La expansión de la humanidad a otros planetas y satélites del Sistema Solar y, quizá en un futuro lejano, a exoplanetas y sus lunas, tendría una serie de ventajas de incalculable valor. La más importante de ellas es, probablemente, asegurar el futuro de nuestra especie a largo plazo. Sin embargo, la Tierra es el único planeta habitable conocido. Todos y cada uno de los entornos planetarios del Sistema Solar que hemos observado mediante telescopios terrestres, así como mediante misiones robóticas de exploración, ofrecen condiciones hostiles para la vida tal y como la conocemos. Es posible que algunos de los exoplanetas descubiertos en la actualidad, así como otros muchos aún por descubrir, sean habitables para el ser humano. Sin embargo, la gran distancia que nos separa de estos cuerpos (años luz) hace materialmente imposible, con la tecnología actual, un viaje tripulado hacia estos destinos.
Por tanto, ya que no existe un mundo habitable conocido, ¿por qué no crearlo? Es decir, transformar un entorno planetario, a priori hostil para la vida, en uno que sea habitable para seres humanos y otras formas de vida. Entre todos los entornos del Sistema Solar, Marte se ha propuesto como principal candidato a la terraformación por su similitud con la Tierra, su cercanía, y sus recursos naturales.
El planeta Marte en la actualidad
Marte es, en la actualidad, un planeta hostil para la vida tal y como la conocemos. Su atmósfera es irrespirable, no solo por su carencia de oxígeno, sino también por su composición química, la cual es altamente tóxica para nosotros. La presión atmosférica es menor del 1% de la terrestre y las temperaturas son gélidas, de unos -60ºC en promedio. Además, Marte carece de campo geomagnético, por lo que la falta de este escudo, que en la Tierra nos protege, en primera instancia, de la radiación más dañina del Sol y de la radiación cósmica, crea un entorno en su superficie que produciría, probablemente, enfermedades graves y la muerte de cualquier ser humano bajo una exposición prolongada. La atmósfera de Marte no posee una capa de ozono significativa y, por tanto, la radiación ultravioleta del Sol más dañina, la UVC, llega a la superficie prácticamente en su totalidad. Asimismo, las condiciones del Marte actual impiden la existencia de agua líquida en estado puro de forma estable, teniendo, por tanto, un clima extremadamente árido, con tormentas de polvo que pueden cubrir la totalidad de su superficie. Para finalizar, el suelo o regolito marciano es tóxico, dificultando cualquier forma de vida. Por lo que, las condiciones de partida para una hipotética terraformación no son las mejores. Sin embargo, Marte posee abundante agua congelada en latitudes polares y en depósitos subterráneos que, llegado el caso, podrían crear un vasto océano en parte de su superficie.
A pesar de que Marte es un planeta hostil para la vida tal y como la conocemos, hay evidencias de que fue habitable en el pasado, y es posible que la vida hubiera prosperado en el planeta. A medida que Marte fue perdiendo su atmósfera, las condiciones se volvieron más hostiles y la hipotética vida marciana pudo haber migrado a entornos protegidos, quizá manteniéndose hasta la actualidad en estos entornos, los cuales aún no han sido explorados por ninguna misión robótica.

Inicio del proceso de terraformación de Marte
La terraformación de un planeta es inviable con la tecnología actual y, en el mejor de los casos, el proceso completo duraría siglos o milenios. Sin embargo, Marte esconde algunas peculiaridades que podrían facilitar este proceso.
El proceso de terraformación comenzaría con un gran calentamiento a escala planetaria, inyectando gases de efecto invernadero en la atmósfera. El ser humano es experto en esta materia, lo llevamos haciendo durante décadas en nuestro planeta a pesar de las consecuencias. La inyección, en este caso, sería masiva, de manera que se aumentara la temperatura promedio del planeta desde unos gélidos -60ºC hasta temperaturas mayores de 0ºC, en una escala temporal de décadas o siglos. Este calentamiento permitiría la existencia de agua líquida de forma estable en la superficie.

Numerosas investigaciones han propuesto diversos métodos para abordar el proceso, que en su mayor parte hacen uso del dióxido de carbono (CO2) que se encuentra congelado, junto con hielo de agua, en latitudes polares. Si se consiguiera sublimar el CO2 de los polos marcianos mediante, por ejemplo, espejos gigantes orbitales que aumenten la insolación solar, se elevaría la temperatura, así como la presión atmosférica, de forma apreciable. Se ha propuesto, incluso, la detonación de armas nucleares en los polos para vaporizar los casquetes polares del planeta. Estudios científicos recientes sugieren que la inyección masiva de CO2 en la atmósfera de Marte proveniente de los reservorios naturales del planeta sería insuficiente para llegar a las condiciones requeridas, por lo que sería necesario complementarlo con la emisión de aerosoles o de otros gases de efecto invernadero mucho más potentes como los CFCs. Estos compuestos son también conocidos porque se prohibieron con el protocolo de Montreal en 1987 a raíz de descubrirse, años antes, que estaban produciendo un agujero en la capa de ozono. En Marte, sin embargo, podrían tener utilidad en esta fase de terraformación.
Introducción de los extremófilos y desarrollo de una biosfera
Una vez que la temperatura y la presión comenzaran a aumentar y las condiciones fueran, por tanto, menos hostiles en algunas regiones del planeta, se introducirían las primeras formas de vida extremófilas, es decir, microorganismos anaerobios (que no necesitan oxígeno) capaces de resistir las duras condiciones de Marte de ese momento. El objetivo de estos extremófilos, que podrían incluso crearse por ingeniería genética, consistiría en una primera producción de oxígeno y reducción del CO2, habilitando la atmósfera para que otros extremófilos complementaran y aumentaran la diversidad del ecosistema produciendo oxígeno de forma masiva durante décadas o siglos. Esta producción de oxígeno mediante extremófilos podría realizarse de manera colaborativa con otros métodos como, por ejemplo, mediante sistemas de electrólisis, haciendo uso de las reservas de agua de Marte.

A medida que las condiciones de la superficie fueran más cercanas a las de la Tierra, se introducirían especies más complejas, incluyendo algas, plantas y otra vida vegetal (y quizá animal), creando, por tanto, un ecosistema estable que pudiera mantener su funcionamiento a lo largo del tiempo, ayudando a la fijación del CO2, la estabilización de la hidrosfera, así como a la transformación del regolito marciano. En esta etapa de terraformación los niveles de radiación habrían descendido, pero seguirían siendo altos. Para ello, sería imperativo asegurar la producción de una capa protectora en la atmósfera frente a la radiación ultravioleta, así como la generación de un campo geomagnético en Marte. Este último tendría que proteger la atmósfera y las formas de vida introducidas frente a la radiación ionizante proveniente del Sol y de los rayos cósmicos. Por otra parte, la nueva atmósfera de Marte seguiría estando formada principalmente por CO2 y, por tanto, aún sería tóxica para los seres humanos, los cuales necesitarían vivir en hábitats de atmósfera controlada, saliendo al exterior sin trajes espaciales pero utilizando máscaras.
Este modus operandi continuaría hasta que las formas de vida introducidas en el planeta, junto con procesos de conversión química, consiguieran adecuar la atmósfera del planeta liberando grandes cantidades de nitrógeno gas (N2) a imagen de la composición de la atmósfera terrestre, así como reducir la concentración de CO2 y otros contaminantes hasta niveles tolerables. Es posible que, incluso entonces, la baja gravedad del planeta, así como otros factores perjudiciales, implicaran necesariamente la modificación genética de nuestra especie para vivir de forma permanente en el planeta.
Aspectos éticos de la colonización y terraformación de Marte
A pesar de las ventajas que ofrecerían para nuestra especie la colonización y terraformación de otros entornos como el marciano, hay una serie de aspectos éticos a los que las futuras generaciones deberán enfrentarse antes de iniciar cualquier proceso.
En primer lugar, a pesar de que el conocimiento de Marte se ha incrementado significativamente en las últimas décadas, existe una investigación activa relativa al planeta. Hay muchas cuestiones físicas, químicas, geológicas y astrobiológicas que aún no tienen respuesta, y que requerirán misiones más sofisticadas que aporten datos suficientes, así como experimentación en laboratorios terrestres y esfuerzos de modelización que ayuden a interpretar las mediciones. Iniciar un proceso de terraformación de Marte implicaría acabar con las condiciones del Marte actual, modificando y alterando de forma irreversible tanto su atmósfera como el planeta en su conjunto, destruyendo la posible vida indígena y perdiendo la historia geológica única de Marte. Todo ello plantea cuestiones éticas que contradicen frontalmente las políticas de protección planetaria de las actuales misiones de exploración.
Por otra parte, la terraformación sería un proyecto con un coste económico descomunal y sostenido durante siglos o milenios, enviando gran cantidad de recursos desde la Tierra para asegurar el éxito del proyecto. En este proceso participarían algunas naciones y empresas privadas, en un contexto de vacío legal, al menos actualmente, sobre diferentes aspectos críticos. Por ejemplo, no está claro quién tendría los derechos de propiedad y explotación de los recursos de ese planeta. Asimismo, la colonización humana del Marte terraformado implicaría, posiblemente, la modificación genética de nuestra propia especie con el fin de sobrevivir a largo plazo en el planeta, lo cual plantearía una serie de cuestiones éticas y filosóficas sobre la evolución humana y la intervención tecnológica de la especie.
Conclusiones
En definitiva, si bien la terraformación de Marte presenta una serie de ventajas incuestionables para la expansión y supervivencia de la humanidad, mediante la creación de un nuevo entorno habitable fuera de la Tierra, el proyecto enfrenta enormes desafíos tecnológicos, económicos y éticos. Si bien Marte posee recursos como CO2 y agua congelada que podrían facilitar el proceso, las condiciones actuales del planeta son extremadamente hostiles. El proceso, que duraría siglos o milenios, implicaría un calentamiento global masivo, la introducción de extremófilos para alterar la atmósfera y el entorno marciano, y la posible modificación genética de los humanos para la supervivencia a largo plazo. Además, la terraformación plantea cuestiones éticas, como la posible destrucción de la vida indígena y la alteración irreversible de la historia geológica del planeta, lo que contradice los principios de protección planetaria actuales. En última instancia, la viabilidad de este proyecto dependerá de los avances en tecnología, la reducción de los costes de acceso al espacio y una cuidadosa consideración de sus implicaciones éticas y filosóficas.
Referencias
- Çelekli & Zariç (2024) Breathing life into Mars: Terraforming and the pivotal role of algae in atmospheric genesis, Life Sciences in Space Research 41, 181–190. doi: 10.1016/j.lssr.2024.03.001
- Conde-Pueyo et al. (2020) Synthetic Biology for Terraformation Lessons from Mars, Earth, and the Microbiome. Life, 10(2), 14.
- DeBenedictis, E.A., Kite, E.S., Wordsworth, R.D. et al. (2025) The case for Mars terraforming research. Nat Astron 9, 634–639
- Jakosky, B.M., Edwards, C.S. (2018) Inventory of CO2 available for terraforming Mars, Nat Astron 2, 634–639.
- McKay, C., Toon, O. & Kasting, J. (1991) Making Mars habitable, Nature 352, 489–496
- Olsson-Francis et al. (2023) The COSPAR Planetary Protection Policy for robotic missions to Mars: A review of current scientific knowledge and future perspectives, Life Sciences in Space Research, 36, 27–35. doi: 10.1016/j.lssr.2022.12.001

Daniel Viúdez Moreiras
Científico Titular en el CSIC

Cortesía de Muy Interesante
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