerra entre Donald Trump y Elon Musk, que en las últimas horas ha desembocado en múltiples amenazas y acusaciones cruzadas, se ha trasladado nada más y nada menos que al espacio. El presidente estadounidense ha amenazado con terminar todos los contratos gubernamentales con SpaceX, mientras que el magnate sudafricano ha afirmado que está dispuesto a “desmantelar de forma inmediata” la cápsula de la que depende Estados Unidos para enviar y recoger a sus astronautas de la Estación Espacial Internacional. Por el momento, la disputa se ha limitado a un intercambio furioso de mensajes pero, tal y como avisan los expertos, este rifirrafe podría desatar cambios drásticos en la industria espacial. Incluso más allá de las fronteras estadounidenses.
Estas son 5 claves para entender las implicaciones de esta guerra espacial entre Trump y Musk.
Trump afirmó que “la manera más fácil de ahorrar dinero” para Estados Unidos es finalizar todos los subsidios y contratos con Elon Musk, entre los que destacan los acuerdos con SpaceX. Se estima que la suma de todos estos contratos en el ámbito espacial asciende a más de 22.000 millones de dólares, entre los que destacan contratos otorgados con la NASA, el Departamento de Defensa, la Fuerza Espacial, así como acuerdos de conectividad satelital para uso tanto civil como militar a través de la red Starlink. Para entender esta cifra hay que recordar que en la última década, justamente con el objetivo de ahorrar costes, entidades como NASA han optado por empezar a externalizar servicios y subcontratar empresas como SpaceX para llevar a cabo sus misiones espaciales. El ejemplo más claro es el caso de los vehículos de lanzamiento, que NASA dejó de desarrollar de forma propia y empezó a delegar esta tarea en la empresa de Musk.
Seis minutos después de la amenaza de Trump, Musk lanzó un mensaje afirmando que “a la luz de las declaraciones del presidente Trump sobre la cancelación de mis contratos gubernamentales, SpaceX comenzará a desmantelar de inmediato su nave espacial Dragon“. En estos momentos, la nave de Musk destaca como el único vehículo del que dispone Estados Unidos para enviar y recoger a sus astronautas de la Estación Espacial Internacional. En caso de prescindir de este medio de transporte, la única alternativa que tendría la NASA para seguir con sus operaciones en esta plataforma sería o contratar viajes a la agencia rusa Roscosmos, cuyo coste asciende a unos 80 millones de dólares por trayecto, o contratar los servicios de otra nave privada como la Starliner de Boeing, que en su primer vuelo sufrió el famoso fallo que dejó varados a dos astronautas durante nueve meses en el espacio.
Minutos después de amenazar con el desmantelamiento de la Dragon, Musk parece que ha frenado este pensamiento intrusivo. En respuesta al mensaje un usuario que instaba tanto a él como a Trump a “tranquilizarse y dar un paso atrás durante un par de días“, Musk respondió diciendo que le parecía un “buen consejo” y añadió un escueto “vale, no desmantelaremos Dragon”.
Otro de los temas sobre los que más se ha especulado es qué pasará con la Estación Espacial Internacional si, de cumplirse con las amenazas de Trump, se cancelaran todos los contratos con SpaceX. Y es que más allá de su papel como “taxi espacial”, la empresa de Elon Musk también había ganado el contrato de 843 millones de dólares para desmantelar esta gigantesca plataforma orbital a partir del año 2030. Según había afirmado la compañía, su plan era modificar una de sus cápsulas Dragon para acoplarse a la Estación y empujarla de forma controlada hacia la atmósfera terrestre y, finalmente, estrellarla en un punto remoto del océano. Se trata del único proyecto aprobado hasta la fecha para desmantelar este gigantesco laboratorio espacial del tamaño de un campo de fútbol que, tras más de 26 años de recorrido, ya acusa mal estado.
En el sector espacial son muchas las voces que temen que esta disputa entre Trump y Musk acabe teniendo repercusión en misiones espaciales de todo el mundo, incluidas las de España y Europa. Y es que, hasta ahora, eran muchas las empresas de forma conjunta los servicios de SpaceX para lanzar sus misiones en órbita y así ahorrar costes. Pero si la empresa pierde su principal contratista, no está claro si sus lanzamientos seguirán saliendo como estaba previsto ni si se mantendrán al mismo coste que hasta ahora. Según apuntan varias voces del sector, que prefieren mantenerse bajo anonimato por miedo a represalias en esta disputa, existe un riesgo claro de que esta disputa acabe teniendo efectos más allá de Estados Unidos y entorpezca, aún más, el desarrollo de proyectos internacionales y de cooperación en el ámbito espacial.
La última frontera de esta batalla espacial tiene que ver con el liderazgo de la propia NASA. Tras la llegada de Donald Trump al poder, el republicano propuso a un amigo de Elon Musk, el multimillonario Jared Isaacman, como director de la agencia espacial. Su candidatura pasó por el escrutinio del Senado y, cuando estaba a punto de recibir luz verde, fue retirada de forma súbita por Trump al descubrirse que Isaacman había financiado la campaña de varios representantes demócratas. Mientras en la Casa Blanca se estudian nuevos candidatos para el puesto, ya se rumorea con recortes sustanciales en el presupuesto de NASA, la cancelación de varias misiones científicas importantes y el desmantelamiento de departamentos enteros.
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Cortesía de El Periodico
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