La historia de Martha Pelloni, la monja que se enfrentó a jueces y políticos en Argentina para lograr justicia para una estudiante violada y asesinada

La monja Martha Pelloni mira hacia un costado. Sus ojos son azules.

Fuente de la imagen, Cortesía Archivo La Nación

FERIA DE SAN FRANCISCO
    • Autor, Almudena de Cabo
    • Título del autor, HayFestivalQuerétaro@BBCNewsMundo

En 1990, años antes de que el grito de “Ni una menos” recorriera Argentina en una nueva ola feminista, una monja, hasta entonces desconocida, logró cuestionar no solo los hábitos sexuales de funcionarios e “hijos del poder”, sino también las prácticas turbias de los recién establecidos gobiernos democráticos e hizo que se extendiera la pregunta: ¿con esta democracia también se viola, se asesina y se encubre a los culpables?

Desde el 10 de septiembre de 1990, la provincia argentina de Catamarca es también el caso María Soledad, una estudiante católica de familia obrera, de 17 años, violada por un grupo de jóvenes, asesinada y lanzada a una zanja.

Un crimen que si bien puede parecer como muchos otros, la lucha de la monja Martha Pelloni convirtió en símbolo de espanto y de la impunidad de los de arriba e hizo que todo un pueblo y luego todo un país se levantara exigiendo justicia.

El caso de María Soledad va desde entonces unido al nombre de Martha Pelloni, que dirigía el colegio al que iba la joven.

La religiosa encabezó las marchas de silencio que recorrieron la región para exigir Justicia aunque eso supusiera enfrentarse a la familia Saadi, que venía gobernando la provincia casi ininterrumpidamente desde 1949.

Entre los principales sospechosos había un hijo de un diputado nacional, del jefe de la policía local e incluso un sobrino del gobernador, lo que llevó a la prensa a llamarlos “los hijos del poder”.

La periodista y escritora argentina Liliana Viola realiza una crónica-perfil de esta singular religiosa en su último libro “La hermana”, con el que ganó el Premio Anagrama de Crónica.

Según escribe, este caso fue “el enfrentamiento de un pueblo pobre con un poder tan despótico como caricaturesco. Pero, además, testimonio de la fuerza de los débiles. Las débiles”. Viola acerca también otros casos en los que ha intervenido la monja, siempre en defensa de los más pobres de la sociedad, como el robo de bebés.

Viola, autora también de una biografía sobre Aurora Venturini titulada “Esta no soy yo” (2023), se vale en esta ocasión de la figura de una cronista muy tímida y a la que no le gusta hacer entrevistas o salir a la calle, para intentar desgranar una persona que para la escritora, a pesar de todas las entrevistas que ha dado, incluidas las dos suyas, y todo el material que hay, sigue siendo todo un misterio.

BBC Mundo habló con ella en el marco del Hay Festival, que se realiza entre el 4 y 7 de septiembre en Querétaro.

Fuente de la imagen, Sebastian Freire

Martha Pelloni encabezó las primeras marchas de silencio antes de que la nueva ola del feminismo recorriera el mundo. ¿Cómo fue para ti adentrarte en un personaje que se enfrentó a jueces y políticos?

La historia de la hermana Pelloni o mejor dicho, como bien dijiste vos, la de esas primeras marchas de silencio antes de ese feminismo, me resultó en principio algo muy interesante.

Se trataba de hacer este ejercicio, que ahora con los avances de la derecha es tan necesario, que es el ir hacia el pasado, hacia una historia, que ocurrió en los años 90, que en Argentina fueron muy difíciles. En este momento estamos viviendo un rebrote de ese neoliberalismo de los 90.

Es en ese marco en el que la hermana Pelloni y todas las estudiantes, compañeras de María Soledad, se levantan en esas marchas de silencio.

Me pareció muy interesante justamente releer cómo se trató el caso, cómo lo trató el periodismo, cómo lograron esa valentía casi suicida que terminó siendo victoriosa, de todas estas adolescentes, una monja y el padre y la madre de la víctima.

Ese compendio es el que se arma un hecho que es histórico. Pensemos que en Argentina cada año la prensa vuelve sobre el caso María Soledad. Es un caso al que la memoria colectiva vuelve. Decimos María Soledad y ya sabemos que estamos hablando de Catamarca. Eso es algo de lo cual no puedo darte explicación, pero es algo muy significativo.

¿Y por qué escribir ahora sobre ello? ¿Por la nueva situación política en Argentina?

La primera entrevista la hice hace muchos años. Y una segunda hace muy poco. No la pude escribir en su momento por los otros casos de Martha Pelloni, porque me parecieron tan cruentos, tan difíciles para mí de narrar, que la verdad es que tuve dormida esa investigación durante muchos años porque no sabía cómo escribirla.

Tal vez este nuevo gobierno de derecha o un gobierno tan exterminador de las vulnerabilidades y no solo de las vulnerabilidades, me dio un empujón, pero lo cierto es que cuando a la hermana Pelloni la expulsan de Catamarca, tras caer el gobierno catamarqueño gracias a todas estas luchas, la mandan a otra provincia y es allí donde comienza a descubrir otros casos espeluznantes, en general abusos hacia niños, pero no solo abusos sexuales, sino también robos de bebés, venta de órganos, venta de niños para ritos satánicos.

De pronto se le abre un abanico impensado. Como se había hecho tan famosa con el caso María Soledad, la gente pobre le confía cosas que durante años no le habían confiado a nadie, porque policía, justicia y gobierno estaban siempre implicados.

De pronto, esta mujer se encuentra con una serie infinita, plural, diversa y horripilante de denuncias que decide también llevar adelante armando la red Infancia Robada.

El relato de esos crímenes es tan angustiante que me enfrentaron con mis propios límites como escritora.

Abres tu libro con una pregunta: ¿Y usted no tiene miedo de que la maten? Una pregunta que reconoces que no es la mejor para comenzar. ¿Cómo marcó esa pregunta toda tu crónica?

Primero, es una pregunta que en general yo creo que todos nos hacemos con buena y mala intención. Es decir, ¿qué lazos tendrá esta monja? ¿Qué cosa rara tendrá que ha conseguido que no la mataran?

No se le ha encontrado absolutamente nada. No encontré absolutamente nada con lo que podrían haberla bajado más allá de un tiro en la cabeza. Y creo que es una pregunta que, por un lado, todos nos la hacemos para bien y para mal, y también, creo que habla de una complicidad nuestra en relación a por qué pasan y cómo pasan las cosas.

Una idea de, bueno, el que salta tiene que morir, al que hace algo indefectiblemente algo le va a pasar. Entonces más allá de mostrar una torpeza como entrevistadora, quería mostrar una torpeza como ser humano, que lo primero que piensa es que quien lucha debe recibir un castigo.

A la izquierda se ve a la periodista Liliana Viola con una camiseta de color azul. A la derecha, la monja Pelloni apoya su rostro en su mano izquierda. Lleva su hábito.

Fuente de la imagen, Cortesía de Red Infancia Robada

Como dices, hablar de Pelloni es sinónimo del caso María Soledad. ¿Por qué fue tan importante?

Fue tan importante, porque asesinatos o abusos de chicas de clase media-baja en manos de jóvenes o de viejos, pero sobre todo jóvenes, hijos de poderosos, era moneda corriente y el pueblo lo sabía y lo callaba. Esta muerte no solo es una muerte, sino que es una violación e intoxicación con cocaína.

Era muy habitual que los fines de semana estos jóvenes se llevaran un par de chicas, abusaran de ellas y luego las devolvieran a la casa. Y estamos hablando de una sociedad catamarqueña muy religiosa, muy conservadora, donde esas situaciones se callaban porque tener una hija violada era avergonzante y haber sido una adolescente violada lo mismo.

Eran cosas que se sabían en la sociedad, pero que estaban completamente obturadas.

Hay un hecho que se agrava en este caso, que es que esta chica se les muere, no la mataron a propósito, y luego destruyen el cadáver de un modo muy cruel. Dejan el cadáver en un pozo a pocas cuadras de la casa de la familia.

Es un cadáver que ha sido lavado por los bomberos, dejado como para que los chanchos coman parte del cuerpo, un cuerpo completamente destruido post-mortem.

El padre de la niña cuando fue a reconocerla a la morgue solo la reconoció por una cicatriz que tenía en la muñeca. Me parece que con esa imagen ya te estoy dando idea de lo que hicieron con el cuerpo que aparece muy pocos días después del asesinato.

En este contexto de silencio justamente, que las jóvenes le dijeran a la directora del colegio, “queremos salir a la calle a reclamar”, y que la que fuera una directora de un colegio católico, monja, recién llegada hacía seis meses, en lugar de decirles, mejor rezar por el alma de esta joven, como suele hacer la iglesia, decidiera salir es muy significativo.

Y siguió saliendo a pesar de las amenazas. Y ese silencio del que te hablaba antes explotó. No solamente cayó un gobierno, sino que ciertas complicidades o ciertos miedos también cayeron gracias a esto que duró años.

Además, la monja fue el personaje más importante para que se hiciera un juicio y para que cuando el juicio fue fraudulento se abriera otro juicio y fue además una testigo crucial sin haber visto nada. ¿Por qué razón? Porque la gente iba y le decía todo a ella. Lo que los testigos no podían decir por miedo a ser asesinados.

Muchísimos testigos fueron asesinados. Ella le dio voz a un montón de testigos que no se atrevían a hablar.

¿Pero crees que la sociedad argentina actualmente se enfrenta de manera diferente a esos silencios?

Sí, creo que es diferente sí. Creo que la sociedad argentina es diferente, no solo por el caso María Soledad. No fue un hecho aislado. Aquí sí que tenemos que hablar de la entrada del feminismo, del ni una menos, a partir del año 2016.

A pesar del combate feroz de lo que la misma Iglesia y el gobierno actual en la Argentina llaman ideología de género, a pesar de esos ataques, estoy convencida de que hoy una mujer abusada, una mujer golpeada, una mujer violada, en general, obviamente, no lo guarda como una culpa personal, sino que justamente sabe que tiene herramientas para contarlo y que no es algo vergonzante para ella, sino para el quien lo ha hecho.

¿Crees que este crimen, del que dices, fue un “símbolo de espanto y de la impunidad de los de arriba”, fue también una revolución?

Bueno, así como a la pregunta anterior te dije sí, algo ha cambiado, en esta te contesto no, no fue una revolución.

Es decir, el silencio de los de arriba se mantiene intacto. De hecho, el caso María Soledad, si bien fueron dos culpables presos, todos los demás y cómplices no fueron presos. Es decir, el crimen de algún modo sigue impune.

Hubo dos, el entregador y uno de los asesinos que fueron presos, pero no fueron dos, fueron muchos más, pero nadie de esas personas fue presa, y el gobierno que cayó, la misma familia volvió años después al poder en Catamarca.

A esto se suman todos los casos en los que la monja trabajó después que en general han quedado impunes. Esto quiero decir que no hubo una revolución, las tramas del poder siguen intactas, y la sociedad no tiene una respuesta constante y vehemente y una conciencia real de todo esto.

En la prensa la llaman “la monja justiciera” y en los pueblos del litoral argentino, “la hermana sapucai”. Después de profundizar en su historia, ¿cuál crees que sería el mejor término para hablar de ella?

Bueno, por supuesto, los dos. Y agregaría otro que es “la monja del caso María Soledad”.

Y también agregaría que es una incógnita para mí. Es muy particular porque es alguien que da entrevistas, pero a su vez siempre da la sensación de que hay un misterio detrás de esa sonrisa, tal vez es por la situación religiosa.

Es una persona que con una sonrisa y una paz tremenda cuenta atrocidades. Me parece que hay algo de esa cierta paz y cierta alegría que no pierde nunca, que para mí, es también un misterio. Misterio en el sentido religioso, misterio en el sentido humano.

La monja Martha Pelloni toma del brazo a la madre de María Soledad. Su padre se ve atrás mirando a la cámara.

Fuente de la imagen, Cortesía Archivo La Nación

En el caso del término “sapucai”, dedicas un capítulo entero a explicar qué es. ¿A qué conclusión has llegado?

Bueno, sapucai me pareció justamente lo contrario de la marcha de silencio.

Sapucai es un grito de trabajadores correntinos, de población correntina y que marca el folclore también. Es simplemente un grito muy hermoso, parecido al de un pájaro, que se escucha a kilómetros de distancia y que expresa alegría u otra cosa.

Me pareció importante rendir homenaje a toda una población o poner en foco a una población que está por fuera de Buenos Aires. Los crímenes que averigua la hermana Marta desde Catamarca hasta Corrientes justamente ocurren con más facilidad en las zonas más pobres del país.

Por eso me pareció interesante popularizar ese grito que les pertenece. Me pareció que la marcha de silencio fue tan fuerte como el sapucai y el sapucai es tan enigmático como una marcha de silencio, por eso quise unirlos.

En el libro, mencionas otros casos como el de Ramoncito, un niño decapitado en un ritual satánico o la venta ilegal de bebés robados a sus madres. ¿Cómo ha cambiado el camino hacia la justicia en este tiempo?

Bueno, lo que ella hizo en cuanto empezó a recibir las primeras denuncias es darse cuenta de que esto no era lo mismo que el caso María Soledad. Se dio cuenta de que el mecanismo no era el mismo y que tenía que judicializarse.

Se da cuenta que no va a poder sola y entiende que tiene que formar una red de especialistas. Es entonces cuando arma una alianza con asistentes sociales, abogados leales, y se une a algunas organizaciones hasta que forma la red Infancia Robada, que ahora tiene más de 30 nodos en diversas regiones.

La gente recurre a ella y ella los deriva hacia la justicia. En muchos casos ha logrado recuperar niños, por ejemplo, ha logrado que vayan presos, o como en el caso Ramoncito, ha logrado proteger a víctimas testigos que habrían sido sino asesinadas.

Pero también en una gran cantidad, no sé si decir mayoría, no consiguió nada. Y ha seguido con las marchas de silencio. Ha conseguido que no se convierta en una cosa banal. Las marchas de silencio animan a que gente pobre, vulnerable y silenciada salga a la calle por primera vez.

Ahora se cumplen 35 años del caso de María Soledad, ¿cómo crees que se va a vivir?

Bueno, como todos, cuando son números redondos. Creo que la prensa volverá al lugar. El tema sigue despertando interés. El año pasado salió una película en Netflix sobre el caso María Soledad donde hablan justamente sus compañeras y también entrevistan a Pelloni.

Creo que se vuelve siempre a este lugar, porque hay muchas preguntas que se pueden responder a partir de ese caso. Fue un caso donde la sociedad catamarqueña y argentina despertó, pero también es un espacio donde se volvió a dormir.

Sigue habiendo miedo por los de arriba. Este negacionismo que va desde el terraplanismo hasta que la dictadura no fue tan mala, también cae sobre el caso María Soledad. Hay gente que puede llegar a decir que casi ni fue asesinada.

¿Entonces Catamarca no ha cambiado mucho en estos 35 años?

Bueno, ha ido avanzando y retrocediendo, te diría. Avanzó, avanzó, avanzó, retrocedió, es complejo.

Si escuchás en ese documental a las amigas de María Soledad, se ve que tienen un avance. Sin el caso María Soledad no sé si estarían hablando así hoy. Obviamente les pasó por el cuerpo, fueron protagonistas.

Pero no fue algo lineal. Catamarca no se volvió un lugar donde todo el mundo encontró su justicia, su libertad y una ética.

La monja argentina Martha Pelloni en una protesta.

Fuente de la imagen, Cortesía Archivo La Nación

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