
La discusión sobre la inteligencia artificial (IA) suele girar en torno a cuántos empleos se perderán. El nuevo reporte “Agents, robots and us” del McKinsey Global Institute plantea otra pregunta incómoda: ¿qué pasa cuando la tecnología ya podría hacer más de la mitad del trabajo y países como México apenas están organizando su respuesta?
De acuerdo con el estudio, las tecnologías actualmente demostradas, incluida la IA generativa, agentes de software y robots físicos, podrían, en teoría, automatizar alrededor de 57% de las horas de trabajo que hoy realizan las personas en Estados Unidos. No se trata de un escenario futurista, el cálculo se basa en capacidades que ya se han probado en laboratorio o en pilotos empresariales.
McKinsey distingue entre agentes (sistemas que automatizan trabajo cognitivo y no físico) y robots (los que realizan tareas físicas). Con la tecnología disponible, los agentes podrían encargarse de tareas que representan 44% de las horas laborales en EU y los robots de otro 13 por ciento.
El resultado es un mapa del trabajo donde la IA y la automatización pueden hacerse cargo de una mayoría de actividades, mientras las personas se concentran en la supervisión, las decisiones complejas y todo lo que requiere empatía o juicio moral.
No hay remplazo
Lejos de anunciar un remplazo masivo inmediato, el reporte advierte que la adopción llevará décadas y dependerá de costos, regulaciones y tiempos de implementación, como ocurrió con la electrificación o incluso con la migración a la nube.
Si las empresas logran rediseñar sus procesos en torno a esta nueva alianza entre personas, agentes y robots, el valor económico puede ser considerable. En un escenario de adopción media hacia 2030, la automatización potenciada por IA podría generar hasta 2.9 billones de dólares al año en valor económico adicional solo en Estados Unidos.
La clave está en las habilidades, no en los puestos. McKinsey calcula que más de 70% de las habilidades que hoy buscan los empleadores se utiliza tanto en trabajo automatizable como en trabajo que debe seguir haciendo una persona. Es decir, la mayoría de las competencias seguirá siendo relevante, pero cambiará el contexto en el que se aplican.
Las tareas rutinarias de documentación y búsqueda de información cederán espacio a actividades como formular buenas preguntas, interpretar resultados o diseñar procesos donde la IA sea una especie de “co-equipero” digital.
Fluidez en IA
El informe también muestra que la demanda empresarial de fluidez en IA, es decir, la capacidad de usar y gestionar herramientas de inteligencia artificial, se disparó casi siete veces entre 2023 y mediados de 2025 y ya aparece como requisito en ocupaciones que emplean a millones de trabajadores estadounidenses.
A esto se suma el aumento de habilidades complementarias como mejora de procesos, aseguramiento de calidad y enseñanza, mientras cae la demanda de habilidades que las máquinas ya realizan bien, como la redacción rutinaria o ciertas tareas de investigación.
Ese mapa de automatización se construye sobre Estados Unidos, pero los propios autores aclaran que muchos de los patrones observados y sus implicaciones para empresas, trabajadores y gobiernos, aplican a otras economías avanzadas.
México se está colocando justamente en ese carril, con un mercado de IA empresarial que cerrará 2025 con un valor estimado de 32,884 millones de pesos y que podría crecer hasta 110,535 millones en 2029, según un estudio de IDC encargado por Dell Technologies.
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IA en México
La paradoja mexicana es que la tecnología avanza más rápido que la gobernanza y la estrategia. Un estudio de KPMG muestra que 56% de las empresas del país todavía no identifica con claridad el valor comercial de la IA y solo 10% ha confirmado beneficios con métricas firmes, pese a que 27% dice tener ya una estrategia de IA.
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Del lado de los trabajadores, la fotografía es distinta. De acuerdo con un estudio comisionado por IBM, nueve de cada 10 empleados en México ya utilizan alguna herramienta de IA en su día a día, pero solo cuatro de cada 10 sienten que sus empresas aprovechan al máximo estas tecnologías.
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El uso corporativo está lejos de estar optimizado y solo una cuarta parte de los empleados recurre a las herramientas provistas por su organización; el resto combina soluciones personales o usa únicamente herramientas propias, lo que alimenta el fenómeno del shadow AI y los riesgos de filtración de datos.
Pese a estas brechas, los beneficios individuales ya son medibles: 86% de los empleados encuestados por IBM afirma que la IA los hace más productivos y eficaces, con ahorros de hasta seis horas semanales para buena parte de ellos.
De ahí que el acceso a herramientas de IA se esté convirtiendo en un factor de retención. Dos tercios de los trabajadores mexicanos cambiarían de empleador si otra empresa les ofreciera mejores prácticas y mejores herramientas de inteligencia artificial.
Visto desde México, el hallazgo de que la IA ya podría automatizar 57% de las horas de trabajo en la economía más grande del mundo no es una curiosidad estadística, sino una advertencia estratégica.
Cortesía de El Economista
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