
La pregunta flota en el ambiente: ¿Hay una mano que mece la cuna detrás de las tomas de instalaciones de la Universidad de Guadalajara? Hay algunas razones para pensar que el movimiento está siendo alentado desde fuera, y muchas otras para pensar que es auténtico. Si atendemos las demandas y los grupos que participan en el movimiento, es claro que ambas cosas están mezcladas, y eso hace más compleja cualquier solución.
El movimiento es muy diverso en su composición. Están desde viejos liderazgos de la FEG, algunos de ellos ya jubilados de la Universidad de Guadalajara, y que han sido opositores a la estructura política de la universidad desde 1989, cuando el grupo de Raúl Padilla les quitó el control. Viejos conocidos de la política universitaria como Mayo Ramírez, Ramón Munguía Huato o Santos Urbina han aparecido como asesores. Otro grupo que participa en este movimiento son los del llamado CRU (Colectivo de Reflexión Universitaria), un grupo que desde hace más de 20 años plantea la necesidad de democratizar a la Universidad y que tiene presencia principalmente en la Facultad de Economía. Tampoco son jóvenes estudiantes, sino maestros, como Bernardo Jaén, quien ha sido un crítico constante del grupo de poder universitario.
Un tercer grupo son los llamados encapuchados: jóvenes que actúan siempre con pasamontañas o pañoleta cubriéndoles el rostro. Entre estos hay gran variedad: anarquistas, globalifóbicos y feministas radicales de la propia universidad y otros, internos y externos, vinculados a la UJRM (Unión de Juventudes Revolucionarias de México), heredera directa de las antiguas juventudes comunistas, participante de las movilizaciones del CEU en la UNAM en 1999 y en la APPO en Oaxaca en 2006, y que ahora se han ahijado y están siendo financiados por el PT (Partido del Trabajo). La mayoría de ellas y ellos son estudiantes, pero algunos son profesionales de la protesta y están actuando de manera coordinada y simultánea en varias universidades, entre ellas la del Estado de México, donde tienen tomadas 11 facultades, y en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, a la que pusieron en jaque a principios de año.
El cuarto grupo identificable, y que son la mayoría, son estudiantes en activo de diferentes facultades y que tienen demandas muy específicas en cada centro (en el de Ciencias Sociales, los baños y libre consumo de cannabis; en Biológicas, el transporte; en el del Sur, en Autlán, los comedores, etcétera).
Las demandas concretas de los alumnos, sin embargo, no pueden ser atendidas porque los grupos radicales anteponen la cancelación de elecciones y la desaparición de la FEU como condiciones para sentarse a la mesa.
No deja de ser curioso que, al levantarse de la mesa de diálogo, la vocera del grupo de estudiantes inconformes dijo: “Nos vemos en el Congreso”. ¿Habrá algunos diputados, locales o federales, o incluso senadores interesados en agitar las aguas de las universidades? Al tiempo.
Cortesía de El Informador
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