En el imaginario popular contemporáneo, la Medusa de terrible mirada suele representarse como una figura monstruosa y solitaria, condenada a convertir en piedra a quienes se atrevieran a mirarla. Sin embargo, en los orígenes de la mitología griega, Medusa no estaba sola. Junto a Esteno y Euríale, constituían el grupo de las tres gorgonas. Exploramos a esta tres hermanas en las primeras tradiciones míticas y artísticas del mundo heleno.
¿Quiénes eran realmente las gorgonas en el imaginario griego?
Según la versión más influyente que ha llegado hasta nuestros días, recogida por el poeta Hesíodo en su Teogonía, las gorgonas eran hijas de Forcis y Ceto, dos deidades marinas primitivas. Habitaban los confines del mundo conocido, en el lejano Occidente, más allá del océano, en el lugar donde el sol se pone. Ya desde su concepción mítica, las gorgonas eran seres liminales: vivían entre lo humano y lo monstruoso, entre la vida y la muerte, entre lo bello y lo terrible.
Con todo, las tres gorgonas mostraban diferencias entre sí. Mientras que Esteno y Euríale eran inmortales, Medusa podía morir: de hecho, lo hizo a manos del héroe Perseo. Este aspecto guarda una gran relevancia desde el punto de vista del mito. Es, justamente, su condición mortal lo que permite que la historia de Medusa adquiera un final dramático y heroico tan fascinante.
El trío gorgónico: similitudes, diferencias y evolución del mito
Aunque los nombres de las tres gorgonas aparecen mencionados en tríada desde la antigüedad, su desarrollo mítico fue desigual. Medusa se convirtió, con el tiempo, en la más popular y compleja de las tres, especialmente en versiones posteriores que humanizaban su figura. En cambio, Esteno y Euríale sobrevivieron como personajes más esquemáticos, fuertemente asociados con lo monstruoso y lo apotropaico —es decir, con la función de proteger mediante el terror.
En los primeros relatos, todas las gorgonas se describen como figuras monstruosas, con colmillos de jabalí, garras broncíneas y una masa de serpientes en lugar de cabellos. Su poder para petrificar a los humanos no era exclusivo de Medusa, aunque con el tiempo se le asignara solo a ella. Esta visión colectiva y aterradora del trío gorgónico se mantuvo durante siglos, especialmente en el arte arcaico griego.
Sin embargo, ya desde época clásica comenzó a gestarse una diferenciación. Medusa se reinterpretó en formas que la alejaban del arquetipo monstruoso. En su historia se introdujeron, así, elementos de compasión, violencia patriarcal y poder femenino. En cambio, sus hermanas no experimentaron una evolución simbólica tan rica y, en gran medida, se las relegó a un segundo plano en las narrativas mitológicas y representaciones artísticas.

Esteno y Euríale: las gorgonas inmortales de la mitología
¿Quiénes eran Esteno y Euríale? Esteno se consideraba la más feroz de las tres, una fuerza de destrucción imparable que, según algunas versiones, mató a más hombres que sus hermanas juntas. Euríale, por su parte, destacaba por su llanto desgarrador: se dice que resonó por todo el mundo tras la decapitación de Medusa. Esta reacción emocional la vincula, al igual que a Medusa, con una dimensión más humana y trágica de lo femenino.
Ambas gorgonas sobrevivieron al mito de Perseo. Su presencia fue relevante en los cultos locales, las representaciones apotropaicas y las genealogías míticas. No obstante, el silencio que rodea su destino posterior refleja la tendencia del mundo clásico a simplificar el mito, una simplificación que tiende a centrarse en un solo personaje y a oscurecer a los demás.
En el arte antiguo, sobre todo en los vasos cerámicos del siglo VI a. C., las tres gorgonas aparecen representadas como una unidad monstruosa. Tienen alas, rostros grotescos y una actitud amenazante. En escenas como las que representan la huida de Perseo tras decapitar a Medusa, Esteno y Euríale lo persiguen furiosas, en un gesto de venganza que revela la fuerza colectiva de estas tres figuras.

La función de las gorgonas en el arte y la religión griega
Desde sus primeras apariciones en el arte griego, las gorgonas desempeñaron una función apotropaica, es decir, servían para alejar el mal mediante su aspecto aterrador. Esta función se concretó en el motivo del gorgoneion. Así, la cabeza de Medusa —y a veces de sus hermanas— se representaba en templos, escudos, monedas y objetos cotidianos.
Una de las representaciones más antiguas y emblemáticas se encuentra en el Templo de Artemisa en Corfú (ca. 580 a. C.), donde una gorgona de grandes dimensiones aparece flanqueada por dos figuras más pequeñas. Esta disposición se ha interpretado como una referencia al trío gorgónico, aunque el arte arcaico no diferenciaba el carácter individual de Medusa, Esteno y Euríale. En esta etapa, todas las gorgonas compartían los mismos atributos visuales. Su identidad específica no era relevante: lo importante era su fuerza visual como protectoras simbólicas.

El gorgoneion aparece también en los escudos de guerreros como Heracles o Atenea, lo que revela su poder como talismán. En este contexto, el horror que provocaban se convirtió en un instrumento de defensa y control del caos. La imagen de la gorgona confrontaba al espectador con lo incontrolable y lo divino.
Del horror al símbolo: la transformación de Medusa eclipsa a sus hermanas
La evolución del mito de Medusa en la literatura y el arte griegos marcó un giro decisivo en la percepción del trío gorgónico. En la tradición arcaica, las tres hermanas eran monstruosas e indistintas. Con la aparición de nuevas narrativas —como el relato del poeta Píndaro o las Metamorfosis de Ovidio—, Medusa se convirtió en un personaje autónomo, con una historia propia.
Autores como Píndaro, por tanto, comenzaron a insinuar que Medusa no siempre había sido un monstruo, sino una joven mortal de gran belleza quien, violada por Poseidón en el templo de Atenea, fue castigada por esta. Tal reinterpretación añade una nueva dimensión a su figura: la convierte en una víctima, no solo en un monstruo, al plantear temas relacionados con el género, el castigo divino y la violencia estructural.
Este desarrollo no se aplica a Esteno ni a Euríale, que permanecieron al margen de esta reelaboración simbólica. En consecuencia, el imaginario colectivo se ha centrado cada vez más en Medusa, hasta el punto de que muchas versiones modernas del mito ignoran por completo la existencia de sus hermanas.
La historia de Medusa adquiere así una vida propia, que incluye su decapitación, el nacimiento de Pegaso y Crisaor de su cuello o de su sangre, y el uso de su cabeza como arma por parte de Perseo primero y de Atenea después. Estos episodios generan una riqueza narrativa que supera con creces el papel funcional de Esteno y Euríale como guardianas del mito original.

El legado de las gorgonas más allá de la antigüedad
La reivindicación de Medusa
Aunque la antigüedad clásica fue la matriz del mito gorgónico, el legado de Medusa y sus hermanas superó los confines del mundo griego, adaptándose a distintos contextos culturales. La cabeza de Medusa —el gorgoneion— siguió usándose como símbolo de poder y protección durante el Imperio romano. Más tarde inclsuo se incorporó en escudos heráldicos, obras renacentistas y creaciones contemporáneas.
La figura de Medusa se ha reivindicado en los siglos XX y XXI por parte de los movimientos feministas, que han visto en ella un símbolo del poder femenino reprimido, la violencia patriarcal y la posibilidad de subversión. En este contexto, la imagen de la mujer monstruosa que castiga con la mirada adquiere una nueva resonancia crítica, que resignifica el mito desde una perspectiva política y de género.
El silencio de Esteno y Euríale
Sin embargo, el resurgir de Medusa ha dejado en la sombra, una vez más, a Esteno y Euríale. Estas dos figuras han permanecido en el olvido incluso en las relecturas modernas más comprometidas, como si su existencia hubiera sido una mera nota al pie en la leyenda de Medusa. Pero esta omisión priva al mito de su dimensión colectiva, de su origen como trío femenino poderoso, ambiguo y fascinante.
Es relevante recordar que, en las versiones más antiguas, las tres gorgonas actuaban juntas, simbolizando tanto el horror como una forma de lo sagrado asociado a la muerte, la protección y el umbral entre mundos. Su vínculo con la sangre, el nacimiento (como en el caso del caballo Pegaso) y el poder liminal las conecta con otras figuras míticas femeninas como las Erinias, las Grayas o las Moiras. Recordar a Esteno y Euríale es también una forma de resistirse a la simplificación del mito, de reconocer que la mitología griega, lejos de ofrecer respuestas claras, planteaba preguntas complejas sobre la naturaleza humana, lo divino y lo monstruoso.
Referencias
- Felton, Debbie (ed.). 2024.The Oxford Handbook of Monsters in Classical Myth. Oxford University Press.
Cortesía de Muy Interesante
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