La neurociencia confirma que imaginar encuentros positivos cambia el cerebro, incluso sin experiencias reales

Pensar en una conversación agradable, anticipar un buen momento con alguien o recrear una escena futura suele verse como algo inofensivo, casi decorativo. La investigación muestra que la imaginación tiene efectos reales y medibles en el cerebro. No se trata de inspiración ni de optimismo ingenuo, sino de un proceso de aprendizaje que sigue reglas bien conocidas por la neurociencia.

Un equipo internacional de investigadores analizó qué ocurre cuando las personas imaginan interacciones sociales con conocidos. El resultado mostró que el cerebro aprende de lo imaginado como si hubiera pasado de verdad. Las preferencias cambian, las decisiones se ajustan y ciertas regiones cerebrales se activan de manera predecible.

El trabajo, liderado por Aroma Dabas y Roland Benoit, se publicó en la revista científica Nature Communications y combina psicología, modelos de aprendizaje y resonancia magnética funcional. La conclusión rompe una idea muy extendida: aprender no requiere siempre experiencia directa.

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El cerebro activa los mismos circuitos de aprendizaje con experiencias imaginadas que con las reales. Representación con IA. Fuente: Sora / Edgary Rodríguez R.

Aprender sin que pase nada

Normalmente aprendemos cuando algo nos sorprende, para bien o para mal. Si una experiencia resulta mejor de lo esperado, el cerebro registra esa diferencia. A ese desajuste se le llama “error de predicción” y es clave para formar preferencias. Hasta ahora, ese mecanismo se había estudiado sobre todo con recompensas reales, como dinero o comida. Este trabajo demuestra que el mismo proceso se activa con experiencias imaginadas. Basta con que el resultado mental sea más agradable de lo que la persona esperaba.

En otras palabras, el cerebro no distingue tanto entre vivir algo y simularlo internamente. Si la experiencia imaginada resulta positiva e inesperada, el sistema de aprendizaje entra en acción.

Personas conocidas, escenas imaginadas

Para comprobarlo, los investigadores pidieron a los participantes que pensaran en personas de su entorno que les resultaban neutrales. No eran amigos íntimos ni personas rechazadas, sino conocidos cotidianos. Esto permitió observar cambios reales en la valoración posterior.

Durante el experimento, los participantes imaginaban breves escenas con esas personas, algunas agradables y otras neutras o incómodas. Con el tiempo, comenzaron a preferir a quienes aparecían más a menudo en situaciones positivas imaginadas. No hubo contacto real ni interacción física.

Al final del estudio, esas preferencias no se limitaron a la tarea experimental. Cuando se les preguntó después, las personas “mejor imaginadas” también caían mejor en la vida real.

La imaginación genera errores de predicción que influyen en decisiones futuras.
La imaginación genera errores de predicción que influyen en decisiones futuras. Fuente: iStock (composición).

El cerebro responde como si fuera real

Durante el experimento, los participantes realizaron la tarea dentro de un escáner de resonancia magnética funcional, lo que permitió observar qué ocurría en el cerebro mientras imaginaban las interacciones. Las imágenes mostraron que una región clave del sistema de aprendizaje por recompensa, el estriado ventral, se activaba durante estas experiencias mentales.

Esta zona lleva décadas asociándose a la evaluación de resultados positivos y a la formación de preferencias, y su activación suele aparecer cuando algo resulta mejor de lo que se esperaba en la vida real.

Lo relevante no fue solo que esta región se activara, sino cómo lo hacía. La intensidad de la respuesta cerebral variaba en función de cuán inesperadamente agradable resultaba la escena imaginada para cada participante. Cuando la experiencia mental superaba las expectativas previas, la señal era más fuerte, siguiendo el mismo patrón que se observa cuando una persona recibe una recompensa real. Esto indica que el cerebro procesa la sorpresa positiva de la imaginación de manera muy similar a la sorpresa que proviene del entorno.

El análisis también mostró que esta señal no actuaba de forma aislada. El estriado ventral se sincronizaba con la corteza prefrontal dorsomedial, una región implicada en cómo pensamos y recordamos a otras personas.

Esta interacción sugiere que el cerebro no se limita a reaccionar ante una sensación agradable, sino que utiliza esa información para actualizar la representación interna de cada individuo, integrando la experiencia imaginada en la forma en que esa persona queda registrada en la memoria.

Imaginar no es escapar de la realidad: es una forma silenciosa de aprendizaje.
Imaginar no es escapar de la realidad: es una forma silenciosa de aprendizaje. Fuente: iStock (composición).

No es fantasía: es aprendizaje

Para asegurarse de que no se trataba solo de leer frases agradables, los investigadores analizaron lo vívido de las imágenes mentales. Las escenas más intensamente imaginadas provocaron respuestas emocionales más fuertes. Y esas respuestas fueron las que impulsaron el aprendizaje.

Esto refuerza una idea importante: no todas las imaginaciones pesan igual. Cuanto más real se siente una escena en la mente, más impacto tiene en las decisiones futuras. El cerebro trabaja con lo que percibe internamente. El modelo matemático que mejor explicó este comportamiento fue uno clásico del aprendizaje por refuerzo. No hicieron falta teorías nuevas: las reglas conocidas también funcionan para la imaginación.

Por qué esto importa fuera del laboratorio

Estos resultados ayudan a entender por qué pensar repetidamente en ciertos escenarios puede cambiar actitudes y comportamientos. La imaginación no es pasiva: entrena expectativas y elecciones futuras. Esto tiene implicaciones claras en la vida social.

En el ámbito de la salud mental, el hallazgo es doble. La imaginación positiva podría usarse como herramienta, pero la negativa también puede reforzar sesgos dañinos. El estudio recuerda que el cerebro aprende incluso sin contacto con la realidad.

Los autores subrayan que imaginar no siempre es beneficioso. Sin retroalimentación real, el aprendizaje mental puede consolidar errores. Entender este mecanismo es clave para usarlo con cuidado y con sentido clínico.

Referencias

  • Dabas, A., Bruckner, R., Schultz, H. et al. Learning from imagined experiences via an endogenous prediction error. Nat Commun 16, 10845 (2025). doi: 10.1038/s41467-025-66396-2

Cortesía de Muy Interesante



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