Hay una película que, sin tanta publicidad, paga o de arriba, destronó desde que estrenó hace unos días a Homo Argentum, de Mariano Cohn y Gastón Duprat. El tanque argentino con Guillermo Francella, que en cuestión de dos semanas o menos se constituyó en el filme más taquillero del cine argentino desde que estalló la pandemia allá lejos y hace tiempo.
¿Cuál es? Es El conjuro 4: Ultimos ritos, la película de terror con la que, se insiste, se termina la saga troncal del matrimonio Warren, esos investigadores paranormales. Una pena, porque como han podido resolver casos imposibles, con o sin muñecas poseídas, casas embrujadas y monjas malditas, podrían venir, analizar la endemoniada realidad argentina, la grieta y demás, y en una de ésas, zafamos.
Los Warren son tanto o más reales que los 16 personajes que interpreta Francella en la película de los directores de El ciudadano ilustre y El encargado. Las historias de las películas que fueron creadas en un principio por James Wan (el que arrancó con El juego del miedo y terminó -terminó hasta en un sentido metafórico- con Aquaman) se basan en hechos reales. Las que interpreta, Francella, ni. Siempre es fácil reconocer a los hipócritas, a los agrandados, a los chantas.
Y no estaba hablando de los Warren.
Video
Trailer de “El conjuro 4: últimos ritos”
¿El conjuro 4 vs Homo Argentum?
La frialdad de los números establece que, y desde su primer día, el jueves de su estreno, El conjuro 4 vendió más entradas que Homo Argentum.
Y no es una campaña antiargentina.
No precisó El conjuro 4: Ultimos ritos que abrieran la boca ni el Presidente Javier Milei ni Pablo Echarri, tampoco Moria Casán ni Nancy Pazos. La habrá ayudado el boca en boca, al margen de que en nuestro país el cine del género del horror tiene sus adictos: todas la semanas hay una de terror que se estrena en los cines.
El jueves de su estreno, El conjuro 4 fue vista por 106.853 espectadores.
Homo Argentum, el jueves 14 de agosto, previo al viernes feriado, por 75.038.
Y así fue día tras día. El primer finde de la argentina, cortó 477.497 entradas en 470 pantallas. La hollywoodense, 618.206 en 581.

Y la primera semana completa vieron Homo Argentum 692.529 personas, y El conjuro 4, 843.615.
Una grieta, otra grieta
Ya sé, como hay grieta también acá, no faltarán los que cuestiones los números, y salten y digan “pero no vas a comparar un producto que viene de Hollywood con uno nacional”, cuando, en verdad, son lo mismo -películas-, venden lo mismo -entradas- y son vistos por los mismos espectadores.
Hasta el precio de las entradas son iguales.
Por qué las comparaciones
Pero ¿a qué vamos con las comparaciones?
Las comparaciones son odiosas. Desde siempre. No hablamos de Coca o Pepsi, Maradona o Messi, o Francella y Darín o Cohn o Duprat, para meternos más de lleno en el territorio del cine.
Lo bueno es recordar que tanto el éxito de Homo Argentum, que tan bienvenido es, como el del foráneo, vendepatria y yankees go home de El conjuro 4 le dejan al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales el 10 % del valor de cada entrada que el espectador pagó para ver una u otra. O cualquier película en una sala de cine argentina.
Al cierre de esta edición, y con las cifras que maneja Ultracine, los 1.581.394 tickets vendidos por Homo Argentum (la tercera película más vista de todas las estrenadas este año) y los 897.207 de El conjuro 4 (en 8 días en cartel ya está octava en ese ranking) suman $17.810.334.876, por lo que aportan a las arcas del INCAA (y para fomentar al cine argentino) unos $1.781.033.387,60.
¿Al cambio oficial? Son 1.219.885 dólares, sólo entre ellas dos.
Multiplíquenlo por 10, y ya vamos por los 12.198. 850 dólares en lo que va del año.
O sea que al cine argentino, si se lo fomenta y se utiliza esa plata destinada a financiar películas, le viene bárbaro, fenómeno que Homo Argentum venda millones de entradas. Lo mismo que El conjuro 4.
Traigan más, estrenen más películas exitosas, que algún día todo ese dineral que queda para el cine argentino será utilizado.
Porque para eso se recauda el 10%.
Que así sea.
Cortesía de Clarín
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