
Para los gobiernos, ninguna protesta ajena es legítima. La mayoría de los gobiernos llegaron al poder después de haber tomado las calles, pero no toleran a los ciudadanos que lo hacen. El razonamiento es muy sencillo: nosotros protestábamos porque los malos estaban en el poder, hoy que estamos nosotros los buenos, nadie tiene justificación para protestar.
El argumento de la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, de que los transportistas no tienen razón en manifestarse porque ellos son un Gobierno abierto al dialogo es exactamente el mismo que usaba el Gobierno de Vicente Fox. Aquellos, como estos, se sentían moralmente superiores y cuando esos sucede, da igual en qué espectro de la banda ideológica se acomoden, reaccionan igual: les importa más tener la razón que entender y resolver el problema.
Hace unas semanas, la Presidenta Claudia Sheinbaum se enojó porque los maestros de la CNTE protestaron contra su Gobierno. Ella misma los recibió, cosa que no hace con casi nadie, y luego se extrañó de que siguieran en la calle. Los compañeros de viaje se rebelaron. El Gobierno de Sheinbaum parece haber olvidado una de las máximas del poder: en política no hay aliados permanentes, hay compañeros de batalla.
Por supuesto que para la Presidenta resulta incómodo y contradictorio que, así como los maestros no se sientes satisfechos, hoy los transportistas cuestionen la seguridad, cuando lo que más presume en las Mañaneras es la reducción de delitos. O más aún, que los campesinos, a esos que la propaganda oficial dice haber rescatado del olvido en que los tenían los neoliberales, salgan a protestar porque la política agropecuaria, fuera buena o mala, simplemente desapareció por voluntad del Tlatoani.
Tiene razón la Presidenta en estar preocupada. Lo que acabó con el Gobierno de Dilma Rousseff en Brasil, tras un muy popular Gobierno socialista de Luis Ignacio Lula Da Silva, fueron las protestas, allá detonadas por un aumento al precio del transporte tras varios desencuentros con su base social por la aplicación de medidas presupuestarias.
Entender la protesta y darle salidas políticas, así como entender las razones del mal humor social es fundamental para la gobernabilidad de cualquier país. La falta de entendimiento de la secretaria de Gobernación, que piensa más en la protección de “legado” de López Obrador que, en la gobernabilidad del país, así como la diversidad de los grupos que protestan -maestros, generación zeta, agricultores, transportistas- son un síntoma inequívoco de que la relación entre Gobierno y sociedad no está funcionando. La presidenta necesita ampliar y renovar su círculo de escucha, porque, como el cornudo, el político en problemas es siempre el último que se entera que los tiene.
Cortesía de El Informador
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