
A diez meses del inicio de la actual administración, el desabasto de medicamentos y demás insumos médicos en el IMSS, ISSSTE e IMSS Bienestar sigue sin resolverse, prolongando el sufrimiento de pacientes y evidenciando una cadena de errores, descoordinación y decisiones cuestionables. Lo que parecía un problema complejo pero manejable se ha convertido en un embrollo burocrático que nadie termina de explicar.
El último compromiso, expresado por la presidenta Claudia Sheinbaum en su conferencia, es que en este mes de julio quedaría resuelto, pero no se ven elementos para esperar que lo logren. Y en ello coinciden muchos actores que participan en el proceso.
El origen del problema es multifacético. Primero, la falta de una planificación sólida y con conocimiento técnico dejó al sistema de salud pública sin una estrategia clara para garantizar el abasto, después de que desbarataron el esquema anterior que seguro no era perfecto pero funcionó por décadas. La cancelación de la megacompra prevista para cubrir las necesidades de 2025 y 2026 fue un golpe duro, resultado de procesos mal diseñados y decisiones improvisadas. Luego, las compras directas y los esquemas de licitación han sido lentos y desordenados, con meses de retrasos en la selección de proveedores. A esto se suma la millonaria deuda acumulada con empresas proveedoras, que, sin recibir pagos, enfrentan dificultades, y se reduce el número de las que pueden seguir produciendo y surtiendo al gobierno.
Aunque finalmente se definieron las fabricantes ganadoras y se firmaron contratos, el problema ahora está en la distribución. Aquí es donde el desorden alcanza su clímax. Nadie parece asumir el liderazgo. Entre la Secretaría de Salud, el IMSS, IMSS Bienestar y Birmex, se echan la bolita, y el resultado es una parálisis absoluta. Los distribuidores, que son quienes realmente mueven los medicamentos, enfrentan un panorama caótico. Curiosamente, los pocos que operan con ética y cumplen con las normas de Cofepris están parados, mientras que aquellos que trabajan en el desorden y sin apego a la regulación parecen llevarse los contratos. Es el mundo al revés.
Esta no es una historia nueva. El sexenio pasado ya vimos un guión similar: cuando creyeron haber resuelto el abasto, se dieron cuenta de que habían olvidado un “pequeño detalle”: la distribución. La licitación anulada incluía un esquema para el reparto, pero tras su cancelación, este aspecto quedó en el aire. Ahora, Birmex, que supuestamente lidera el proceso, no termina de firmar contratos para la distribución, y el avance es mínimo.
Quienes están en las negociaciones, en la firma de contratos y en la operación logística viven una realidad opuesta al discurso oficial: una parálisis que lleva meses y una indolencia de las autoridades que no terminan de resolver. A estas alturas, el argumento de que se debe esperar a que el 100% de los contratos esté adjudicado para avanzar con la distribución —cuando ya se tiene el 80%— suena más a pretexto que a estrategia. ¿Por qué no empezar con lo que ya está listo? Este retraso inexplicable solo agrava el sufrimiento en hospitales.
Otro misterio es la inacción de las propias instituciones médicas. A pesar del evidente desabasto, muchas no están solicitando los insumos que necesitan. ¿Por qué? ¿Falta de comunicación, desorganización interna o miedo a reportar carencias? Nadie lo explica con claridad.
El desabasto de medicamentos no es un problema nuevo ni imposible de resolver. No se trata de inventar el agua tibia, sino de aplicar una planeación efectiva, coordinación interinstitucional y voluntad para priorizar a los pacientes. A diez meses de iniciado este gobierno, la falta de una solución clara refleja no solo una carencia de oficio, sino una indiferencia que está costando vidas. La pregunta sigue en el aire: ¿quién toma las riendas y cuándo se pondrá punto final a esta crisis?
Preocupación de AMIIF por la posición de su director
Al interior de AMIIF, la asociación que integra a las farmacéuticas de investigación en México, principalmente trasnacionales, hay gran preocupación por las declaraciones de su director ejecutivo Larry Rubin quien descuidó esta posición al hacer declaraciones como presidente de American Society, en la gala de bienvenida del embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson. Ahí Larry emitió abiertas críticas a la gestión de la presidenta Sheinbaum y justificó las acciones de presión de Trump contra México. Julio Ordaz, presidente de AMIIF, ya le debió hacer explicado a su director que con ello pone en riesgo la relación estratégica del sector con las autoridades. Ya nos imaginamos la inconformidad al interior de la asociación que no sólo representa a compañías americanas, también hay europeas, asiáticas, mexicanas, etc. Lo que sucedió el sábado contrastó demasiado con el buen resultado logrado por Larry y su equipo en la Semana de la Innovación donde mostraron excelente relación con las autoridades de Salud, todos muy cordiales y abiertos, empezando por el secretario David Kershenobich y la secretaria del Consejo de Salubridad, Patricia Clark.
CNDH se pronuncia en favor de médicos residentes
La CNDH decidió meterse al tema de los residentes médicos y el lunes emitió un pronunciamiento en contra del maltrato y abuso a que son sujetos, indicando que en breve sacará un Informe Especial y “por de pronto”, exhortó a las médicas y médicos residentes y a la sociedad a romper el pacto de silencio, y erradicar la complicidad frente a estas realidades, sin reproducir mecanismos de violencia que atentan contra la dignidad humana. Dijo en su comunicado que todas esas prácticas, son “amparadas en un modelo que asemeja el esquema de castas jerárquicas que perpetúa la subordinación, el menosprecio a su trabajo académico y de cuidado, y la discriminación. Condiciones, por lo demás, que no aportan ningún valor pedagógico, ni sirven para formar mejores médicas ni médicos; al contrario, destruyen vocaciones, precarizan vidas y ponen en riesgo la atención de la salud de la población derechohabiente”.
Cortesía de El Economista
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