
Si yo fuera empresario en México le pediría al gobierno que se encargue de los suyos, inspectores y funcionarios de todos los niveles, que a los malosos yo buscaría cómo enfrentarlos.
Sí, porque se anuncian programas para combatir la extorsión y el derecho de piso, que, en efecto, son un gravísimo problema, incluso ya le costó la vida a muchas personas.
Sin embargo, son incontables las extorsiones que los empresarios, pequeños, medianos y grandes, deben enfrentar cuando hacen cualquier trámite. Me decía un prestador de servicios: “hasta los bomberos ya están en el soborno”, porque resulta que en algunos gobiernos los “tragafuego”, así les decían los viejos periodistas policíacos, ya se encargan de los departamentos de protección civil.
Ahora palidece la mordida a los agentes de tránsito o a los polis, se ha pasado a los grandes sobornos. Hace muchos años se daba por descontado el diezmo, ya sabías que ante permisos y trámites tendrías que caerte con el10%, luego el 15 y, en los últimos gobiernos, se habla hasta del 30% y en efectivo.
Desde que se inicia un proyecto hay que entrarle con la autorización de planos de obras y, en el trayecto, van apareciendo los inspectores o funcionarios que dan la autorización. Me platicaba un comerciante que, antes de abrir su negocio, le hicieron la revisión; todo lo había cumplido, pero no se salvó, le dijeron que cubría con todos los requisitos, pero igual tendría que apoyar la campaña de determinado candidato.
Uno más sufrió la clausura del negocio y le dijeron que, para empezar, tendría que ponerse con cinco millones.
La cadena es interminable. Los pequeños, como tianguistas, deben pagar derecho de piso a quienes controlan la zona y cooperar, es un decir, con los inspectores, que igual cobran cuota que se despachan con producto, comida, zapatos, ropa, depende del giro del puesto. Antes debieron pagarle a los guardianes que, en las carreteras, vacunan a los tianguistas que llevan sus mercancías de centros de distribución en el Estado de México, Guanajuato, Jalisco y otros estados.
Hace unos 30 años la lucha contra la corrupción se simbolizaba con una manzana mordida y la leyenda “Evita la mordida”. Eran campañas desde gobiernos panistas de Chihuahua y Baja California. Algo se hizo, pero después les gustó hasta llegar al momento en que nos encontramos: la corrupción se instaló en gobiernos de todas las procedencias políticas.
¿Y qué decir de las cuotas de cámaras empresariales? Porque resulta que todos los negocios tienen que pagar una cuota por una membresía que les sirve para maldita cosa. En muchos casos, tienes que pegar una calcomanía para demostrar que pagaste. Aunque no tengan autoridad, amenazan con clausurar el negocio; por ejemplo, te echan al SAT. ¿A cambio de qué? De una representación que solo beneficia a los líderes, algunos muy cercanos al poder en turno. Hace mucho que en México no hay verdaderos líderes empresariales que defiendan la causa de sus agremiados.
Por supuesto, urgen acciones para frenar la extorsión y/o el pago de derecho de piso a grupos delictivos en todo el territorio nacional. Hay pequeños poblados donde les cobran hasta a las pollerías, paleterías, tiendas de abarrotes y otros giros.
Acabar con esas prácticas tomará su tiempo, pero donde sí que se puede avanzar es contra la otra extorsión, la de funcionarios de los tres niveles de gobierno. Y no, no se trata de los emisarios del pasado: el soborno es muy, pero muy actual.
Cortesía de El Economista
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