Si uno quisiera recomendar una obra de la cartelera porteña al presidente de turno, a los ex presidentes o a cualquier dirigente capaz de haberse metido en el arte de prometer puentes donde no hay ríos, los mandaría hoy al Teatro Alvear.
Lo primero que llama la atención de Los pilares de la sociedad es la vigencia del texto escrito por el dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Pieza publicada en 1877, los 148 años de distancia no logran alejar al espectador, más bien lo maravillan por la actualidad del argumento.
Este Ibsen que parece salir de su tumba para tomar por el cuello a la política argentina moviliza al asistente, lo pone frente a un espejo y, a la vez, desafía su resistencia: son más de 100 minutos de una función que pone contra las cuerdas a ese público de cerebro moldeado por la inmediatez, las redes y la atención fragmentada.
La adaptación de Jorge Suárez (director), Juan Carlos Fontana, Martín Seefeld y Carolina Solari parece ganar la pulseada a pesar de esa hegemonía de “homo virtualis”.
¿Quién sostiene a la sociedad? ¿Alguien carga con mayor peso? ¿Qué tanta espalda tiene que entregar el obrero y cuánta las clases dominantes? ¿Qué calibre de corrupción puede esconderse detrás del maquillaje de la decencia? ¿Gobernar es irremediablemente vincularse con la deshonestidad? Karsten Bernick (Martín Seefeld) es el personaje que dispara todo ese arsenal y más.
Empresario poderoso, dueño de un astillero y alcalde de su pueblo, este pulcro señor es considerado un “pilar de la sociedad” por su rectitud y supuesta filantropía. Detrás de ese traje almidonado, descansan negocios turbios y asuntos del pasado que irán develándose con la inesperada vuelta de dos personas (Gerardo Chendo y Eleonora Wexler).
Más allá de los ribetes gubernamentales, estatales, ministeriales, la pieza es un gran ejercicio de exploración sobre la hipocresía, la doble moral, la fragilidad de los principios, las fachadas sociales y personales, la indignación selectiva y el enceguecimiento del poder.
La primera escena nos da pauta de los temas que sobrevuelan: señoras de la alta sociedad dedicadas a la caridad y, del otro lado, sus criadas. No hay otros roles posibles para ellas en esa era. “Estamos hablando de acciones que las mujeres no podrían comprender”, acota el impune Bernick para dejar en claro la cuestión…
Enseguida, entendemos que hay varias grietas y niveles de sometimiento. Se habla de “ellos” y de “nosotros”, de “los que deben enderezarse” y los que “trabajan” en pos de que el otro “no se corrompa”, de jornaleros y superiores y hasta de sedientos de dominio con delirios mesiánicos.
Con un vestuario propicio que nos instala visualmente en una época y una escenografía sencilla, pero efectiva, este melodrama está sostenido por sólidas actuaciones. Seefeld, por ejemplo, producto esencialmente televisivo, muestra una gran maduración para plantarse en las tablas del Complejo Teatral de Buenos Aires. De Wexler no sorprende su altura para el rol: actúa desde niña -hace más de 40 años- y está acostumbrada a clásicos y a escenarios más solemnes.
Los pilares de la sociedad es una de las piezas menos representadas del autor (aquí tuvo un montaje en el San Martín en 1986, con dirección de Roberto Villanueva). No deja indiferente a un público que identifica los paradigmas de más de un siglo atrás y que, al mismo tiempo, queda perplejo al entender que en ciertas cuestiones…. todo ha cambiado para que nada cambie.
Autor: Henrik Ibsen. Adaptación: Jorge Suárez, Juan Carlos Fontana, Martín Seefeld, Carolina Solari. Dirección adjunta: Eduardo Gondell. Dirección general: Jorge Suárez. Elenco: Martín Seefeld, Eleonora Wexler, Mara Bestelli, Gerardo Chendo, Edgardo Moreira, Pablo Finamore, Antonia Bengoechea, Alfredo Castellani, Daniela Catz, Susana Giannone, Gilda Scarpetta, Agustín Suárez, Lolo Crespo, Fernando Sureda, Luis Longhi y Donata Girotti.
Cortesía de Clarín
Dejanos un comentario: