La tecnología tras la teleasistencia: conectados por un botón

Desde sus albores, la humanidad ha tratado de vivir no solo más, sino mejor. ¿Son ambas cosas compatibles? ¿Cómo es posible conforme avanza la edad? Pues, paradójicamente, esto es así, en parte, gracias a las ciencias básicas como la física.

El tópico literario tempus fugit es irrevocable por el momento y, ni la tecnología ni la medicina han podido (todavía) detener el avance del tiempo. Con la ciencia podemos intentar frenarlo, y ganar terreno poco a poco. Sin embargo, lo único que está en nuestras manos es anticiparnos, tal y como decía el escritor romano Vegecio (apellido muy apropiado para el tema), el cual acuñó la archiconocida frase: si vis pacem, para bellum (o si quieres la paz, prepárate para la guerra). Ese es exactamente el papel que debe jugar la física, la ciencia y la tecnología en la vejez: para la prevención. 

El modelo de asistencia sanitaria ha sufrido cambios en las últimas décadas. El paradigma del envejecimiento activo ha sustituido al de la discapacidad: mejorar la calidad de vida de las personas a medida que adquieren sabiduría (y canas). Desde sistemas de atención a la carta, hasta hogares inteligentes: la física y la ingeniería no solo se enfocan en el usuario, otorgándole autonomía y seguridad cuando sea necesario, sino también en el cuidador, dándole soporte y asumiendo algunas de sus responsabilidades. 

Asistencia adultos mayores
Botones de ayuda, videollamadas médicas y sensores de seguridad crean hogares más humanos y atentos. Imagen: iStock (composición ERR)

La tecnología nos conecta

Pensemos en un punto clave del hogar donde colocar un sensor que indique que algo no anda bien con nuestra rutina, por ejemplo, la nevera. Se trata de un electrodoméstico que se abre diariamente… con el que se adquieren hábitos. Como decía Charles Dickens: “el ser humano es un animal de costumbres”.

Si dicho sensor de apertura pasa demasiadas horas sin activarse, puede indicar que algo va mal y solicitar el envío de asistencia en caso necesario. Imaginemos ahora tener además un botón que nos conecte al instante con profesionales de apoyo a los que se pueda solicitar ayuda o con los que simplemente podamos hablar. O bien, pensemos en un detector de caídas o incluso en una monitorización que advierta ante cambios bruscos de hábitos. Hoy todo esto es posible y se engloba bajo el nombre de teleasistencia.

La teleasistencia médica comprende actividades de atención sanitaria a distancia. Las tecnologías de la información y comunicación (TIC), se enfocan principalmente en las comunicaciones inalámbricas de tercera (y sucesivas) generaciones (3G). Estas suponen menos cables y mejor ancho de banda en la transmisión. Esto, a su vez, posibilita una mayor transmisión de datos, entre los que pueden estar las constantes vitales, expedientes clínicos, pruebas de imagen o llamadas con vídeo. Pero, por si todavía no había surgido la inquietud, se podría plantear la pregunta ¿qué nos garantiza la seguridad de nuestros datos? ¿Qué impide que esto se convierta en el Gran Hermano de George Orwell?  

La respuesta es amplia: desde el sentido común, a esquemas de comunicación en constante desarrollo, pasando por el estudio de rangos de frecuencia más apropiados. El EDGE es (todavía) un asentado estándar de codificación de datos en el Sistema Global para las codificaciones móviles (GSM). Actualmente, ha sido actualizado para conseguir capacidades mayores que sobrepasan el orden de megabit por segundo (Mbps).

Por si lo anterior no es suficiente, también se usan frecuencias de radio concretas: siendo los 868-869 MHz algunas de las más habituales para los sistemas de teleasistencia, pues según la normativa vigente es un rango de frecuencia no inhibido. Esto implica una buena cobertura en la mayor parte de entornos domésticos. Se puede llamar desde el balcón, el salón o el baño en cualquier momento.

La tecnología tras la teleasistencia
Detectar cambios en la rutina diaria permite activar alertas y enviar asistencia en caso necesario. Imagen: iStock (composición ERR).

Aplicaciones y retos de la teleasistencia

Pero, ¿qué es de la teoría sin la práctica? Algunas aplicaciones de la teleasistencia incluyen el convertirnos casi en faraones (atención 24×7 + 365 días del año). Se pueden colocar sensores de caída, humo, gas, geolocalización de mayores y delimitación de zonas de seguridad (lo que se conoce como zonificación). También se incluye atención médica remota (videoconferencias con el médico), atención sanitaria y enfermería a domicilio o ayuda presencial y apoyo a la higiene y a la medicación, en caso necesario.

Una de sus aplicaciones más valiosas es el promover el aumento del grado de independencia, poniendo al alcance tareas que de otra forma serían mucho más complicadas de realizar. Tampoco podemos dejar de mencionar el apoyo psicosocial y actividades de ocio y recuperación. Por otra parte, y como hemos comentado antes, no solo existe el enfoque en el paciente, sino también en sus convivientes y cuidadores no profesionales. Sí, la tecnología también puede aliviar el llamado síndrome del cuidador.

Otro de los retos a los que se enfrenta la ciencia a la hora de desarrollar técnicas de teleasistencia es la especificidad de los detectores. Por ejemplo: ¿cómo discriminar entre caídas verdaderas o cuando nos dejamos caer en el sillón? Otra dificultad que cabe mencionar es la constante innovación a la que están sometidos los mecanismos, tratando de buscar formas de presentación más amigables para el usuario. También debemos tener en cuenta la calidad de la red de contacto y su velocidad, aspectos que están en investigación permanente como hemos tratado antes. 

Pero quizás, el desafío más importante sea el conseguir que todos estos avances no constituyan un lujo o una especie de servicio premium por parte del sistema sanitario. Este tema nos lleva al último punto. 

La tecnología tras la teleasistencia
La ciencia propone soluciones que priorizan la prevención y la autonomía en la tercera edad. Imagen: iStock (composición ERR)

¿Cuánto cuesta la broma?

Otro motivo de preocupación puede ser el costo, porque los precios altos limitan la accesibilidad. Por muy bueno que sea algo, si su disponibilidad requiere ganar a la lotería, es como si no se hubiera desarrollado. A pesar de ello, en los años que han seguido a la pandemia se han abierto programas públicos de instalación de teleasistencia que tienen la intención de estar disponibles para cualquier persona que pueda beneficiarse de ellos. 

Hagamos del futuro tecnológico un complemento útil para la vida. La tecnología implica, en esencia, prosperidad y progreso. Y, qué duda cabe sobre que, de todas sus aplicaciones, aquellas dirigidas directamente a ayudar a las personas en su madurez, constituyen un fin verdaderamente noble. 

Cortesía de Muy Interesante



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