Lo que los canguros y las palomas revelan sobre el viaje de los animales por el mundo

A simple vista, pocos animales parecen tan distintos como un canguro y una paloma. Uno salta por los desiertos australianos, el otro picotea migas en plazas de ciudades de todo el mundo. Sin embargo, ambos comparten una curiosa característica: son el resultado de una historia evolutiva excepcional que los ha llevado a dominar, cada uno a su manera, un territorio.

Mientras los marsupiales encontraron en el aislamiento geográfico de Australia el escenario perfecto para diversificarse sin competencia, las palomas aprovecharon su cercanía con el ser humano para expandirse globalmente y adaptarse a entornos urbanos.

En un caso, la evolución fue guiada por millones de años de separación continental; en el otro, por miles de años de convivencia con las civilizaciones. Ambas historias revelan cómo factores como el clima, la geografía, la biología y la acción humana pueden moldear la distribución y el éxito de las especies.

¿Por qué hay tantos marsupiales en Australia?

Australia es el paraíso de los canguros, los koalas y los wombats o uómbats. Quizá alguna vez te hayas preguntado la razón que ha llevado a estos mamíferos equipados con una curiosa bolsa marsupial a congregarse en un mismo continente.

Los marsupiales ya estaban en la Tierra, al menos, 70 millones de años antes de que llegaran a Australia, según Robin Beck, biólogo de la Universidad de Salford (Reino Unido). “No son originarios de Australia en absoluto. Son inmigrantes”, recalca Beck.

En comparación con la mayoría de los mamíferos, son algo fuera de lo común. A diferencia de los animales placentarios, como los humanos, los perros y las ballenas, los marsupiales dan a luz a sus crías cuando estas no están desarrolladas del todo. Luego, siguen creciendo en la bolsa marsupial –o marsupio– que la madre tiene en el vientre.

“Las crías nacen vivas, pero no se pueden valer por sí mismas. Se arrastran hasta el pezón de su madre, que suele estar dentro del marsupio, se agarran a él y se quedan ahí durante varios meses alimentándose de leche”, nos cuenta.

Canguro
Los marsupiales llegaron desde América del Norte hace millones de años. Ilustración artística: Sora / ERR.

Australia, tierra de bolsas: el viaje milenario de los marsupiales

Resulta que los marsupiales más antiguos que se conocen provienen de Norteamérica, donde evolucionaron durante el periodo Cretácico, después de que se diversificaran de los mamíferos placentarios hacía al menos 125 millones de años.

En aquel entonces, poblaban el supercontinente Laurasia, con entre quince y veinte especies diferentes que hoy están extinguidas. No está claro por qué, pero en la época en que los dinosaurios desaparecieron, los marsupiales emigraron a América del Sur.

Hasta hace entre 40 y 35 millones de años, Sudamérica y Australia estaban conectadas a la Antártida, formando un gran continente. En esos tiempos, la Antártida no estaba cubierta de hielo, sino por un bosque templado.

“No era mal sitio para vivir”, comenta Beck.

Parece que siguieron avanzando por Sudamérica, a través de la Antártida y hasta Australia. Tenemos evidencia de ello: en la isla Seymor de la Antártida, se han encontrado fósiles de los marsupiales y sus parientes, como el monito del monte o waite (Dromiciops gliroides).

Fósiles en movimiento: pistas en Perú, la Antártida y Queensland

Los fósiles más antiguos en Australia se han hallado en un yacimiento de 55 millones de años de antigüedad, conocido como Tingamarra, cerca del pueblo de Murgon, en Queensland. Algunos son similares a los que se han hallado en Sudamérica. Por ejemplo, el antiguo Chulpasia, un marsupial que se alimentaba de frutas en Perú, es pariente cercano de otro encontrado en Tingamarra.

Otro fósil australiano, el del insectívoro Djarthia, podría ser un antepasado de los marsupiales que existen en nuestros días, según asegura Beck. Pero hay una laguna en el registro fósil australiano. Después de Tingamarra, el siguiente fósil que se conserva data de hace 25 millones de años. “Entonces, los marsupiales de Australia habían experimentado ya una gran diversificación, desde los koalas hasta los parientes de los wombats y de los peramélidos”, cuenta Beck.

En conclusión, todos los grupos de marsupiales australianos ya estaban en el continente hace 25 millones de años. Pero, a pesar de su arraigo en esas tierras, esta infraclase de mamíferos metaterios es originaria de lugares muy lejanos a los que hoy son su hogar.

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Dos éxitos evolutivos: por qué los marsupiales se quedaron en Australia y las palomas lo conquistaron todo. Ilustración artística: Sora / ERR.

¿Por qué hay tantas palomas?

Por su parte, las palomas picotean la acera, hacen caca sobre tu cabeza, se juntan por cientos en las plazas de las ciudades… Estas aves se han convertido en habitantes habituales del paisaje urbano. Aunque a mucha gente no le caen bien estas ubicuas criaturas que algunos consideran ratas con alas, pocos se han parado a pensar por qué son tan numerosas y qué papel hemos jugado los humanos en su presencia urbana.

De hecho, hay más de 400 millones de palomas en todo el mundo, la mayoría en las ciudades. Aunque no siempre fue así. Las que conocemos hoy descienden de un ave salvaje conocida como paloma asiática bravía (Columbia livia). Esta especie prefiere vivir en acantilados rocosos de la costa antes que entre asfalto y contaminación.

Si echamos la vista atrás 10 000 años, existen restos fósiles que apuntan a que, en la antigua Mesopotamia –hoy Irak– y Egipto, la gente empezó a domesticarlas para que vivieran en sus tierras.

De comida a mensajeras: cómo las palomas se ganaron su lugar en nuestras ciudades

“En esos tiempos, criaban palomas para comérselas”, comenta Steve Portugal, ecofisiólogo que estudia el vuelo y el comportamiento de los pájaros. Los ejemplares mejor alimentados y más jóvenes se consideraban una rica fuente de proteínas y grasas. Con la domesticación, fueron apareciendo subespecies que condujeron a la diversidad de palomas urbanas con las que convivimos en la actualidad.

Al mismo tiempo, los humanos se dieron cuenta de que estos animales podían ser útiles para más cosas, aparte de para echarlas a la cazuela. Mientras se hacían populares en Oriente Medio, África del Norte y Europa Occidental, muchos empezaron a aprovechar su talento innato para orientarse.

Se sabe que los marineros las usaban en el Mediterráneo para avisar de naufragios. En las ciudades, se hicieron muy valiosas como mensajeros aéreos para transportar información importante a largas distancias.

A partir de ahí, han sido cada vez más apreciadas. “Pronto otro tipo de aves de corral las sustituyeron como fuente de alimento, y la gente empezó a criar palomas como un pasatiempo”, señala Elizabeth Carlen, investigadora de la Universidad Fordham de Nueva York.

De canguros a palomas, cómo la evolución y los humanos moldearon el mapa animal
Criadas por humanos y adaptadas a los entornos urbanos, las palomas han conquistado nuestras ciudades. Ilustración artística: Sora / ERR.

Cuando la biología y el ser humano deciden juntos

En el siglo XVII, la paloma bravía, que no era nativa de Estados Unidos, ya había llegado a Norteamérica a bordo de barcos provenientes del Viejo Continente. Se piensa que fueron llevadas hasta allí para satisfacer la creciente demanda: su cría se había puesto de moda.

Pero era inevitable que muchos de estos colúmbidos escaparan a la cautividad y empezaran a reproducirse libremente en las ciudades. “Nosotros construimos el nuevo hábitat urbano y criamos a un ser vivo que se las apaña muy bien en él”, dice Michael Habib, paleontólogo del Instituto de Dinosaurios en el Museo de Historia Natural de Los Ángeles (EE. UU.).

“Les resultó fácil adaptarse a las ciudades, porque les hemos enseñado a sentirse cómodas viviendo entre nosotros”, añade.

Cortesía de Muy Interesante



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