La Traviata en el Colón: un cierre de la temporada lírica 2025 fuerte y al medio

Como cierre de su temporada lírica 2025, el Teatro Colón apostó a un éxito seguro: La Traviata, siempre convocante y efectiva si se cuenta con un buen trío protagónico, una dirección musical sólida y cuerpos estables de excelencia.

La nueva producción del Colón responde a la visión de un director de escena bien conocido aquí: el asturiano Emilio Sagi (I due Figaro, Carmen, Don Giovanni, L’elisir d’amore).

Lejos de la ampulosidad de las producciones tradicionales pero sin innovar demasiado (por las constantes referencias espacio-temporales de su libreto no es La Traviata una ópera que se preste a cambios drásticos de ambientación), apoyada en una escenografía de líneas puras y con el blanco como base -obra de Daniel Bianco realzada por la iluminación de Eduardo Bravo-, la puesta elude lugares comunes para centrarse, no siempre con igual suceso, en lo actoral, verdadero núcleo de este melodrama.

Aunque la grandiosidad de los espacios no contribuyó en muchos casos a crear los climas apropiados (y obligó a los protagonistas a desplazarse casi constantemente a grandes pasos para “llenar” los amplios salones), el resultado estético fue aceptable.

Una mención aparte merece el excepcional vestuario de Renata Schussheim, que transitó entre el blanco y negro del primer acto y la paleta de rojos, naranjas y fucsias de la fiesta en casa de Flora, con inspiración en la moda de los años ‘50 y ‘60 y sus toques extravagantes que aportaron colorido y variedad al conjunto.

Hrachuhi Bassenz, soprano armenia de carrera en teatros de Europa, fue creciendo en su interpretación de Violetta: después de un primer acto con altibajos, se afianzó en su enfrentamiento a Germont en el segundo (ayudada aquí por una escenografía más cerrada que la acercaba al proscenio y compensaba así la opacidad de su voz), y resultó conmovedora en el tercero, desde la escena de la carta hasta el lacrimógeno final.

Su compatriota Liparit Avetisyan, de mejor proyección vocal, suelto en su rol, fue un Alfredo extrovertido y vital, y resultó excelente el Germont del barítono búlgaro Vladimir Stoyanov, tan aplaudido al final como los dos protagonistas.

Como la (aquí) omnipresente Annina, María Eugenia Caretti cumplió a la perfección con las demandas de la puesta, y completaron con el profesionalismo de siempre María Luisa Merino Ronda (Flora), Santiago Martínez (Gastone), Gustavo Gibert (Douphol), Cristian Maldonado (D’Obigny), Christian Peregrino (un destacado Doctor Grenvil), y Ariel Casalis, Mariano Crosio y Lean Sosa.

Otro conocido por los porteños, el trevisano Renato Palumbo (quien dirigiera aquí La forza del destino en 2012 y Norma en 2018), mostró su conocimiento de este repertorio con una lectura ágil de una partitura que, de tan transitada, requiere una mirada inteligente: se destacaron así detalles de la orquestación que suelen pasar desapercibidos, y en general el balance entre el foso y la escena estuvo cuidado (no corresponde atribuir al director musical los inconvenientes que genera, por ejemplo, la ubicación de los cantantes en una escenografía tan abierta).

Pese a que por momentos se advirtió cierta tirantez rítmica entre cantantes y orquesta, como en el comienzo del segundo cuadro del segundo acto o el reencuentro de Violetta y Alfredo en el tercero, justo antes del dúo Parigi, o cara, la concertación de Palumbo fue uno de los sólidos pilares de esta versión, al frente de los excelentes ensambles locales (Coro Estable y Orquesta Estable), de perfecta respuesta a sus demandas.

De: Giuseppe Verdi Dirección musical: Renato Palumbo Puesta en escena: Emilio Sagi Teatro: Colón, martes 18 de noviembre. Repite el 19, 20, 21, 23, 25, 26, 28 y 29 de noviembre.

Cortesía de Clarín



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