La independencia en el siglo XXI


El 16 de septiembre es la fiesta nacional. Mas allá de los absurdos históricos, como festejar el inicio de la guerra y no la fecha en que se consumó la Independencia, día a partir de la cual realmente fuimos libres de la corona española, y reconocer como héroes solo los que murieron en el intento y mandar al basurero a quienes firmaron la paz y la Independencia del país, el grito del día 15 por la noche y el desfile del 16 son las verdaderas fiestas patrias.

Más allá de rollos patrioteros, la pregunta es qué significa ser independientes en un mundo cada día más interconectado e interdependiente y, al mismo tiempo, en un momento de regresiones, donde los nuevos nacionalismos campean con carta de naturalidad en Europa, Asia y América. 

Vaya paradoja. Nunca como antes estaba tan exacerbado el nacionalismo en México como con los Gobiernos de Morena y nunca habíamos sido tan dependientes como ahora del vecino del Norte que cada día marca más la agenda nacional. Hoy estamos más al pendiente de lo que dice el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que de los que opinan la presidenta del senado, Itzel Castillo o de la Cámara de Diputados, Kenia López Rabadán o incluso la secretaria de Gobernación Rosa Icela Rodríguez.  No se necesita ser mago para entender que una hociconeada de Trump tiene mayor efecto sobre nuestras vidas que cualquier declaración, por inteligente que fuera, de un diputado o senador.

Además de gritar ¡Viva México! y de repetir todos los rituales patrióticos es urgente repensar y discutir como país cual es la independencia necesaria en el nuevo arreglo político del siglo XXI. Nunca como hoy la independencia había sido tan festejada y al mismo tiempo nunca había tenido tan poco valor real.

El país es hoy menos independiente, por ejemplo, en sus decisiones de política económica y de seguridad. Es el costo de la integración con un país cuya economía es 15 veces mayor que la nuestra y al que le vendemos de todo, desde productos básicos del campo hasta sofisticadas maquilas y drogas ilegales de cualquier tipo. Un país al que le compramos desde productos electrónicos y automóviles hasta armas de los más variadas con las que nos matamos impunemente. 

Sí, hay que festejar a los héroes que nos dieron Patria -y puente- y al mismo tiempo entender la que independencia, sea la de la nación o la de la vida de cada uno de nosotros, no es un valor absoluto que se obtiene de una vez y para siempre, sino un espacio que se conquista día a día, palmo a palmo, letra a letra.

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Cortesía de El Informador



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