En lo alto de las colinas orientales del mar de Galilea, donde el paisaje parece inmune al paso del tiempo, un equipo de arqueólogos ha desenterrado uno de los tesoros más espectaculares hallados en Israel en las últimas décadas. Nada menos que 97 monedas de oro de altísima pureza, acompañadas por joyas fragmentadas de incalculable valor, fueron encontradas bajo los escombros de una antigua ciudad cristiana: Hippos, también conocida como Sussita.
El descubrimiento no solo deslumbra por su belleza, sino por lo que representa. Este tesoro, escondido durante casi 1.400 años, es una cápsula sellada del tiempo que arroja nueva luz sobre una época convulsa, marcada por invasiones, revueltas y el colapso de un imperio que alguna vez gobernó desde Constantinopla hasta Egipto.
Una ciudad cristiana frente al abismo
Hippos fue una de las joyas del oriente bizantino. Fundada originalmente por los griegos en el siglo II a. C., la ciudad se convirtió en un centro cristiano vibrante entre los siglos V y VII d. C. Sus iglesias, mosaicos e inscripciones revelan una comunidad próspera, culturalmente activa y espiritualmente entregada. Pero esa bonanza tenía fecha de caducidad.
En el año 614, las tropas del Imperio sasánida, provenientes de Persia, cruzaron el desierto y entraron en la región con violencia. Era el inicio del fin para muchas ciudades bizantinas. Jerusalén cayó. Tiberíades fue sacudida. Y en medio del caos, los habitantes de Hippos enterraron lo más valioso que poseían con la esperanza de recuperarlo más adelante. Nunca lo hicieron.
Las monedas encontradas abarcan desde el reinado de Justiniano I hasta los primeros años de Heraclio, lo que sitúa el escondite en un periodo exacto: los años previos a la invasión persa. La mezcla de denominaciones —solidi, semisses y tremisses— revela no solo riqueza, sino una sofisticada economía local. Lo más impactante es el estado de conservación de las piezas: relucen como si acabaran de ser acuñadas, recordándonos la durabilidad casi mágica del oro.

¿Taller de orfebrería o fortuna familiar?
La gran incógnita es quién escondió este tesoro. Las pruebas apuntan a una persona o familia acaudalada, quizás incluso vinculada al comercio de joyas o al arte de la orfebrería. Los arqueólogos destacan que, junto con las monedas, aparecieron fragmentos de pendientes de oro decorados con piedras semipreciosas, perlas y vidrio, cada uno con ligeras variaciones que sugieren un origen artesanal más que industrial.
En uno de los templos de Hippos se halló una inscripción del siglo VI que menciona a un orfebre cristiano y su familia como benefactores. Aunque no se puede establecer una conexión directa, este detalle fortalece la teoría de que el tesoro podría haber pertenecido a un joyero local, que huyó ante el avance persa dejando atrás su fortuna en un rincón olvidado de la ciudad.
Curiosamente, la riqueza de este hallazgo contradice lo que los expertos creían sobre Hippos en su etapa final. Hasta ahora, la arquitectura más modesta y el abandono progresivo de algunos edificios habían llevado a pensar que la ciudad estaba en decadencia en el siglo VII. Pero este tesoro sugiere lo contrario: que aún había vida, riqueza y esperanza justo antes del desastre.
Un lugar marcado por la guerra y la fe
El hallazgo se realizó en una zona donde previamente se había identificado una iglesia carbonizada, lo que refuerza el relato de una destrucción violenta. La ciudad pudo haber sido arrasada no solo por las tropas persas, sino quizás por colaboracionistas locales, ya que algunas fuentes mencionan a grupos judíos que se aliaron con los invasores en la región.
El cruce de estos acontecimientos con la historia imperial también añade dramatismo. En los mismos años en los que Heraclio tomaba el poder tras una cruenta rebelión contra el emperador Focas, las monedas con su rostro eran acuñadas apresuradamente en talleres militares itinerantes —algunas, incluso, en Chipre— y distribuían el mensaje de una nueva esperanza para el imperio. Uno de estos rarísimos ejemplares ha sido hallado en Hippos.
Este contexto político y bélico convierte al tesoro en algo más que una acumulación de metales preciosos: es un testimonio de una época de colapso y transformación. La caída de Hippos es la historia de muchas ciudades bizantinas en la región, atrapadas entre imperios rivales, asoladas por terremotos y víctimas de una lenta agonía que culminó en el año 749 con un terremoto devastador que selló su destino.

Redibujando la historia de Galilea
La importancia de este hallazgo va mucho más allá de lo numismático. Representa una oportunidad única para reescribir lo que sabemos sobre la vida en Galilea durante los años finales del dominio bizantino. Lejos de ser un periodo oscuro y desprovisto de dinamismo, este tesoro demuestra que todavía había riqueza, redes comerciales activas y comunidades organizadas con un elevado nivel de vida.
Además, pone en evidencia un fenómeno habitual pero poco documentado: los “tesoros de emergencia”. Cuando la guerra se avecina, las familias entierran sus bienes con la esperanza de un retorno que rara vez ocurre. Estos escondites se convierten, siglos después, en cápsulas que nos permiten mirar de frente a quienes vivieron momentos de incertidumbre tan intensos como los nuestros.
Los trabajos de investigación sobre las monedas y joyas aún están en curso. Los arqueólogos esperan ahora analizar la composición del oro, trazar su origen geográfico y entender mejor cómo circulaba el dinero en la región. La posibilidad de que se exhiba en un museo local ya se está considerando, y no sería raro que, como en tantos otros casos, el azar de un detector de metales dé paso a una gran exposición internacional.
Hippos, esa ciudad olvidada en lo alto del Galilea, vuelve a estar en el mapa. No como un lugar de ruinas silenciosas, sino como epicentro de una historia apasionante que aún tiene mucho que contar.
Cortesía de Muy Interesante
Dejanos un comentario: