Lo que no sabías de Francisco, el papa de los gestos que reescribieron la historia de la Iglesia: la biografía definitiva

El 17 de diciembre de 1936 nacía en Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, el hijo mayor de una familia de inmigrantes italianos. Sus raíces humildes, marcadas por la fe profunda de su abuela y una infancia sencilla en el barrio porteño de Flores, serían el cimiento de una vida dedicada a los demás. Hoy, 21 de abril de 2025, el mundo despide al papa Francisco, un líder religioso sin precedentes que a lo largo de más de una década al frente de la Iglesia Católica desafió las estructuras, dio voz a los marginados y dejó una huella imborrable tanto dentro como fuera del Vaticano.

Francisco fue mucho más que el primer papa jesuita o el primer pontífice del hemisferio sur. Fue el papa que se atrevió a vivir como uno más, a rechazar los fastos del poder papal, a subirse al metro de Buenos Aires como arzobispo, a lavar los pies de presos, musulmanes y mujeres en Jueves Santo. Su elección en 2013 marcó un antes y un después, no solo en la historia del catolicismo, sino en la manera en la que el papado se conecta con la sociedad del siglo XXI.

Una juventud marcada por la enfermedad y el discernimiento

Bergoglio no tuvo una entrada inmediata al sacerdocio. Estudió primero química y trabajó en el sector alimentario. Sin embargo, a los 21 años una neumonía grave que obligó a extirparle parte de un pulmón le llevó a una larga convalecencia. Fue durante ese tiempo, en silencio y reflexión, cuando decidió dar un giro total a su vida. Entró al seminario y poco después al noviciado de la Compañía de Jesús. Su formación jesuita, rigurosa y con fuerte impronta intelectual y misionera, marcaría el estilo austero y comprometido que le acompañó toda su vida.

Durante años fue profesor de literatura, filosofía y teología. Pero su ascenso fue imparable: rector del Colegio Máximo, provincial de los jesuitas en Argentina durante la compleja etapa de la dictadura militar, y posteriormente obispo auxiliar de Buenos Aires. Ya en esos años destacaba por su sobriedad y cercanía, por vivir en un pequeño apartamento, cocinar su propia comida y moverse en transporte público. Su liderazgo silencioso durante la crisis económica argentina de principios de siglo le ganó el respeto popular y un perfil de pastor firme pero sin estridencias.

Vivió con humildad, desafió tradiciones centenarias, defendió a los más vulnerables y dejó una huella imborrable como líder espiritual en tiempos de crisis y transformación
Vivió con humildad, desafió tradiciones centenarias, defendió a los más vulnerables y dejó una huella imborrable como líder espiritual en tiempos de crisis y transformación. Foto: Wikimedia/Christian Pérez

El arzobispo que reconfiguró la capital argentina

En 1998 se convirtió en arzobispo de Buenos Aires, y allí comenzó a gestar un modelo de Iglesia urbana, comprometida con las periferias y alejada de los privilegios. Bajo su impulso, la arquidiócesis desarrolló un ambicioso programa de evangelización social y pastoral que llegaba a las villas miseria, a los enfermos, a los sin techo. Rechazó el clericalismo y llamó a los sacerdotes a “oler a oveja”. No fue un lema vacío: lo vivió en carne propia, recorriendo los rincones más difíciles de la capital argentina, organizando redes de solidaridad, fomentando el trabajo conjunto con los laicos.

Su perfil como obispo fue reconocido dentro y fuera del país. Aunque en el cónclave de 2005 fue el segundo más votado después de Joseph Ratzinger, Bergoglio volvió a Buenos Aires sin aspiraciones ni lamentos. Fue solo en 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, que el mundo miró de nuevo hacia él. Y esta vez, los cardenales reunidos en el cónclave lo eligieron como el 266.º papa de la historia.

Un papado de gestos transformadores

El 13 de marzo de 2013, el mundo oyó por primera vez el nombre de Francisco desde el balcón de la Basílica de San Pedro. Su saludo fue sencillo, casi tímido, pero cargado de significado. No usó los ornamentos papales tradicionales. No eligió el apartamento pontificio. Prefirió quedarse en la Casa Santa Marta, una residencia común dentro del Vaticano. Aquel gesto, aparentemente menor, fue solo el primero de muchos que transformarían la imagen del papado.

Su estilo fue directo, pastoral, humano. Llamaba por teléfono a personas anónimas que le escribían cartas. Reunía a refugiados, personas trans, expresidiarios y víctimas de abusos en el mismo altar. No temía el contacto con la realidad, y lo buscaba activamente. Pronto se convirtió en un referente global no solo para los católicos, sino para millones de personas que se sentían alejadas de la Iglesia.

Las grandes batallas del pontífice

Francisco asumió el liderazgo de una institución golpeada por las crisis: desde el escándalo mundial por los abusos sexuales hasta la pérdida de relevancia de la Iglesia en muchas regiones del mundo. No dudó en enfrentarse a los problemas con una mezcla de firmeza y misericordia. Ordenó auditorías financieras, reformó la Curia romana, impulsó leyes contra los encubrimientos de abusos y destituyó a obispos negligentes.

Pero quizás su herencia más notable fue su insistencia en hacer de la Iglesia una “casa para todos”. Francisco no cambió la doctrina, pero sí cambió el tono. Pidió acoger a los homosexuales con respeto, acompañar a los divorciados vueltos a casar, ampliar los espacios de decisión para las mujeres, y abrir caminos para que la Iglesia escuche, más que juzgue.

A lo largo de su papado, enfrentó una resistencia feroz de sectores conservadores, en particular en Estados Unidos y dentro de la propia Curia. Sin embargo, su liderazgo moral se impuso en la escena internacional, convirtiéndose en mediador en conflictos como el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos, la guerra en Siria, o el drama de los migrantes en el Mediterráneo.

Desde los barrios humildes de Buenos Aires hasta la cúpula del Vaticano, su vida fue un viaje de fe, compromiso social y reformas que marcaron una época
Desde los barrios humildes de Buenos Aires hasta la cúpula del Vaticano, su vida fue un viaje de fe, compromiso social y reformas que marcaron una época. Foto: Wikimedia/Christian Pérez

Ecología, justicia y reforma: un programa global

En 2015, su encíclica Laudato si’ marcó un hito histórico: por primera vez, un papa colocaba el cambio climático en el centro de la doctrina social de la Iglesia. El texto fue aplaudido no solo por católicos, sino por ecologistas y científicos de todo el mundo. Francisco vinculó el cuidado de la naturaleza con el respeto a los pobres, y propuso una “ecología integral” que articula justicia social, espiritualidad y sostenibilidad.

Le siguieron otras propuestas igual de audaces: la crítica al sistema económico global, su defensa del trabajo digno, su rechazo a la pena de muerte y a las armas nucleares, y su permanente insistencia en construir puentes entre culturas, religiones y pueblos.

Durante la pandemia de COVID-19, su imagen caminando solo por una Plaza de San Pedro vacía se convirtió en símbolo de esperanza global. En 2020, con la encíclica Fratelli tutti, hizo un llamado urgente a la fraternidad universal, al diálogo entre pueblos y a una política centrada en la dignidad humana.

Las sombras y los desafíos no resueltos

A pesar de sus reformas, Francisco no logró erradicar del todo el drama de los abusos dentro de la Iglesia. Aunque fue el primer papa en convocar una cumbre mundial sobre el tema y en levantar el secreto pontificio en estos casos, muchos críticos señalaron que los cambios estructurales fueron insuficientes y demasiado lentos. También se le reprochó su ambigüedad en algunos temas sensibles como el rol de la mujer en el ministerio ordenado o la aceptación de la diversidad sexual en la Iglesia.

Sus tensiones con sectores ultraconservadores fueron constantes. Incluso fue acusado en varias ocasiones de utilizar lenguaje homofóbico en privado, aunque públicamente defendiera el derecho de las parejas del mismo sexo a recibir bendiciones. Su pontificado osciló entre la apertura pastoral y los límites doctrinales, buscando siempre evitar una ruptura interna.

Una despedida inesperada y un legado imponente

El papa Francisco falleció hoy, 21 de abril de 2025, a los 88 años, tras complicaciones derivadas de una infección pulmonar. Su muerte sorprendió al mundo apenas horas después de haber participado en la bendición de Pascua. La noticia fue anunciada por el camarlengo, según el protocolo milenario que regula la muerte de un pontífice.

Se abre ahora un periodo de luto y reflexión, no solo dentro del Vaticano, sino en todo el planeta. Su legado ha sido enorme: más de una decena de viajes internacionales, reformas eclesiales, encuentros históricos con líderes del islam y del judaísmo, y una voz moral imprescindible en un mundo convulso.

Francisco será recordado como el papa de los gestos, el papa de la periferia, el que se atrevió a cambiar sin romper, el que bajó del trono y caminó entre la gente. Su entierro en Santa María la Mayor, la iglesia de su devoción mariana, será también un gesto más de esa humildad que caracterizó toda su vida.

A partir de hoy, la Iglesia vuelve a mirar hacia el futuro. Pero el eco de Francisco resonará por mucho tiempo.

Cortesía de Muy Interesante



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