La música de Chopin sonó en un ámbito ideal, con la orquesta y el pianista perfectos

La orquesta de cámara Festival Strings Lucerne se presentó en el Teatro Colón junto con el gran pianista argentino Nelson Goerner, en el segundo concierto de la temporada 73ª del Mozarteum, con un programa original y equilibrado. La misma agrupación se presentó en 1975 dirigida por Rudolph Baumbartner y el violionista Gunars Larsens como solista.

En el programa, a modo de hilo conductor, lo clásico, lo romántico y lo contemporáneo dialogan desde distintas perspectivas, un juego de temporalidades y sonoridades que el ensamble llevó con maestría.

Festival Strings Lucerne se fundó en 1956 como orquesta de cuerdas con clave, parte del Festival de Lucerna, actualmente dirigida por el concertino Daniel Dodds, músico de brillantez técnica, profundidad emocional y un tono distintivo. La sonoridad característica del ensamble, con su tono prístino y homogéneo, tiene relación con el uso de valiosos instrumentos históricos de los célebres talleres Amati, Stradivari -Dodds tocó con su Stradivarius de 1717- y Guarneri.

Esa cualidad sonora resaltó en cada una de las delicadas texturas del Concierto N º2 de Chopin que se escuchó en la primera parte, en una versión camarística que, aunque pudo disminuir algo de su impacto dramático, ganó en intimidad.

Difícil pensar el formato y el resultado excepcional que se escuchó sin un pianista con las cualidades de Nelson Goerner. En cada actuación, el artista parece encontrar un grado de verdad cada vez más profundo en su interpretación, resultado de una búsqueda interior en constante expansión. La verdad interpretativa -cuando ocurre, como en este caso- no brilla ni grita. Pero se reconoce: es ese instante donde la música no parece tocada, sino revelada.

En términos de sonido, el pianista sampedrino encuentra un punto de equilibrio entre transparencia y plenitud. Su toque nunca es duro, ni siquiera en los pasajes de bravura del tercer movimiento. Pero tampoco se disuelve en la nebulosa romántica. Hay contorno, dirección y arquitectura: cada curva melódica está dibujada con precisión, pero también con libertad.

Tan cerca del espíritu de Chopin

Nelson Goerner y la orquesta Festival String Lucerne ofrecieron una noche memorable en el Colón. Foto: Liliana Morsia/ el Mozarteum Argentino

Esta combinación -de control y lirismo- es quizá lo que más lo acerca al espíritu chopiniano. Lo mismo puede decirse de su deslumbrante cualidad cantabile: Goerner canta con los dedos. Desde el primer tema del piano en el primer movimiento -una figura descendente, ornamentada y modulante- no busca imponerse por la fuerza, sino encantar por su fluidez. Aquí, el virtuosismo no es una afirmación de poder, sino una prolongación natural del canto.

Incluso en los pasajes más rápidos, permanece fundamentalmente vocal. El pianista logra que la obra respire desde el aliento de la frase. Como en el Larghetto, su fraseo es siempre respirado, flexible, guiado por una lógica interna más poética que retórica. No busca el dramatismo donde no lo hay, y tampoco rellena los silencios con gestos gratuitos.

Es en este segundo movimiento, particularmente, que Goerner logra una de esas rarezas interpretativas: hacer que el piano no parezca tocado, sino cantado desde dentro, como si las notas flotaran naturalmente del instrumento. Una preciosa página lírica se transformó en una suspensión utópica del tiempo musical.

El tercer movimiento, por el contrario, con su ritmo danzante y su impulso vital, trajo una energía extrovertida. Fue un final brillante, no en términos de bravura sino de gracia rítmica. La orquesta acompañó sin rivalizar, se generó una continuidad de gesto, un élan sostenido por la fluidez del discurso pianístico.

El pianista fue largamente ovacionado, después de salir varias veces a saludar, ofreció a modo de bis dos preludios de Rachmaninov, el 7 y 4 del op. 23, y cerró la primera parte del concierto.

Homenaje a Ravel, dentro de otro homenaje

La noche comenzó con una preciosa interpretación del homenaje de Maurice Ravel a Haydn en su Menuet sur le nom d’Haydn (arreglo para orquesta de cuerdas de Cliff Colnet) y, a su vez, un homenaje del ensamble al 150.º aniversario del nacimiento de Ravel. Una picardía la falta de caja acústica, el pesado cortinado que funciona como telón absorbió parte del sonido tan especial del ensamble.

Gran final. Nelson Goerner y la orquesta Festival String Lucerne se llevaron una ovación en el Teatro Colón. Foto: Liliana Morsia/ Mozarteum ArgentinoGran final. Nelson Goerner y la orquesta Festival String Lucerne se llevaron una ovación en el Teatro Colón. Foto: Liliana Morsia/ Mozarteum Argentino

El carácter vibrante de Piccolo concerto grosso, op. 87, obra del compositor franco-suizo Richard Dubugnon que se escuchó a continuación, sufrió menos la absorción sonora.

Escrita en cuatro movimientos para cuarteto de cuerdas solista, orquesta de cuerdas y clavecín (se escuchó sin clavecín), el espíritu lúdico de la obra se anticipa en el título, como señala el compositor en las notas de programa: la contraposición entre “piccolo” y concierto “grosso”, y la oposición anacrónica entre tutti y un grupo de solitas, aquí un cuarteto de cuerdas.

Dubugnon logra un diálogo vital y convincente entre la evocación de la música antigua y un lenguaje armónico y rítmico moderno, como el walking bass y su referencia al jazz en el segundo movimiento; o la fuerza rítmica, casi pop, en el Giocoso que cierra la pieza.

La segunda parte trajo un contraste con el romanticismo más extrovertido y expansivo de la Serenata, op. 48 de Chaikovski. La cualidad sonora de Festival Strings Lucerne, con los músicos tocando de pie, se escuchó en su plenitud. El sonido cálido y homogéneo brindó un plus de expresividad, además de dinámicas y colores, desde pianissimos delicados hasta sonidos más robustos, como en el movimiento final. La interpretación fue precisa y cuidada, desde la nobleza del primer movimiento, pasando a la ligereza del Valse y la desarmante melancolía de la Elegia.

Después de largos aplausos, los músicos se despidieron con Abendlied, op. 85 n.º 12 de Robert Schumann, a modo de bis, en arreglo para orquesta de cuerdas.

Ficha

Festival Strings Lucerne

Calificación: Excelente

Nelson Goerner: piano solista Ciclo: Mozarteum Argentino, segunda función, 73° temporada. Lugar: Teatro Colón, lunes 26 de mayo a las 20.

Cortesía de Clarín



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