- Autor, Louise Chunn
- Título del autor, BBC News
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Advertencia: Esta historia contiene descripciones de abuso sexual.
Durante casi una década, el esposo de Gisèle Pelicot la había estado drogando en secreto e invitando a hombres que conocía por internet para que tuvieran relaciones sexuales con ella, su “Bella Durmiente”, en el dormitorio conyugal mientras él los grababa en video.
Estos desconocidos, cuyas edades iban de los 22 a los 70 años, y cuyas ocupaciones incluían bombero, enfermero, periodista, alcaide de prisión y soldado, siguieron las instrucciones de Dominique Pelicot. Tal era su deseo de un cuerpo femenino sumiso para penetrar, que mantuvieron relaciones sexuales sin reparos con una abuela jubilada cuya figura, estando fuertemente sedada, se asemejaba a un muñeco de trapo.
Había 50 hombres en el tribunal, todos viviendo en un radio de 50 km de Mazan, un pequeño pueblo en el sur de Francia donde vivían los Pelicot. Al parecer, eran “como cualquier otro hombre”.
Una mujer de unos 30 años me dijo: “Cuando leí sobre esto por primera vez, no quise estar cerca de ningún hombre durante al menos una semana, ni siquiera de mi prometido. Me horrorizó por completo”.
Otra mujer, de casi 70 años, tan cercana a la edad de Gisèle Pelicot, no podía dejar de pensar en lo que podrían albergar las mentes de los hombres, incluso las de su esposo e hijos. “¿Es esto solo la punta del iceberg?”.
Como escribió la doctora Stella Duffy, de 61 años, autora y terapeuta, en Instagram el día en que se dictó el veredicto: “Espero y trato de creer en #notallmen (no todos los hombres), pero imagino que las esposas, novias, mejores amigas, hijas y madres del pueblo de Gisèle Pelicot también pensaban eso. Y ahora saben que no es es así. Cada mujer con la que hablo dice que este caso ha cambiado la forma en que ve a los hombres. Espero que también haya cambiado la forma en que los hombres ven a otros hombres“.
Ahora que se ha hecho justicia, podemos mirar más allá de este caso monstruoso y preguntarnos: ¿de dónde provino el comportamiento cruel y violento de estos hombres? ¿Acaso no podían ver que el sexo sin consentimiento es violación?
Pero también hay una pregunta más amplia. ¿Qué dice sobre la naturaleza del deseo masculino el hecho de que tantos hombres en un área relativamente pequeña compartieran esta fantasía de dominación extrema sobre una mujer?
Cómo internet cambió las normas
Es difícil imaginar la escala de violaciones y abusos sexuales orquestadas contra Pelicot sin la existencia del internet.
La plataforma en que Dominique Pelicot buscaba hombres para violar a su esposa era un sitio web francés no moderado -que ahora ha sido cerrado- y que facilitaba la reunión de personas con intereses sexuales compartidos, sin restricciones, mucho más de lo que habría sido posible en la época anterior a internet.
Uno de los abogados de Pelicot comparó la web con un “arma homicida”, diciendo al tribunal que sin ella el caso “nunca habría alcanzado tales proporciones”.
Pero internet también ha contribuido a cambiar poco a poco la actitud ante el sexo consentido y no abusivo, normalizando lo que antes muchos consideraban extremo.
En la transición entre las antiguas revistas para adultos y películas eróticas compradas en turbias tiendas de sexo del barrio londinense Soho y los sitios web modernos como PornHub, que solo en enero de 2024 tuvo 11.400 millones de visitas móviles a nivel mundial, los límites de la pornografía se han expandido enormemente.
La incorporación de actividades cada vez más extremas o de nicho aumenta las expectativas, por lo que el sexo convencional puede volverse algo mundano.
Según una encuesta realizada a usuarios en línea de Reino Unido en enero de 2024, casi 1 de cada 10 encuestados, de entre 25 y 49 años, informó ver pornografía casi todos los días, siendo la gran mayoría de ellos hombres.
Daisy, una graduada universitaria de 24 años, me contó que la mayoría de las personas que conoce ven pornografía, incluida ella misma. Prefiere usar un sitio feminista cuyos filtros de búsqueda incluyen términos como “apasionado” y “sensual”, además de “rudo”. Sin embargo, algunos de sus amigos varones dicen que ya no ven pornografía “porque no podían disfrutar del sexo después de haber visto demasiada pornografía cuando eran solo niños”.
Un estudio de 2023 realizado para la comisionada de la infancia de Inglaterra, Rachel de Souza, reveló que una cuarta parte de los jóvenes de entre 16 y 21 años vieron pornografía en internet por primera vez cuando aún estaban en la escuela primaria.
En ese momento, De Souza afirmó que “el contenido para adultos al que los padres pudieron haber accedido en su juventud podría considerarse ‘anticuado’ en comparación con el mundo actual de la pornografía en línea”.
¿El porno realmente moldea las actitudes?
Los niños que ven porno de manera habitual en sus teléfonos antes de la pubertad, inevitablemente crecen con expectativas sexuales distintas de las que despertaba la revista Playboy en el siglo XX.
Si bien no se ha establecido una relación de causalidad directa, hay evidencia sustancial de una asociación entre el consumo de pornografía y actitudes y comportamientos sexuales nocivos hacia las mujeres.
Según una investigación gubernamental anterior a la pandemia del covid-19, “hay pruebas de que el consumo de pornografía está asociado con una mayor probabilidad de desear o participar en actos sexuales vistos en pornografía, así como una mayor probabilidad de creer que las mujeres quieren participar en estos actos específicos”.
Algunos de estos actos pueden contemplar comportamientos dominantes y agresivos tales como bofetadas, asfixia, arcadas y escupitajos. Daisy me dijo: “La asfixia se ha convertido en algo normal, rutinario, esperado, como los besos en el cuello. A la última persona con la que salí, le dije desde el principio que no me gustaba la asfixia y él estuvo bien con eso”.
Pero ella cree que no todas las mujeres se atreven a decirlo. “Según mi experiencia, la mayoría de los hombres no quiere que una mujer sea dominante en el cuarto. Ahí es donde quieren tener el poder”.
Cuarenta años mayor que Daisy, Suzanne Noble ha escrito sobre sus propias aventuras sexuales y ahora tiene un sitio web y un podcast llamado Sex Advice for Seniors (consejos sobre sexo para mayores). Ella cree que la disponibilidad de porno que muestra fantasías de violación normaliza un acto que tiene sus raíces en la violencia y presenta la violación como una actividad que las mujeres desean.
“Simplemente no hay suficiente educación sobre la diferencia entre recrear una fantasía que implica una pseudoviolación y una versión completamente no consentida de la misma”, argumenta.
De pequeños anuncios a la vida real
Así como internet sacó la pornografía de las callejuelas y la llevó a los dormitorios, también ha facilitado el acceso a eventos en la vida real. Anteriormente, las personas interesadas en, por ejemplo, el S&M (sadomasoquismo) podían conectarse a través de pequeños anuncios en la parte trasera de revistas de “contactos”, utilizando los buzones de oficinas postales en lugar de enviar correspondencia a sus propios hogares. Era una forma muy lenta y ardua de organizar un encuentro sexual. Ahora es mucho más fácil conectarse con esos grupos en línea y luego planear encuentros en persona.
En Reino Unido, se ha vuelto común encontrar el amor y las relaciones a través de aplicaciones de citas y también es más fácil conectarse con personas que desean probar ciertas preferencias sexuales, gracias a una gran variedad de aplicaciones sociales como Feeld, diseñada para que las personas exploren “deseos fuera de los esquemas tradicionales”.
Su glosario en línea incluye una lista de 31 deseos, como poliamor, bondage (práctica que puede implicar atar, sujetar o restringir de manera consensuada a la pareja) y sumisión.
Albertina Fisher es una terapeuta psicosexual en línea que, en el ejercicio de su trabajo, habla con sus clientes sobre sus fantasías sexuales. “No hay nada de malo en tener una fantasía sexual; la diferencia es si la fantasía se convierte en comportamiento sin consentimiento”, explica.
Ella me dice que las fantasías masculinas y femeninas son diferentes, “pero a menudo incluyen sumisión y dominación. Lo importante acerca de preferencias sexuales como el BDSM (bondage, disciplina o dominación, sadismo y masoquismo) es que sean seguras, racionales y consensuadas. Lo que dos personas quieran hacer juntas está perfectamente bien”. Destaca que esto solo aplica cuando ambas partes consienten.
Todo esto, por supuesto, está completamente separado del caso Pelicot. “Eso es violencia sexual“, dice. “Y es extremadamente angustiante que algo así pueda ocurrir dentro de lo que parecía ser una relación amorosa. Actuar una fantasía sin consentimiento es una forma extrema de narcisismo”.
“Cuando la pareja está incapacitada, todas sus necesidades son negadas. Así es que tienes la fantasía de una mujer de la que no tienes que preocuparte por complacer”.
Preguntas sobre el deseo
Un aspecto clave y problemático de toda la cuestión de la fantasía es el deseo. En la era postfreudiana, se ha convertido en una verdad común que los deseos no deben ser reprimidos. Gran parte de la teoría de la liberación de los años 60 subrayaba la autorrealización a través de la realización del deseo sexual.
Sin embargo, el deseo masculino se ha convertido en un concepto cada vez más debatido, entre otras cosas por las cuestiones de poder y dominación que a menudo están entrelazadas en él.
Los hombres que fueron juzgados en el caso Pelicot tuvieron dificultad para verse a sí mismos como perpetradores. Algunos argumentaron que asumían que Gisèle Pelicot había consentido o que estaban participando en un juego sexual libertino. Tal como lo veían muchos de ellos, simplemente estaban persiguiendo sus deseos.
Existe una oscura línea divisoria donde una forma muy básica de deseo heterosexual masculino (o el impulso primitivo de tener sexo con una mujer, o mujeres, de la manera más sencilla) puede convertirse en un esfuerzo compartido, creando un espíritu de superación de límites que puede prestar poca atención o cuidado a la experiencia femenina.
Esto quizá explique por qué una actriz de OnlyFans, Lily Phillips, atrajo recientemente una enorme fila de participantes en su intento de tener sexo con 100 hombres en un solo día.
La tendencia a objetivizar a las mujeres puede, en algunos casos, desarrollarse en un deseo de aniquilar por completo la cuestión del deseo femenino, por no hablar de la libertad de elección de las mujeres.
Obviamente, el deseo masculino toma muchas formas, la mayoría de ellas de una naturaleza completamente saludable, pero tradicionalmente ha estado limitado por normas culturales. Ahora esos límites han cambiado radicalmente en Reino Unido y en otras partes del mundo occidental. Y la convicción subyacente de que la realización del deseo es un acto de autoliberación constituye una combinación potente y a ratos inquietante.
El atractivo de Andrew Tate
Andre de Trichateau, un terapeuta basado en South Kensington, Londres, sacó a relucir el atractivo de influencers masculinistas como Andrew Tate, un autoproclamado “misógino”, que tiene 10,4 millones de seguidores en X.
Trichateau dice que se ha encontrado con hombres que se sienten degradados y desplazados por el auge del feminismo. “Algunos hombres no saben quién ser”, afirma. “Los hombres son socializados para ser dominantes, pero también se espera que estén en contacto con sus emociones, que sean capaces de mostrar vulnerabilidad”.
“Esta confusión puede llevarles a la ira, dirigida al movimiento feminista, y (a su vez esto puede llevarles a seguir a) personas como Tate”.
Con un 60% de clientela masculina, Trichateau observa que “los hombres pueden ser socializados para considerar el poder y la dominación como parte de su identidad“.
“No se trata de justificar nada parecido al caso Pelicot”, prosigue, “pero objetivamente veo que ese comportamiento es una vía de escape de la impotencia y la inadecuación. Es tentador y prohibido”.
“El caso es inquietante porque muestra los extremos a los que llega la gente”.
También señaló que los grupos en línea como el que utilizó Pelicot pueden ser muy poderosos. “En un grupo te aceptan. Las ideas se validan. Si una persona dice que está bien, todo el mundo le sigue la corriente”.
Muchas de las conversaciones durante y desde el juicio de Pelicot se han centrado en cómo distinguir entre sexo consentido y no consentido, y en si debería definirse mejor en la ley, pero el problema es que lo que implica el consentimiento es una cuestión compleja.
En opinión de Daisy, de 24 años, algunas mujeres de su edad tienden a seguir las preferencias sexuales de los hombres sin tener en cuenta sus propias sensaciones. “Creen que algo es sexy si el hombre con el que están piensa que es sexy“.
Así pues, si los hombres heterosexuales en particular se inspiran cada vez más en la pornografía para sus preferencias sexuales, se plantean nuevas preguntas sobre la forma cambiante del deseo masculino. Y si las mujeres jóvenes pueden sentir que el precio de la intimidad es estar de acuerdo con esos deseos, por extremos que sean, entonces podría decirse que el consentimiento no es una cuestión de blanco o negro.
En última instancia, puede que haya un alivio generalizado porque el caso Pelicot haya terminado y se haya hecho justicia, pero deja tras de sí aún más preguntas, preguntas que, en el espíritu de una mujer francesa asombrosamente fuerte, quizá sea mejor debatir abiertamente.
*Louise Chunn es fundadora de la plataforma de búsqueda de terapeutas Welldoing y exeditora de la revista Psychologies
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Cortesía de BBC Noticias
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