En su libro Escenarios clave de la Segunda Guerra Mundial, el catedrático de Electromagnetismo en la Facultad de Física de la Universidad de Sevilla y divulgador científico Manuel J. Freire repasa algunos de los momentos menos conocidos, pero decisivos, del conflicto bélico más devastador del siglo XX. Entre ellos destaca una hipótesis inquietante: ¿qué habría ocurrido si la primera bomba atómica hubiese estallado sobre Berlín, y no sobre Hiroshima? Esta pregunta no solo alimenta la ucronía, sino que nos obliga a mirar hacia un episodio real que estuvo a punto de reescribir la historia: la carrera contrarreloj para impedir que la Alemania nazi desarrollara su propia bomba atómica.
A menudo eclipsada por el Proyecto Manhattan y las explosiones de Hiroshima y Nagasaki, la Operación Alsos fue una compleja misión de espionaje científico y militar cuyo objetivo era identificar, rastrear y desmantelar el programa nuclear alemán. No fue una aventura de novela. Fue real, arriesgada y crucial.
El temor que venía del átomo
A comienzos de los años 40, tanto los aliados como el Eje sabían que la energía nuclear tenía un potencial destructivo inimaginable. Tras la escisión del átomo en 1938 por los físicos Otto Hahn y Fritz Strassmann —un descubrimiento realizado en Berlín—, el mundo científico entendió que la fisión podía liberar una enorme cantidad de energía. La posibilidad de desarrollar una bomba atómica dejó de ser una idea teórica para convertirse en una cuestión de urgencia militar.
Mientras Estados Unidos iniciaba en secreto el Proyecto Manhattan con el apoyo de científicos emigrados como Einstein, Fermi o Szilárd, la inteligencia aliada temía que Alemania estuviera desarrollando su propia versión. Y no era un temor infundado. Al otro lado del frente, figuras como Werner Heisenberg, premio Nobel y uno de los padres de la mecánica cuántica, trabajaban en instalaciones científicas bajo supervisión del régimen nazi.
La pregunta no era si podían hacerlo. Era cuán cerca estaban de lograrlo.

Espías, científicos y soldados: nace la Operación Alsos
En ese contexto de incertidumbre nació la Operación Alsos, un programa secreto lanzado por Estados Unidos en 1943, justo después de la invasión aliada de Italia. El nombre en griego, que significa “bosque”, encubría una de las misiones más delicadas del conflicto: descubrir qué sabía Alemania sobre energía nuclear, destruir instalaciones estratégicas y, si era necesario, capturar o neutralizar a los científicos clave del Reich.
Lo llamativo de Alsos no era solo su objetivo, sino su composición. Era una unidad híbrida de militares, agentes de inteligencia y físicos nucleares, liderada por el coronel Boris Pash y asesorada por el físico Samuel Goudsmit, un experto en espectroscopía que conocía personalmente a muchos de los científicos alemanes involucrados en el esfuerzo nuclear.
Conforme los Aliados avanzaban por Europa occidental, equipos de Alsos entraban tras las líneas para inspeccionar universidades, laboratorios y fábricas. Interrogaban a académicos, confiscaban documentos y analizaban instalaciones con ojos de científicos, no solo de soldados.
Lo que encontraron (y lo que no)
Una de las claves que desvela el libro de Manuel J. Freire es cómo el avance militar en determinados frentes, como el del puente de Remagen, aceleró la llegada de los agentes de Alsos a zonas sensibles antes de que los alemanes pudieran destruir pruebas o evacuar científicos. Fue una carrera contrarreloj.
Durante 1944 y principios de 1945, los equipos de Alsos recorrieron varias ciudades alemanas, suizas y francesas, localizando reactores experimentales inacabados, uranio almacenado y materiales útiles para la fisión. Lo más preocupante era que no estaba claro hasta qué punto Heisenberg y su equipo estaban cerca de conseguir una reacción en cadena controlada.
La información era fragmentaria, los informes contradictorios. Algunos científicos alemanes parecían colaborar con desgana, mientras que otros mostraban signos de confusión o incluso sabotaje intencional del propio programa nazi. ¿Realmente Heisenberg quería que Hitler tuviera la bomba?
Pero la respuesta definitiva llegó en el sur de Alemania, en los últimos días de la guerra, cuando la unidad Alsos capturó un reactor nuclear experimental oculto en una cueva en Haigerloch. Estaba lejos de ser operativo. Los científicos no habían logrado desarrollar una masa crítica ni obtener suficiente agua pesada. El programa alemán estaba mucho menos avanzado de lo que se temía.

El interrogatorio de los sabios
La historia no terminó con el fin de la guerra. Los físicos alemanes más relevantes fueron enviados a Farm Hall, una casa en el Reino Unido vigilada por micrófonos ocultos. Durante semanas, sus conversaciones fueron grabadas sin que lo supieran.
Cuando en agosto de 1945 se anunció el bombardeo de Hiroshima, las grabaciones revelaron sorpresa, confusión e incluso incredulidad entre los científicos. Heisenberg intentó explicar los principios del arma, pero quedó claro que ni él ni sus colegas habían alcanzado el conocimiento técnico para construirla. Eso sí, las conversaciones dejaron una pregunta en el aire: ¿no pudieron… o no quisieron?
La Operación Alsos no protagonizó portadas ni desfiles, pero fue un triunfo silencioso de la ciencia y la inteligencia. Evitar que la Alemania nazi desarrollara un arma nuclear cambió el destino de Europa y del mundo. Si la bomba atómica hubiera estado en manos del Tercer Reich, la historia del siglo XX podría haber sido muy distinta.
En lugar de Berlín, la bomba cayó en Hiroshima. Pero la amenaza fue real, y solo una combinación de espionaje, ciencia y estrategia logró evitar una tragedia aún mayor.
Escenarios clave de la Segunda Guerra Mundial de Manuel J. Freire
Este episodio, como muchos otros igual de sorprendentes, forma parte de los analizados en el libro Escenarios clave de la Segunda Guerra Mundial, escrito por Manuel J. Freire y publicado por la editorial Pinolia. Lejos de limitarse a las grandes batallas o a las figuras más conocidas, Freire escoge momentos aparentemente secundarios que, al analizarlos con lupa, se revelan como puntos de inflexión cruciales.
La virtud del autor está en combinar conocimiento científico con una mirada profundamente humana e histórica. Como físico, aporta una comprensión técnica sólida, pero su estilo narrativo atrapa como si se tratara de una novela. Casos como el fallido sabotaje del puente de Remagen, las intrigas del almirante Canaris o los dilemas morales de los científicos alemanes están tratados con una mezcla perfecta de rigor y emoción.
En definitiva, se trata de una obra ideal para quienes buscan comprender cómo los pequeños detalles, las decisiones en la sombra y los personajes secundarios definieron el rumbo de la guerra. Una lectura imprescindible para cualquier amante de la historia del siglo XX. Y si quieres saber más, no te pierdas en exclusiva un extracto del primer capítulo de este libro.

Cortesía de Muy Interesante
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