
No hay razones para mostrar aliento y esperanza ante la situación de la política doméstica y la geopolítica mundial que atestiguamos en la actualidad. Eso nos dice Andrea Rizzi en un magnífico ensayo titulado “La era de la revancha” donde analiza las múltiples razones de nuestros malestares sociales y nuestros propios desencuentros.
No hay razones para alegrarse, dice Rizzi, pero sí para tomar parte de responsabilidad en el cambio necesario y que nos invita a salir del conformismo y a discutir de frente ante la peligrosidad permanente. Porque sí, discutir y dialogar se ha vuelto peligroso, significa un acto de resistencia que debemos proteger. México antes vivía a partir del significado de la lucha, hoy lo hace, a partir del significado de la resistencia.
Recobro a Rizzi para repensar en lo que en las últimas semanas hemos visto en el país y que refieren lo que llamo una “plasticidad política” e interpretativa de nuestra realidad. Vayamos por pasos. La violencia se ha instalado como parte de nuestra vida cotidiana y política en función de los intereses de la política, pero no de un nosotros colectivo.
El pleito entre alito moreno y noroña (ambos los escribo sin mayúsculas porque les considero personas diminutas) no es solo el claro ejemplo del machismo mexicano, porque reducirlo a eso, sería banal. Ambos personajes son un ejemplo de todo aquello que legitima en lo cotidiano las violencias de género porque es necesario dejarlo claro, la violencia es un ejercicio racional y una elección personal. Quien ejerce violencia puede decidir no hacerlo. En ese sentido, alito y noroña ejercieron violencia de forma racional y desde ese sentido, deciden cómo reaccionar ante sus actos y en función de sus propios intereses. Su infantilidad, discute quién golpeó primero y quién es más corrupto.
Se victimizan irracionalmente asemejándose como una mujer violada que sufre, en un país en donde alrededor de 200 mujeres son violadas cada día en este país, sencillamente inaudito. Uno quiere mostrar que no es macho porque su mamá le enseñó a planchar desde que tenía 16 años (video de alito en la red X). Ninguno acepta un error ni pide disculpas. Ambos han decidido accionar una suerte de plasticidad política en donde justifican todo tipo de violencias que defienden algo que nos es irracional pero siempre masculinizado, la soberanía del país. Su plasticidad legitima la violencia que vivimos todos los días en este país, sobre todo, las mujeres.
La plasticidad política es esa manera de transformar los componentes de nuestras lógicas estructurales y culturales tradicionales y democráticas, en formas etéreas que funcionan en beneficio de los propios actores políticos para su justificación y beneficio, legitimando la violencia como vehículo. La plasticidad es la transformación de lo legítimo, aceptado y tradicional por encima de lo instrumental; eso que se usa para buscar beneficio simbólico y de interés personal. Se usa como herramienta de legitimación de intereses, pero no de causas, desde lo individual pero no lo colectivo.
Siempre justifica, nunca explica. Siempre excusa, nunca se disculpa. Perpetúa la violencia y la transfiguración como forma de legitimación de un proyecto individual y/o de partido. La plasticidad política es irrespetuosa de nuestra propia ciudadanía.
Es entonces que se plastifica la violencia política en razón de género, no para proteger a las mujeres que hacen política, sino para castigar cualquier acción que señale un acto de corrupción y tráfico de influencias que ellas mismas ejercen a través de actos de censura (recordemos el caso de la diputada “dato protegido”). Se plastifican los rituales de inauguración de la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación transformando los múltiples rituales tradicionales de pueblos originarios que suelen ser privados, a exposiciones públicas que solo son simbólicas y que distan de ser reales (dicho por expertos Mixes). Se plastifica también el significado del diálogo para construir la democracia.
México vive en la era de la revancha, en la edad de la ira, en la era de la plasticidad política que busca legitimar intereses individuales y partidistas por encima de los colectivos. Como dice Rizzi, lo único que nos queda es activar la indignación transformada en acción colectiva. Cuestionar nuestro conformismo. Transformar nuestras formas de resistir ante lo indigno que es ser gobernados/as por la clase política actual violenta y aristocrática sin distingo de partidos. Contrarrestar la plasticidad política no es solo una acción de indignación, es una transformación colectiva que decide hacerle frente a la peligrosidad. Resistir racionalmente, tendría que significar nuestra nueva esperanza, y eso solo se hace desde un nosotros, no a partir de un ustedes (el poder). Resignificar la resistencia, tendría que ser nuestra elección.
Cortesía de El Informador
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