La leyenda del tenis Boris Becker y la partida de póker ‘trampa’ que le costó una amenaza en la cárcel: “Hay que pagar, son las reglas”

Hay una cita del poema ‘If’, escrito por Rudyard Kipling, que conocen todos los grandes tenistas de la historia. Reza así:  Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre tratar a esos dos impostores de la misma manera…”. Es la que aparece colgada en la entrada de la pista central de Wimbledon, la misma que leyó Boris Becker cuando triunfó allí siendo apenas adolescente y que ha vivido en sus carnes tras pasar de las mieles del éxito a la putrefacción de la prisión. Entre rejas —en cumplimiento de un delito de fraude fiscal—  vivió experiencias que nunca imaginó, buenas y malas, triunfos y desastres, y también problemas como unas partidas de póker ‘trampa’ que le costaron una seria amenaza.

Así lo cuenta él mismo en su libro recientemente publicado Boris Becker Inside, un relato en el que repasa sus momentos más duros desde que recibe la condena hasta que vuelve a sentir la libertad. Entre muchos otros, destaca ese momento en el que, ya mimetizado en el ambiente carcelario, sufre un ‘despiste’ con consecuencias casi fatales.

Él, completamente ajeno a la vida en prisión, se las arregla para entablar relaciones con otros presos, pero, en un exceso de confianza, se interesa por unas partidas de póker con un grupo nuevo de jugadores rumanos que le tendieron una trampa. Trató de ganarse su confianza contemplando sus partidas y de pronto recibió una invitación para participar. Era uno de sus pasatiempos favoritos y, sí, aceptó. Error.

El grupo apostaba con cerillas y cada una de ellas tenía un valor que Boris, inocente, interpretó como ‘ficticio’. Otro error. “Uno no jugaba por dinero, jugaba por distraerse (…) Era un modo entretenido de matar unas horas y enfocar la mente en otra cosa”, recuerda en su texto antes de contar la otra cara de la moneda.

 “Empecé a perder y seguí perdiendo. A veces perdía estando en buena posición, cuando no me lo esperaba. Otras veces perdía contra dos de ellos y noté que hablaban en rumano entre ellos (…) Si no te dabas cuenta igual jugabas tres horas y perdías muchas partidas“, relata.

Entonces llegó el momento más peligroso: “Un sábado dejé la partida y me dijeron: ‘eh nos debes 500 libras'”. En el libro, Boris recuerda que la cantidad le sorprendió porque, cuando estaba fuera de la cárcel, esa cifra no significaba nada. Eso sí, en prisión podía equivaler al sueldo semanas de la cárcel acumulado durante ocho meses. 

Dudó si pagar o no, pero la tensión crecía cada vez más. “No fueron agresivos la primera o segunda vez, pero… una tarde se presentaron en mi celda con un mensaje sencillo: ‘¿Cuándo vas a pagar?'”, sabía que estaba en problemas. 

Fue en ese momento cuando recibió el consejo de un sabio amigo: “Boris, ese tío está loco. Tienes que pagarle, así son las normas en la cárcel”. Le habían tendido una trampa y, para solventarlo, llamó a un amigo del exterior que le hizo el favor de transferir el dinero a un número de cuenta de los estafadores. Respiró aliviado después de aquello.

Boris, que había conocido el Triunfo en la pista de hierba, supo lidiar esta vez con ese ‘impostor’ que es el Desastre y que pudo costarle un grave problema en su etapa preso en Londres. 

Cortesía de 20 Minutos



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