¡Llévele, llévele! Máscaras, banderas y zapatos: Artesanos y vendedores decoran las fiestas patrias

Desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo de la Ciudad de México abundan los pequeños locales que venden llaveros de sombrero, máscaras del KeMonito (actualmente conocido como Don Changuito) y productos tricolor que dan un aviso a la celebración de las fiestas patrias. 

A escasos días del grito de Independencia, los comerciantes perciben un ligero aumento de venta, particularmente por parte de los turistas. Sobre la Avenida Reforma, se pueden ver pequeños puestos con lonas blancas, en las que la mayoría adorna con una gran bandera, pero hay uno que destaca sobre los demás, ya que está tapizado de máscaras de luchador.

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Se trata de don Roberto, comerciante, quien desde hace cinco años vende mercancía de acuerdo a la temporada, como el 15 de septiembre o Navidad. Al acercarse a la carpa blanca, se escucha música típica mexicana, y al platicar con él dice que el camino no fue fácil.

Hace 10 años vendía en los cruceros guitarras rojas, negras y azules. Hace ocho años comencé a vender pelucas y hace cinco años me invitaron a salir del crucero y vender artesanías en un puesto”.

Sin embargo, no es el único caso que se ha preparado para vender productos típicos mexicanos, como el caso de la señora Paola, ubicada cerca del Palacio de Bellas Artes con un pequeño espacio para vender banderas y demás artículos.

En este contexto, la presencia de negocios informales ha aumentado, ya que pasó de 62.6% a 64.3% entre 2018 y 2023, de acuerdo con el Censo Económico del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Máscaras desde 250 hasta 1,200 pesos

Don Roberto (nombre ficticio porque prefirió mantenerse en anonimato), quien se animó a fabricar y vender máscaras comenta que, junto con su esposa, iniciaron con 10 máscaras y al día de hoy cuenta con más de 2,000 modelos.

A pesar de competir con mercancía de mala calidad que ronda entre los 120 pesos, se mantiene optimista y siempre le recalca al cliente que las máscaras que fabrica se distinguen por la calidad.

Orgulloso de su trabajo, explica que se puede diferenciar principalmente en los detalles y acabados metálicos de cada diseño, porque los que produce son tonos dorados, plateados con un acabado tornasol; mientras que las de mala calidad, solo son metálicas y las costuras incluso se ven sin terminar.

En tanto, el rango de precios de sus máscaras depende del diseño, pero la mayoría están en 250 pesos y las de mayor precio son las personalizadas de 1,200 pesos. Durante estos días, don Roberto espera obtener ganancias entre 10,000 a 15,000 pesos.

Andrea Salvador.

Zapatos y vestimenta del sur del país

En los alrededores del Monumento a la Revolución, se encuentran carpas blancas, mismas que están adornadas en cada esquina con trajes y blusas con bordados típicos. En uno de estos puestos se encuentra un joven atendiendo.

Originario de Oaxaca, Josué (quien prefirió no compartir su nombre real) menciona que junto con su familia teje blusas, vestidos y ponchos. Pero para este año, las ventas se han mantenido igual, sin algún incremento de consumo.

Las blusas son las que más se llevan, vendemos entre 4,000 a 5,000 pesos el 15 y 16 de septiembre”.

Por otra parte, a unos cuantos metros del puesto de Josué, se encuentra Abigail (optó por el anonimato), quien vende recuerdos mexicanos, pero al fondo y en la parte baja de la mesa, tiene zapatos de piel.

Con una actitud firme, explica que forma parte del plantón de comerciantes que esperan un espacio digno para vender. En este sentido, los zapatos, huaraches y botas con diseños coloridos son artesanales.

“Somos un negocio familiar de Guerrero”, comenta un poco apenada, pero abierta a mostrar los modelos que fabrica ella y sus parientes. El rango de precios va desde los 250 hasta los 500 pesos.

Aunado a que la temporada alta es la noche del 15 de septiembre, al terminar el festejo y por ende, espera vender entre ocho a nueve pares, lo que implica una ganancia aproximada de 2,500 pesos. Cabe mencionar que su producto más vendido son las bolsas, lo que implica un ingreso extra.

Andrea Salvador.

Adornos mexicanos

Un lugar emblemático de la Ciudad de México es el Palacio de Bellas Artes, y en esta fecha la plaza suele adornarse con banderas, playeras, collares y demás accesorios. La competencia es más fuerte y la señora Paola es consciente de ello.

Proveniente del Estado de México con cercanía a Toluca, se hace más de dos horas de viaje para llegar a su lugar de trabajo, por lo que ha decidido quedarse a dormir en su puesto, junto con su hijo adolescente.

Nos pusimos desde el dos de septiembre y nos dijeron que teníamos que irnos el 16. Terminando el desfile tenemos que recoger”.

Comenta que, para este año, las ventas han disminuido, porque la gente ya no compra banderas grandes o más de un adorno. Mientras se sube a su pequeño banco para acomodar los moños tricolor, relata que esta disminución se debe al alza de precios y la gente prefiere ahorrar.

El regateo en los productos nacionales

Todos estos casos comparten algo en común y es que día a día tratan con el regateo y la incomodidad de lidiar con clientes que se molestan por no tener un precio más bajo.

Don Roberto, quien mientras explicaba la calidad de las máscaras, se acerca un cliente a su puesto. Curioso al ver la diversidad de modelos, decidió comprar una de tamaño adulto, pero también preguntó si había para niños, a lo que el vendedor contestó que sí y al mismo precio.

Al escuchar esto, el semblante del cliente cambió y con un tono inconforme dijo: “¡Ah!, ¿pero qué diferencia hay? Es más chica y menos gasto”.

En respuesta, don Roberto, le hizo una oferta de dos máscaras por 450 pesos -50 pesos de descuento-, pero el cliente indignado se fue.

Mientras que, para Abigail, el regateo la molesta, porque transportar los productos desde Guerrero y exigir mejores condiciones de comercio, siente que las personas que le intentan bajar el precio no valoran su trabajo.

El regateo es muy frecuente y es algo que me molesta, porque son cosas en las que te esfuerzas en hacer y es muy difícil que valoren tu trabajo”.

Cortesía de El Economista



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