La vuelta al mundo en 16 días: así fue el histórico vuelo de un globo de la NASA del tamaño de un estadio

No todos los días se puede ver un globo del tamaño de un estadio de fútbol flotando a más de 30 kilómetros de altura, sobrevolando países sin hacer ruido, sin llamar demasiado la atención, pero cumpliendo una misión científica crucial. Quienes viven cerca de Wānaka, en Nueva Zelanda, tuvieron ese privilegio hace unas semanas, cuando un segundo globo estratosférico de la NASA despegó desde el aeropuerto local. Aunque parezca algo salido de una novela de ciencia ficción, el experimento fue real y representó un nuevo hito en la exploración atmosférica.

“Ambas misiones en vuelo y tan cerca una de la otra es fenomenal para una operación de misión tan compleja”, dijo Gabriel Garde, jefe de la Oficina del Programa de Globos de la NASA. Sus palabras reflejan el entusiasmo que despiertan estas pruebas: no se trata simplemente de ver hasta dónde puede llegar un globo, sino de consolidar una tecnología capaz de sostener misiones científicas de larga duración a una fracción del coste de un satélite o cohete. Y esta vez, no solo voló lejos. Dio la vuelta al mundo.

Qué es un globo de superpresión y para qué sirve

Los globos estratosféricos no son una novedad. La NASA lleva más de tres décadas lanzándolos desde diferentes puntos del planeta. Lo innovador en este caso es la tecnología de superpresión, que permite mantener el globo a una altitud constante sin importar los cambios de temperatura entre el día y la noche. Eso es clave para misiones de larga duración, especialmente en las latitudes medias del hemisferio sur, donde las condiciones atmosféricas favorecen vuelos estables.

“El globo de superpresión está diseñado para flotar a una altitud constante de densidad a pesar del calentamiento y enfriamiento del ciclo día-noche,” explica la NASA. Este tipo de vuelo evita las oscilaciones de altitud comunes en los globos tradicionales, donde el gas se expande y contrae con los cambios de temperatura. El resultado: una plataforma científica robusta, estable y reutilizable para recoger datos durante semanas o incluso meses.

El globo de superpresión de la NASA despegó desde Nueva Zelanda el 3 de mayo de 2025 para probar y validar la tecnología de globos de superpresión. Fuente: NASA/Bill Rodman

Dos vuelos, dos misiones

La campaña neozelandesa de 2025 incluyó dos vuelos importantes. El primero, denominado SN11, llevaba a bordo la misión científica HIWIND, destinada a medir los vientos neutros en la parte alta de la atmósfera, la termosfera. Esta información es esencial para predecir cambios en la ionosfera, una capa que influye en las comunicaciones por radio y GPS.

El vuelo duró 17 días, 13 horas y 47 minutos, completando una circunnavegación completa de la Tierra por la banda media del hemisferio sur. “La estructura del globo y su diseño han funcionado muy bien, dándonos una confianza significativa en la viabilidad de la plataforma para apoyar la ciencia,” afirmó Garde. Sin embargo, el equipo detectó una pequeña fuga que afectaba el rendimiento nocturno del globo, haciéndole perder altitud en regiones frías. Por ello, el descenso controlado se realizó sobre el Pacífico, a 1.308 kilómetros al este de Nueva Zelanda.

El segundo globo, SN12, despegó el 4 de mayo y tiene como objetivo superar la duración del anterior y validar aún más el sistema para futuras misiones. Este globo también transporta cargas útiles científicas más pequeñas, ampliando así el repertorio de experimentos posibles.

Tecnología al servicio de la ciencia

La capacidad de mantener un globo al nivel estratosférico durante semanas tiene ventajas notables. Por un lado, es mucho más barato que lanzar un satélite. Por otro, permite el uso de instrumentos científicos delicados sin necesidad de diseñarlos para soportar las duras condiciones del espacio.

El globo de superpresión de la NASA tiene un volumen de unos 532.000 metros cúbicos y puede flotar a unos 33 kilómetros de altura, por encima de los aviones comerciales. A esa altitud, se encuentra en una región atmosférica donde la interferencia humana es mínima, pero donde pueden medirse datos clave para la climatología, la física atmosférica y la ingeniería aeroespacial.

Además, la NASA ha diseñado el sistema de descenso pensando en minimizar el impacto ambiental. Cuando se detectó la fuga en SN11, se decidió terminar el vuelo sobre el océano. El peso de la carga útil –unas dos toneladas– hace que el globo se hunda rápidamente, evitando que se mantenga en la columna de agua donde habita la mayoría de las especies marinas.

Técnicos preparan la carga útil para el segundo vuelo de prueba de la campaña de globos de superpresión de la NASA en Nueva Zelanda en 2025. Fuente: NASA/Bill Rodman

Lo que vimos, lo que aprendimos

El paso del globo por los cielos de Nueva Zelanda sorprendió a muchos. Desde el aeropuerto de Christchurch, algunos aficionados lograron captarlo en video mientras ascendía lentamente. “El globo, del tamaño del estadio Forsyth-Barr, flotaba sobre el aeropuerto unas cinco horas después del despegue,” recoge el medio neozelandés Stuff.

A pesar de que su ruta lo llevó mayormente sobre el mar, hubo momentos en los que pudo ser observado desde tierra. La NASA incluso habilitó un sitio web para seguir en tiempo real su trayectoria, permitiendo a científicos y curiosos ver cómo circunnavegaba el planeta.

Desde el punto de vista científico, los datos recogidos por la misión HIWIND permitirán mejorar los modelos sobre el comportamiento de la atmósfera superior. Esto es importante no solo para entender cómo se comporta la Tierra, sino también para preparar futuras misiones a otros planetas, donde la atmósfera también juega un papel clave.

¿Qué viene después?

Aunque SN12 sigue en el aire, el éxito parcial del primer vuelo ya ofrece lecciones valiosas. “Tras las evaluaciones de ingeniería sobre el posible fallo de hardware, implementamos mitigaciones para reducir la probabilidad de que ocurriera lo mismo en el segundo vuelo,” dijo Garde. En otras palabras, la NASA ya está aprendiendo y mejorando en tiempo real.

A medida que esta tecnología se consolide, podríamos ver globos de superpresión recorriendo el cielo durante más de 100 días, cubriendo decenas de miles de kilómetros y recogiendo datos que, hasta ahora, solo estaban al alcance de costosas misiones orbitales. Esto abre nuevas oportunidades para investigaciones en astrofísica, meteorología, geofísica y más.

Más allá del espectáculo de ver un globo gigante flotar sobre nuestras cabezas, este tipo de misiones representan un cambio profundo en cómo accedemos a la atmósfera y en cómo exploramos nuestro planeta. Y quizás, dentro de poco, el espacio también.

Cortesía de Muy Interesante



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