“Las mujeres que murieron por un aborto ilegal se merecen un monumento”: la traumática experiencia que le cambió la vida a la Nobel de Literatura Annie Ernaux

Annie Ernaux, premio Nobel de Literatura, 2022

Fuente de la imagen, Hulton Archive via Getty Images

    • Autor, Vibeke Venema
    • Autor, Laura Gozzi
    • Título del autor, BBC World Service

“Cada instante de aquel aborto fue una sorpresa para mí”, recuerda Annie Ernaux.

La escritora francesa, hoy Premio Nobel de Literatura, habla de la intervención clandestina que casi le costó la vida en 1963.

Tenía 23 años, estudiaba en la universidad y soñaba con convertirse en autora.

Era también la primera de una familia de obreros y pequeños comerciantes en acceder a la educación superior, un logro que sentía que se desmoronaba ante sus ojos.

“El sexo finalmente me había pasado factura, y veía aquello que crecía dentro de mí como la marca de mi fracaso social”, escribiría más tarde.

En su diario de aquellos días, las anotaciones de una sola palabra, escritas mientras esperaba la menstruación, se leían como una cuenta regresiva hacia la fatalidad: RIEN. NADA.

Las opciones eran provocarse ella misma un aborto o encontrar a un médico o alguien que la ayudara a abortar clandestinamente a cambio de dinero.

Esta últma opción eran generalmente mujeres conocidas como “creadoras de ángeles”.

Pero obtener información al respecto era casi imposible. El aborto era ilegal y cualquiera que participara —incluida la mujer embarazada— podía acabar en prisión.

“Era un secreto. Nadie hablaba de ello”, recuerda Ernaux.

“Las chicas de entonces no sabíamos absolutamente nada de cómo se hacía un aborto.”

Una obra que forma parte del programa escolar de Francia

Ernaux recuerda que se sintió abandonada, pero también decidida.

Al escribir sobre aquel periodo, buscaba mostrar la enorme fuerza que exigía enfrentarse sola a un problema así.

“Fue realmente una batalla entre la vida y la muerte”, afirma.

Ernaux narra estos hechos con un lenguaje sobrio y directo, sin desviar la mirada, en su obra “El acontecimiento“.

“Lo que importa es el detalle”, dice.

“El detalle de la aguja de tejer que tomé de la casa de mis padres. O no saber que, al final, también tendría que expulsar la placenta”.

Acabó en el hospital, desangrándose, trasladada de urgencia desde su residencia universitaria.

“Es el peor tipo de violencia que se le puede infligir a una mujer. ¿Cómo pudimos permitir que tantas mujeres pasaran por esto?”, se pregunta.

“No me daba vergüenza contarlo. Me motivaba la sensación de que sentía que estaba haciendo algo históricamente importante”.

Con el tiempo entendió que el silencio que había rodeado por tantos años al aborto clandestino también se había extendido al aborto legal.

“Me dije: todo esto acabará olvidándose.”

Publicado en 2000, “El acontecimiento” forma hoy parte del programa escolar en Francia y fue adaptado al cine en una película que ha recibido muchos premios.

Fuente de la imagen, Getty Images

Entre 300.000 y un millón de mujeres

Ernaux considera fundamental que los jóvenes conozcan los peligros del aborto clandestino, especialmente porque, recuerda, a veces los políticos buscan restringir el acceso al aborto legal.

Señala los casos recientes en algunos estados de EE.UU. y en Polonia.

“Es una libertad esencial poder controlar tu propio cuerpo y, por lo tanto, la reproducción”, afirma.

Francia ha consagrado recientemente el derecho al aborto seguro en su Constitución, convirtiéndose en el primer país del mundo en hacerlo.

Pero Ernaux insiste en que también debería reconocerse a las innumerables mujeres que murieron a causa de abortos ilegales.

Nadie sabe cuántas fueron; la causa de la muerte solía ocultarse.

Se calcula que entre 300.000 y un millón de mujeres se sometían cada año a abortos clandestinos en Francia antes de su legalización en 1975.

“Creo que merecen tener un monumento, como el que han hecho al soldado desconocido en Francia”, afirma.

A comienzos de este año, Ernaux formó parte de una delegación que propuso ese memorial a la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.

La posibilidad de que avance o no, admite, dependerá del resultado de las elecciones de marzo.

El tema sigue siendo profundamente perturbador.

En las funciones teatrales de “Los años”, la adaptación de su libro que incluye una escena de aborto, no es raro que algunos espectadores abandonen la sala.

También ha recibido reacciones inesperadas.

“Nací en 1964, ¡pudo haberme pasado a mí!”, le comentó una profesora universitaria.

“Eso revela el miedo extraordinario que existe hacia el poder que pueden tener las mujeres”, reflexiona.

En su obra, Ernaux examina su propia vida sin vacilar. Sus libros abordan experiencias dolorosas que muchos conocen pero pocos se atreven a nombrar: agresiones sexuales, secretos familiares, la pérdida de su madre por Alzheimer.

“Estas cosas me sucedieron para que yo pudiera contarlas”, escribe al final de “El acontecimiento”.

Sin embargo, la escritora se niega a imponer valores actuales sobre el pasado: su objetivo es reconstruir exactamente lo que vivió y cómo se sintió en aquel momento.

En “La historia de una chica”, relata su primera experiencia sexual: trabajaba en un campamento de verano y un líder del campamento que era mayor abusó de ella.

En aquel momento, no entendió lo que le estaba pasando; se sentía “como un ratón frente a una serpiente, sin saber qué hacer”.

Hoy reconoce que aquello sería considerado una violación, pero explica que esa palabra no aparece en su libro. “Porque para mí lo esencial es describir exactamente lo que pasó, sin emitir juicios”.

Anne Ernaux en casa con un gato, sentada en su escritorio, en 1984

Fuente de la imagen, Gamma-Rapho via Getty Images

Estos acontecimientos quedaron registrados en los diarios personales de Ernaux, que comenzó a escribir a los 16 años.

Tras casarse, guardó esos preciados recuerdos en una caja en el ático de su madre, junto con cartas de sus amigos.

Pero en 1970, cuando su madre se mudó a vivir con ella y su familia, trajo consigo todo lo que había en el ático… excepto esa caja y su contenido.

“Me di cuenta de que mi madre las había leído y había decidido que esas cartas y recuerdos debían ser destruidos”, recuerda Ernaux. “Debió de sentirse completamente horrorizada”.

La pérdida fue enorme, pero Ernaux no quiso arruinar su relación con una discusión inútil. Y, de algún modo, el intento de su madre de borrar el pasado fracasó.

“La verdad sobrevivió al fuego”, escribe Ernaux en “La historia de una chica”.

Asegura que sin sus diarios, tuvo que confiar en su memoria, que resultó ser suficiente.

“Puedo recorrer mi pasado cuando quiero. Es como proyectar una película”, explica.

Fue también así como escribió su influyente obra “Los años”, una historia colectiva de la generación de posguerra.

“Solo tenía que preguntarme: ¿cómo era la vida después de la guerra? Y podía visualizarla y escucharla”, dice.

Esos recuerdos no son solo suyos, sino también los recuerdos de las personas con las que compartió su historia.

Ernaux creció en el café de sus padres en Normandía, norte de Francia, rodeada de clientes desde la mañana hasta la noche.

Eso le permitió aprender sobre los problemas de los adultos desde muy joven, lo que a veces le provocaba vergüenza.

“No estaba segura de que mis compañeros de clase supieran tanto del mundo como yo”, dice. “Detestaba saber de hombres borrachos, de quienes bebían demasiado. Me avergonzaban muchas de esas cosas”.

“Escribiré para vengar a los míos”

Ernaux escribe con un estilo depurado y directo.

En entrevistas anteriores ha explicado que definió su estilo cuando comenzó a escribir sobre su padre, un hombre de clase trabajadora para quien un lenguaje claro y directo resultaba lo más adecuado.

A los 22 años anotó en su diario: “Escribiré para vengar a los míos”, una frase que se convirtió en su faro. Su propósito, explicó en su discurso del Nobel, era “reparar la injusticia social ligada a la clase en la que uno nace”.

Tras pasar de una vida rural y obrera a una existencia de clase media en las afueras de una gran ciudad, se describe a sí misma como una “migrante interna”.

Desde hace 50 años vive en Cergy, una de las cinco “nuevas ciudades” construidas alrededor de París, adonde se mudó con su entonces esposo y sus hijos. En 1975 aún estaba en construcción, y ella ha visto cómo la ciudad creció a su alrededor.

“Aquí todos somos iguales: todos migrantes, de Francia y de fuera”, afirma. “No creo que tendría la misma perspectiva sobre la sociedad francesa si viviera en el centro de París.”

La casa en la que vive hoy la compró con el dinero de su primer premio literario.

La premio Nobel Annie Ernaux en su casa llena de libros en Cergy, a las afueras de París

Su pasión por la escritura sigue intacta. Y la conexión con su público es fundamental para esta mujer moderna de 85 años.

Cuando en 1989 terminó un apasionado romance con un diplomático soviético casado, fue escribir sobre esa experiencia lo que le permitió recuperarse.

Y, tras la publicación de ese libro, Una pasión simple, llegó otra forma de consuelo: la respuesta de sus lectores.

“De pronto empecé a recibir muchísimos relatos de mujeres —y también de hombres— que me contaban sus propias historias de amor. Sentí que había permitido que la gente pudiera abrirse y compartir sus secretos”, cuenta.

Añade que hay cierta dosis de vergüenza asociada a una relación que “lo consume todo”.

“Pero al mismo tiempo debo decir que es el recuerdo más maravilloso de toda mi vida”.

Este contenido fue producido en colaboración entre Nobel Prize Outreach y la BBC.

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Cortesía de BBC Noticias



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