La noticia de la tregua entre Israel y Hamas, acordada finalmente tras un lapso de casi 15 meses de guerra, despertó, tanto en Medio Oriente como en el resto del mundo, una ola de euforia y esperanza. Este brutal enfrentamiento armado se desató el 7 de octubre del año 2023 cuando el grupo Hamas asesinó a cerca de 1.200 israelíes y tomó a más de 200 rehenes. En consecuencia, Israel, en su lucha contra Hamas, lanzó una ofensiva sobre Gaza en la que perdieron la vida cerca de 50 mil personas, cuya gran mayoría eran civiles. Así, este conflicto bélico se convirtió en una de las peores catástrofes humanas del siglo XXI y provocó a nivel global confrontaciones y diferencias de opinión sin precedentes.
Durante los últimos meses, este rincón de la tierra ha “contaminado” el planeta entero con la sangre de miles de inocentes, sobre todo de niños. Las bombas no sólo han dinamitado la existencia y las viviendas de los habitantes de esos lugares, sino también nuestras relaciones y nuestros sueños de un futuro más humano. Por ello, creo que la tregua es imprescindible para la pacificación de esta región que nos llevó casi al borde de una guerra global. No obstante, me resuena en este momento el proverbio que advierte “No cantar la gloria antes de la victoria” y considero que el cese al fuego entre Israel y Hamas no es el último, sino el primer paso de un largo camino. Vale destacar que se trata de un cese “temporario” y, en este contexto, incluso una tregua permanente no significaría la solución de un conflicto que ya existe hace más de ocho décadas.
En mi caso, no soy un experto en el Medio Oriente, ni pretendo tener la receta mágica para llegar a una solución. Sin embargo, creo que el cese temporario no es más que un parche sobre una profunda herida que no para de sangrar. Por eso, es primordial curar primero los síntomas de esta horrible guerra, sin ignorar en el tratamiento el origen de esta “enfermedad”.
De hecho, la Comunidad Musulmana Ahmadía, a la que yo represento en Argentina, ya a fines de octubre del año 2023 había lanzado, bajo la guía espiritual de su líder, Su Santidad Mirza Masroor Ahmad, una campaña a nivel internacional. Bajo el lema “Voces por la paz” se presentaron allí cinco pilares como esquema de acción en pos de alcanzar una paz duradera entre israelíes y palestinos:
1. Un cese inmediato y completo al fuego.
2. Todos los rehenes deben ser liberados y devueltos sanos y salvos.
3. Permitir que la ayuda humanitaria llegue a todos los que la necesitan.
4. Que todas las partes se comprometan a cumplir las leyes internacionales.
5. Que las potencias mundiales colaboren para encontrar una solución duradera basada en la paz y la justicia para que ambos pueblos puedan vivir en paz y seguridad.
Como musulmán, estoy convencido de que tanto el judaísmo como el islam no son obstáculos para la convivencia armónica entre israelíes y palestinos. Todo lo contrario, pienso que ambas religiones son una parte integral del camino hacia la pacificación y la reconciliación. Es la ausencia de la luz divina en el corazón la que conduce al ser humano hacia su zona más oscura. Por ejemplo, “Islam” literalmente en árabe significa paz y contiene muchos preceptos que podrían servir como reglas de oro en este proceso.
Para empezar, nuestra religión considera que los pactos son sagrados y su traición es un delito grave:
“Cumplid el pacto; pues se pedirá cuenta del pacto.” (17:35, del Corán)
Otra enseñanza destacada, que se encuentra además en ambas religiones es la santidad universal de la vida. En este sentido, en el Corán, se proclama que quien asesina una vida inocente es como si hubiera asesinado a toda la humanidad. (5:33) Asimismo, el libro sagrado enfatiza que la justicia es la columna vertebral en la senda hacia la reconciliación entre dos pueblos:
“¡Oh los creyentes! Sean perseverantes en la causa de Dios en calidad de testigos justos; y que la enemistad de un pueblo no les incite a actuar con injusticia. Sean siempre justos, porque eso está más cerca de la virtud.” (5:9)
Y como último concepto, que es muy relevante en esta confrontación, quiero subrayar la importancia de la igualdad como seres humanos, sin ninguna distinción de etnia o religión:
“¡Oh, humanos! Los hemos creado de varón y hembra; y los hemos constituido en clanes y tribus para que se reconozcan mutuamente. En verdad, el más honorable de entre vosotros, a la vista de Dios, es el más justo de vosotros.” (49:14)
En fin, celebro este alto al fuego como un pequeño paso hacia un mejor porvenir como humanidad. No obstante, estamos aún muy lejos de alcanzar la reconciliación entre israelíes y palestinos. Si realmente nuestro destino final es lograr la convivencia pacífica entre ellos, es crucial avalar este anhelo con decisiones adecuadas y acciones concretas. Que sea un año de Salam y de Shalom en aquella parte del mundo que carece de paz.
* Imam y Presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina.
Cortesía de Página 12
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