Primero fue la tecnología halógena, después el xenón. Hoy, los faros LED dominan el camino. A simple vista, parece una evolución lógica: más iluminación, menos consumo y mejor diseño. Pero hay un detalle que pocos se esperaban. Esa luz blanca, nítida y potente, que promete mayor seguridad al conducir, se ha vuelto un nuevo riesgo. Un estudio realizado en diez países europeos, liderado por la asociación automovilística ANWB de Países Bajos, reveló que el 78% de los conductores afirma ser deslumbrado frecuentemente por los faros de otros autos.
La cifra inquieta. No se trata de un malestar menor. Uno de cada cinco encuestados aseguró que el deslumbramiento es tan fuerte que se vuelve insoportable. Y más preocupante aún: el 72% de quienes se sienten cegados dice que necesita desviar la mirada de la carretera para evitar la luz directa. En esos segundos, el riesgo de accidente se dispara. El ojo humano puede tardar hasta nueve segundos en recuperar la visión normal después de un destello. En carretera, eso significa recorrer un poco más de 250 metros sin ver claramente.
Lo más llamativo es que estas luces fueron diseñadas para lo contrario. Durante dos décadas, la industria automotriz ha trabajado para mejorar la visibilidad nocturna. El salto del xenón al LED ofrecía ventajas evidentes: menos consumo, mayor durabilidad y un haz de luz más amplio. Algunas marcas incluso diseñaron sistemas adaptativos, capaces de cambiar automáticamente entre luces largas y cortas. Otros desarrollaron faros matriciales que detectan a los vehículos adelante y ajustan su patrón para evitar encandilar.
Pero esa tecnología no ha llegado a todos por igual. En muchos casos, los sistemas automáticos no funcionan bien o se usan incorrectamente. Además, la instalación de luces LED en autos más antiguos o sin regulación precisa ha provocado un caos de intensidad lumínica. Algunos organismos de tránsito en Europa ya comenzaron a advertir sobre esta nueva fuente de accidentes invisibles. Literalmente.
Audi e-tron S.
La ANWB ha pedido a la Comisión Europea que intervenga. No solo por los faros delanteros. También los traseros, los intermitentes y hasta los antinieblas LED están causando molestias. Lo que antes era una linterna tenue, ahora es una ráfaga que obliga a achicar los ojos. En ciudades o autopistas, el efecto es el mismo: desconcierto, fatiga visual y menos tiempo de reacción.
Quizás la evolución se adelantó a la regulación. Y en un intento por ver más claro, hemos terminado viendo menos. La pregunta ya no es cuánta luz necesitamos, sino cómo usarla sin cegar a los demás.
Cortesía de Xataka
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