
Todos los seres humanos dependemos del equilibrio de la biósfera: el aire que respiramos, el agua que bebemos y los océanos que conectan nuestros destinos. El cuidado de estos bienes comunes —especialmente los ecológicos— exige asumir una responsabilidad compartida: mantener el delicado equilibrio que permite la vida en el planeta.
Hoy enfrentamos como humanidad dos crisis simultáneas que ponen en jaque ese equilibrio y el desarrollo humano: el cambio climático y la degradación oceánica. La primera ha sido definida por Nicholas Stern como “la mayor falla del mercado de todos los tiempos”. La segunda se agrava día a día por la contaminación por plásticos, la sobreexplotación y la degradación acelerada de ecosistemas marinos. Ambas amenazas son complejas, interdependientes y de escala global.
Más de 3,500 millones de personas viven en contextos altamente vulnerables al cambio climático. Los eventos extremos como huracanes, sequías e incendios aumentan en frecuencia e intensidad. De no hacer nada al respecto, los recursos para atender las pérdidas y daños ocasionados serán mucho mayores a los que se requieren para mitigar la crisis climática. Si superamos los 2 °C de incremento promedio de temperatura —como advierte el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), grupo del que formó parte la presidenta Claudia Sheinbaum— los daños serán irreversibles y no habrá marcha atrás.
En paralelo, los océanos enfrentan una presión sin precedentes, afectando la seguridad alimentaria y energética del mundo entero. Más de 3,000 millones de personas dependen directamente de sus ecosistemas para alimentarse y subsistir. Pero en realidad, todas y todos dependemos de ellos: el 80% del comercio mundial se transporta por vía marítima, y los océanos capturan el 30% del CO² emitido por la humanidad y más del 90% del calor generado por el calentamiento global.
Los datos son contundentes, pero no basta con el diagnóstico. Necesitamos actuar colectivamente. El multilateralismo y sus mecanismos de gobernanza internacional siguen siendo nuestra herramienta más poderosa de cambio que logre enfrentar estos desafíos comunes y ponga al medio ambiente al centro de la discusión. Es ahí donde México ha decidido ejercer un liderazgo decidido en acción climática y en la agenda oceánica.
Por instrucción de la presidenta Sheinbaum, tuve el honor de encabezar recientemente la delegación mexicana en la Cumbre Ministerial sobre Clima en Copenhague y en la Tercera Conferencia Global de Océanos en Niza. En ambos foros mundiales reiteramos que enfrentar estas emergencias exige una transformación estructural del modelo económico, social y ambiental.
Por ello, asumimos una serie de compromisos alineados con la Política Ecológica y Ambiental Humanista que busca implementar soluciones sustentables en el país y servir de guía para correspondencia y cooperación regional. Queremos liderar y posicionarnos como un actor proactivo que contribuye con acciones concretas y medibles.
En coherencia con nuestra Política Ecológica y Ambiental Humanista, hemos asumido compromisos concretos y ambiciosos como soluciones sustentables para México y que pueden servir de guía para la región: proteger el 30% de nuestras superficies marinas y terrestres; reducir en 35% las emisiones de gases de efecto invernadero al 2030; reforestar 100,000 hectáreas; restaurar la mitad de nuestros manglares; sanear las cuencas y ríos más contaminados y mejorar la calidad del aire en las zonas metropolitanas más pobladas del país, llevando justicia ambiental a reclamos de décadas.
Además, impulsaremos dos parques de economía circular y al menos una docena de plantas recicladoras en todo el territorio. Estas acciones no son aisladas: forman parte de un nuevo paradigma donde economía circular, aire limpio, conservación de biodiversidad y la protección de los recursos naturales se refuerzan mutuamente.
Los océanos, como los pueblos, también tienen voz. México alza la suya para construir un presente sostenible y un futuro más justo. Ninguna persona, empresa o país, por poderoso que sea, podrá detener el cambio ecológico que estamos emprendiendo juntas y juntos.
*Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Cortesía de El Economista
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