Las muchas caras de “Depredador”


Fue en 2022 cuando el director estadounidense Dan Trachtenberg estrenó “Depredador: La Presa” (Prey) en Disney+, una pieza de evidente talante cinematográfico que quedaba confinada al streaming y, por tanto, a las pantallas domésticas y móviles. Por suerte, sus virtudes no pasaron desapercibidas y Trachtenberg ha terminado por convertirse en el adalid de una serie fílmica que necesitaba ser repensada. Tan es así que, este 2025, el realizador ha estrenado no una, sino dos películas de la franquicia: la animada “Depredador: Cazador de Asesinos” (Predator: Killer of Killers), también lanzada directo en streaming, y la nuevecita “Depredador: Tierras Salvajes” (Predator: Badlands), que justo acaba de llegar a los cines.

Creada por los guionistas Jim y John Thomas, la mitología de “Depredador” nació en 1987 con el estreno de una película que hoy es de culto absoluto, además de que ha trascendido como una de las imprescindibles en la filmografía de Arnold Schwarzenegger. Aquella cinta, de alcances aparentemente pequeños, fue creciendo en el imaginario colectivo, al punto en que hoy es parte de la cultura popular. Dicho esto, el reto que Trachtenberg asumió no era para nada sencillo: conllevaba un alto grado de dificultad, más aún porque su visión estaba por transgredir las fronteras y expectativas en torno al mito sci-fi de los Thomas.

Empecemos por hablar sobre “La Presa”, una propuesta inusual para una película de franquicia: en ella encontramos una obra casi taciturna, mesurada en el uso del diálogo, una propuesta que comunica con la acción y con los cuerpos de sus protagonistas, no con los parlamentos, un filme de acción anclado en algo parecido a la contemplación. Es, además, una cinta de época (ambientada a principios del siglo XVIII) con una protagonista femenina para recordar, porque Naru -una joven comanche que trata de sobrevivir a un embate alienígena- es una fantástica e intachable heroína de acción.

En “La Presa”, Trachtenberg imagina la cosmogonía de “Depredador” de otro modo y, al mismo tiempo, le rinde tributo total al ADN de la saga. Con silencios, una chica como ‘prota’ y una puesta en cámara más elevada artísticamente, el filadelfiano replanteó las posibilidades de ese universo. Las virtudes de “La Presa” llevaron al realizador a extender su estadía con los “depredadores”.

En el verano de este año llegó “Cazador de Asesinos”, una exquisita proeza técnica que (una vez más) proponía otro giro dentro de la saga. Primero, porque es un filme animado de carácter antológico, es decir, que reúne en un solo largometraje varias historias aparentemente inconexas. De manera sublime, dichos relatos desarticulados terminan por bordar una sola línea argumental, muy reveladora y con un efecto expansivamente prometedor dentro del corpus “depredadoriano” (disculpando la palabreja que me acabo de inventar).

En su momento escribí que “Cazador de Asesinos” debía ser colocada entre lo mejor que ha dado la saga “Depredador” … y lo sostengo. La animación es de súper lujo y, al igual que “La Presa”, su verdadero hogar era la pantalla grande, aunque nos hayamos tenido que conformar con un estreno en pantalla chica.

Y es así como llegamos a “Tierras Salvajes”, séptimo largometraje canónico de “Depredador” (y noveno si contamos los dos crossovers con la saga “Alien”). Puede que “Tierras Salvajes” sea menor que “La Presa” y “Cazador de Asesinos” en alcances cinematográficos, pero es congruente con lo que Trachtenberg le ha sumado a la franquicia. El director conecta un tercer hit, pues vuelve a reimaginar al “Depredador”, vuelve a estirar la liga hasta reventarla, sin importarle las consecuencias.

En este filme, que ya puedes buscar en cartelera, Trachtenberg logra lo impensable: filmar una película de “Depredador” que es emotiva, entrañable, linda. ¡¿Qué?! Así como lo oyes. El nuevo “Depredador” (llamado Dek) tiene alma, tiene el corazón roto a causa de un duelo que no sabe cómo sobrellevar y, por tanto, surge la duda de si será él quien se salga del patrón, del camino de aniquilación que se le ha marcado.

Dicho esto, Trachtenberg se la juega, comete su osadía más grande a la fecha y lo hace con determinación. Nos da un filme de “Depredador” que tiene los elementos de acción y ciencia ficción que recurren en la saga, pero también nos da una peli de aventuras, una comedia tipo buddy movie y hasta un coming of age de supervivencia.

Me queda claro que su propuesta podría dividir opiniones y generar controversia entre los fans más puristas de la saga. Es que hoy hay gente que tira hate por todo. A mí me parece valiosísimo que un cineasta de cine comercial, de cine de franquicia, se anime a dibujar fuera de la raya. Me parece importante, además, que Trachtenberg tenga la sensibilidad para encontrarse (como contador de historias) con la clase de narrativas que necesitamos hoy, en la era del odio y del desprecio por la otredad.

El mundo no requiere de más relatos sobre “matar o destruir al otro”, sino sobre “entender al otro”, sobre “mirar al otro”. De ahí que veamos al “héroe” (o “antihéroe”) solitario ser transportado a una trama que nos recuerda que el triunfo verdadero, la gloria significativa, sólo se logra cuando hacemos comunidad, cuando entendemos que yo no existo sin lo colectivo, que florezco gracias al entramado con los otros. Nadie mejor que un “Depredador” (un arquetipo del guerrero, de la brutalidad, de la soledad y de la cultura alienante) para contarnos un cuento sobre lo importante que es entender que no sólo son importantes mis lazos con quienes son como yo, también con los que son diferentes a mí. ¿Quién diría que una peli de “Depredador” podía tomar este sendero?

Cortesía de El Informador



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