
La marcha del pasado 15 de noviembre ha suscitado varias interpretaciones y una especie de guerra abierta entre la dupla Presidencia-MORENA contra un conjunto diverso de oposiciones. Las narrativas se enfrentan: para los primeros, fue una marcha violenta, organizada por la derecha, nacional e internacional, e ilegítima. Lo cierto es que fue una marcha pacífica, diversa y saboteada por un grupo de provocadores (bloque negro) y violentada por un cuerpo policíaco que se suponía ya no existía, los granaderos.
Es difícil saber quién creó la idea de esta marcha de la generación Z, sobre todo porque hay dos grupos que se autodenominan así, pero es un hecho que fue alimentada en redes por partidos opositores, empresas y grupos inconformes con el gobierno.
Desde el principio la presidenta Sheinbaum manejó mal el llamado de la generación Z. Precisamente ella, que viene de un movimiento que fue descalificado una y otra vez, debía saber mejor que nadie que una descalificación desde el púlpito presidencial llamaría la atención sobre la convocatoria y la haría crecer, tal y como fue. ¿La movió el temor a un avance de la derecha? Es cierto que las corrientes de derecha han avanzado en América Latina. Argentina, Ecuador, Bolivia y posiblemente Chile han sido los últimos casos.
Igual que su predecesor en el cargo, recurrió a información personal y confidencial de algunos de los impulsores de la protesta. No solo se trató de actos autoritarios, sino posiblemente ilegales. Pero la mandataria fue más allá, acusó una especie de confabulación internacional de derecha y negó toda legitimidad a la llamada al evento. Subida en la soberbia morenista, no se ha dado cuenta de que entre sus funciones no está el dar certificados de legitimidad a las protestas.
Sin embargo, más allá de su origen, la asistencia a la marcha del 15N fue genuina. Las causas eran muchas: paz, fin de la impunidad, desaparecidos, justicia para Carlos Manzo, etc. En efecto, en el contingente había más boomers, generación X y milenials que generación Z, pero eso no le quitó un gramo de validez. Ahora, la novedad es que algunas causas se encontraron con otras y eso debe tener preocupados a los morenistas.
El 15N no llenó el Zócalo, el gobierno capitalino asegura que la asistencia fue de 17 mil personas, así que podemos suponer que el número real fue el doble. Lo que no entiende la presidenta es que las protestas de la Marea Rosa y la del sábado pasado están enmarcadas en el mismo fenómeno: el hartazgo por la violencia y la corrupción, el enojo por la destrucción institucional, las soluciones de escenografía a problemas reales y las dádivas disfrazadas de programas sociales.
El bloque negro fue el anillo al dedo para Sheinbaum, le permitió meternos a todos en el mismo saco y llamarnos violentos, pero a los excesos de ese grupo le siguieron los de la policía y estos fueron imperdonables. Las escenas de brutalidad de granaderos y las acusaciones legales a personas que no tenían nada que ver con los bloquistas solo agrava más la imagen de la mandataria. Ahora se le compara con Díaz Ordaz.
Dedicar mañaneras casi completas a descalificar al 15N y las oposiciones le está saliendo contraproducente a Sheinbaum. Hay muchos otros temas que se están complicando, economía, por ejemplo, y en otros simplemente no hay avances reales, como en desapariciones, la herida abierta más grave que padecemos con 40 desapariciones diarias.
El 15N significó el golpe más serio que ha recibido el gobierno actual, pero no ha sido solamente por la fuerza de los manifestantes, sino por los errores en el manejo del tema, incluyendo las golpizas y arrestos contra manifestantes pacíficos. Se ha publicado en la prensa que el gobierno tiene desde hace tiempo identificadas las células del bloque negro, pero expertos coinciden en que de alguna manera le conviene al gobierno su existencia. Por lo pronto, no parece haber ningún integrante de esos grupos entre los arrestados. Otra metida de pata.
Por otro lado, llama la atención el comentario de Trump en el cual, aludiendo a lo sucedido el 15N, dice que México tiene muchos problemas. Las voces de sus halcones han redoblado sus amenazas de intervención militar directa. Otro golpe para la mandataria.
Sheinbaum perdió, sí, ¿pero eso será un punto de inflexión en su popularidad? Es difícil saberlo, pero conserva intacto el poder que le da tener en sus manos el control del Estado. En la medida que las protestas no se liguen orgánicamente y se desgasten, la coyuntura pasará. Nuevas tragedias arrebatarán la atención.
Le han hecho más daño los Adanes, los hijos de AMLO y todos los corruptos de su partido que, además de serlo, lo presumen.
Cortesía de El Economista
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