“Me dijo que necesita más armas, pero lleva tres años diciendo eso”.
La expresión de Donald Trump al siguiente día de su breve encuentro en la Basílica de San Pedro, el pasado sábado 26 de abril, parece aludir a una personalidad presa de sus obsesiones y no necesariamente al presidente ucraniano. Al parecer, la insistencia en el envío de armamentos se ha convertido en uno de los principales rasgos del carácter de Volodímir Zelenski, el mandatario que no duda en hacer valer sus exigencias, incluso, en medio del funeral del Papa Francisco, en momentos en que se multiplican los pedidos por la paz y los llamados a poner fin a la guerra.
Desde la semana pasada circulan propuestas y contrapropuestas para poner fin a la guerra entre Ucrania y Rusia. Más allá de los planteos tentativos esbozados desde Washington y desde Kiev, con apoyo de Bruselas, no hay todavía nada definido en cuanto a la cesión de territorios y, menos aún, sobre lo que las potencias occidentales critican como las supuestas “concesiones” otorgadas por Estados Unidos, apenas algunas medidas racionales para avanzar en la posguerra y posibilitar la recuperación de Rusia en medio de un contexto difícil, incluso, para la economía europea.
Hoy prácticamente todo está en la mesa de negociaciones. Sin embargo, hay dos proyectos sobre los que Washington no está dispuesto a bajarse: el negocio para la extracción de minerales y tierras raras y la defensa del “derecho soberano” de Ucrania a mantener fuerzas armadas adecuadamente equipadas como parte central del futuro acuerdo de paz.
Este eje no es menor ya que el interés de Occidente en asegurar las garantías de defensa para Kiev desafía directamente uno de los principales objetivos del Kremlin: lograr la desmilitarización de Ucrania. La relevancia creciente de este factor motivó en buena medida la última reunión celebrada en Moscú el pasado 25 de abril entre Vladimir Putin y Steve Witkoff, el empresario en bienes raíces devenido ahora en el principal negociador internacional de Trump, gracias a su amistad y a una estrecha confianza construida a lo largo de más de tres décadas.
El rearme es un objetivo de máxima prioridad para Ucrania, de ahí que el 9 de abril Zelenski anunció su interés en la compra de armamento producido en los Estados Unidos por un valor de 50 mil millones de dólares lo que, en sus palabras, constituye un requisito fundamental para disuadir cualquier nuevo ataque de Rusia en el futuro.
Según Zelenski, Ucrania podría asumir “una gran variedad de formatos y herramientas” para afrontar una adquisición tan costosa como ésta, la que podría alterar radicalmente el diálogo que hoy existe Washington y Moscú, si es que Kiev pretende utilizar parte de los activos rusos congelados, y en posesión de la Unión Europea, para solventar esta operación comercial.
En caso de acceder y más allá de las diferencias políticas entre sus gobernantes, Washington continuaría siendo el principal donante militar de Kiev una vez terminada la guerra a gran escala.
Según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, la Casa Blanca ha proporcionado 119.800 millones de dólares en ayuda a Ucrania desde febrero de 2022, incluyendo 67.100 millones de dólares en ayuda militar, 49.000 millones de dólares en ayuda financiera y 3.600 millones de dólares en apoyo humanitario. Pero tras la acalorada reunión de Zelenski y Trump en la Oficina Oval el 28 de febrero, Washington suspendió las entregas de ayuda militar.
Pero el indisimulado interés de Zelenski por contar con un arsenal cada vez más amplio, diverso y sofisticado no se saciaría con este nuevo acuerdo multimillonario con el gobierno estadounidense, así como tampoco con los envíos regulares con los que se ha comprometido la Unión Europea.
Una de las últimas iniciativas del gobierno ucraniano ha sido la puesta en marcha de Brave1 Market, un mercado en línea que ofrece a las unidades militares ucranianas una nueva forma de acceder rápidamente a tecnologías innovadoras, desde drones y robots terrestres hasta sistemas basados en inteligencia artificial e instrumentos de vanguardia en la guerra electrónica. En un inicio, los productos exhibidos se podrán adquirir con el presupuesto de cada unidad de combate, pero próximamente, se innovará mediante un sistema de “ePoints” otorgados a quienes confirmen la destrucción de equipos militares rusos mediante grabaciones de video realizadas desde drones.
Y, por supuesto, en caso de que finalmente se concrete el multimillonario acuerdo militar y comercial con Estados Unidos, se descuenta que buena parte del armamento transferido se utilizará para alimentar al mercado negro con centro en Ucrania y que mantiene ramificaciones en escenarios tan diversos como Europa, África y Medio Oriente, según distintas investigaciones periodísticas han informado en estos últimos años de acuerdo con denuncias presentadas por gobiernos y por interpol.
La obsesión de Zelenski por los recursos militares, por último, sería funcional a las actuales necesidades económicas de los Estados Unidos. Los gerentes y empresarios de las corporaciones industriales y militares no pueden menos que sentirse alborozados frente a los próximos pasos del gobierno republicano: además del proyecto de Ucrania, se espera la firma en mayo de otro acuerdo comercial con Arabia Saudita para el envío de armamento por más de cien mil millones de dólares.
Cortesía de Página 12
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