Casi todos hemos notado cómo los dedos se arrugan tras un baño largo o un rato en la piscina. Esta arruga temporal en la piel inducida por el agua, ha sido parte de la experiencia humana desde siempre. Durante décadas, se creyó que se trataba simplemente de la piel hinchada por absorber agua, pero investigaciones recientes han revelado que este fenómeno es mucho más complejo y controlado por el cuerpo —un fenómeno cotidiano que esconde una lógica biológica.
Estudios de la última década han demostrado que las arrugas no se debe al agua en sí, sino a una orden del sistema nervioso que provoca la constricción de los vasos sanguíneos en los dedos. Esta vasoconstricción tira de la piel hacia adentro, creando surcos y pliegues visibles. En realidad, se trata de una respuesta evolutiva para mejorar el agarre en condiciones húmedas: las arrugas generan textura en la piel, lo que permite manipular mejor objetos mojados o resbaladizos.
Ahora, la nueva investigación publicada en Journal of the Mechanical Behavior of Biomedical Materials confirma que esas arrugas no solo aparecen por una causa específica, sino que lo hacen de la misma forma cada vez. Es decir, cada persona tiene un patrón de arrugas único y repetible, como una especie de “huella dactilar temporal” que emerge al contacto con el agua.
El experimento: mismas manos, mismos surcos
El estudio fue liderado por el ingeniero biomédico Guy K. German y la investigadora Rachel Laytin en la Universidad de Binghamton, Nueva York. Reclutaron a tres voluntarios para sumergir su mano derecha en agua caliente a 40 °C durante 30 minutos. Luego, fotografiaron con detalle cada dedo, capturando las arrugas formadas. La misma prueba se repitió al menos 24 horas después.
Para analizar la similitud de los patrones, los investigadores superpusieron las imágenes de ambos días. A simple vista, las arrugas principales parecían coincidir. Pero más allá de la observación cualitativa, aplicaron métodos cuantitativos: vectorizaron los surcos para comparar la orientación y la localización exacta de cada uno. Los resultados fueron sorprendentes: las arrugas coincidían en forma, ubicación y dirección en casi todos los casos.
Esto sugiere que la piel arrugada sigue un plano anatómico determinado por la disposición interna de los vasos sanguíneos. Estos vasos, al ser estructuras estáticas en su posición relativa, actúan como un “molde” invisible que guía la forma de los pliegues cada vez que la piel entra en contacto prolongado con el agua.
“Los vasos sanguíneos no cambian mucho su posición, se mueven un poco, pero en relación con otros vasos sanguíneos, son bastante estáticos”, dijo German.
“Eso significa que las arrugas deben formarse de la misma manera, y hemos demostrado que lo hacen”.

Vasoconstricción: el motor del cambio visible
La clave del fenómeno está en la reacción automática del sistema nervioso. Cuando el agua entra a través de los poros y diluye la concentración de sal en la piel, los nervios lo detectan y envían una señal al cerebro. A su vez, el cerebro responde ordenando la contracción de los vasos sanguíneos pequeños en los dedos. Esta contracción tira de la dermis, generando los pliegues característicos.
Este mecanismo está ausente en personas con daño en el nervio mediano, una observación que ha sido confirmada tanto en estudios anteriores como en esta misma investigación.
En uno de los experimentos, un estudiante con daño nervioso voluntariamente se ofreció para ser evaluado, y sus dedos no se arrugaron tras la inmersión. Esta ausencia confirma que se trata de un proceso activo y no un efecto pasivo de la exposición al agua.
“Hemos escuchado que las arrugas no se forman en personas que tienen daño nervioso medio en sus dedos”, dijo German. “Uno de mis estudiantes nos dijo: ‘Tengo daño en el nervio medio en mis dedos’. Así que le hicimos la prueba, ¡sin arrugas!”
Además, los autores del estudio destacan que las condiciones óptimas para generar este tipo de arrugas son 30 minutos de inmersión en agua a 40 °C. Estas condiciones permiten que el sistema nervioso actúe sin interferencias y que los patrones puedan observarse con claridad.
Patrones estables como huellas invisibles
Uno de los hallazgos más relevantes es la repetición de los patrones. Las arrugas no solo se forman de forma simétrica y ordenada, sino que lo hacen siempre igual en la misma persona.
Esta repetición sugiere que, al igual que las huellas dactilares o las líneas de Blaschko en la piel, los patrones de arrugas podrían convertirse en una forma de identificación biológica.
Aunque la muestra fue pequeña, la precisión de los resultados abre la posibilidad de usar esta información en contextos forenses. Por ejemplo, podría ser útil para identificar cuerpos tras desastres naturales en los que la exposición al agua impide usar métodos tradicionales de identificación.
El hecho de que estos pliegues sigan la arquitectura vascular del individuo refuerza esta idea. Los investigadores consideran que es como si lleváramos un mapa oculto bajo la piel que solo se revela cuando nos sumergimos en agua, lo que puede tener una utilidad biométrica.

De la curiosidad infantil a la ciencia con impacto
Curiosamente, la idea para el estudio surgió de una pregunta hecha por un lector infantil en una publicación divulgativa. El propio German, que había escrito un artículo explicando por qué se arrugan los dedos, recibió una consulta inesperada: “¿Se arrugan siempre igual?” Al no tener una respuesta clara, decidió investigarlo.
Este tipo de curiosidad espontánea se transformó en una investigación científica rigurosa que ahora abre nuevas preguntas. ¿Permanecen los mismos patrones durante décadas? ¿Podrían cambiar con la edad, enfermedades o daños en los vasos sanguíneos?
Para los investigadores, estas preguntas son una oportunidad. La piel humana sigue siendo un órgano lleno de misterios, y este estudio muestra cómo pequeños detalles cotidianos pueden conducir a descubrimientos con aplicaciones reales en medicina, neurología y forense.
Aplicaciones clínicas y futuras investigaciones
El estudio también aporta evidencia adicional que respalda el uso del test de arrugas inducidas por agua (FWT) como herramienta clínica. Esta prueba rápida y económica se utiliza para evaluar el funcionamiento del sistema nervioso autónomo, observando el grado de arrugas en los dedos tras inmersión.
Con la nueva evidencia sobre la estabilidad de los patrones, podrían desarrollarse nuevas aplicaciones que no solo midan la presencia o ausencia de arrugas, sino también su topografía. Esto permitiría una evaluación más precisa y personalizada del sistema nervioso en pacientes con sospechas de neuropatías.
Los autores ya planean extender la investigación para observar si los patrones se mantienen en intervalos más largos —años o incluso décadas—, y en diferentes poblaciones.
Si los resultados se confirman, los surcos del agua podrían entrar al repertorio de marcadores biométricos tan confiables como las huellas dactilares.

Arrugas con propósito
El estudio revela que los dedos no se arrugan de manera aleatoria tras el contacto con agua. Lo hacen siguiendo un patrón constante y único en cada persona, guiado por la red de vasos sanguíneos bajo la piel.
Lo que parecía una simple curiosidad se convierte en una ventana al funcionamiento interno del cuerpo humano y en una herramienta potencial para la medicina y la ciencia forense.
La próxima vez que salgas de la ducha o termines de nadar, mira tus dedos con otros ojos: están mostrando un mapa oculto, un reflejo de tu biología interna que ha evolucionado para ayudarte a adaptarte mejor al mundo que te rodea.
Referencias
- Laytin R, German GK. On the repeatability of wrinkling topography patterns in the fingers of water immersed human skin. J Mech Behav Biomed Mater. (2025). doi:10.1016/j.jmbbm.2025.106935
Cortesía de Muy Interesante
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