“Lo que nos llama tanto la atención del true crime es que nos acerca al peligro sin que lo vivamos realmente”

Fuente de la imagen, Cortesía del autor

    • Autor, Paula Rosas
    • Título del autor, BBC News Mundo@Hay Festival Querétaro

Fernando Benavides (Ciudad de México, 1978) pasó su infancia acompañando a policías a recoger cadáveres, asistiendo a necropsias y escuchando declaraciones de homicidios.

Hijo de una familia de abogados y servidores púbicos, en lugar de con carritos, el niño Fernando jugaba al Consejo Tutelar de Menores, y a veces iba incluso más allá.

“Desde que tengo uso de razón, mis tíos y mi mamá me decían: “ahora ya vete con los policías a levantar el cadáver”, recuerda en entrevista con BBC News Mundo.

Una vez, cuando acompañó a unos agentes a una casa muy pobre junto a las vías del tren, las ratas ya se estaban comiendo el cuerpo.

Eran otros tiempos, reconoce.

La primera historia que realmente lo impactó y lo acabó acompañando toda su vida, la escuchó siendo adolescente: 5 miembros de una familia habían sido asesinados brutalmente en el municipio de Ecatepec. La hija mayor, Lorena, que había sido violada y degollada, tenía 13 años, como él.

La tragedia quedó grabada en algún lugar de su memoria y en 2019 la rescató para convertirla, de la mano de Spotify, en el podcast más escuchado de América Latina, “Fausto”, cuyas tres temporadas relatan sendos espeluznantes crímenes.

En su primera novela, “La vulnerabilidad del azar”, Benavides vuelve a sumergirse en las raíces del mal y en lo más oscuro de la condición humana, con la historia de una serie de asesinatos de mujeres cometidos en el Estado de México en 2005 por el “Loco de Chimalhuacán”.

BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Querétaro, que se celebra del 4 al 7 de septiembre.

Línea gris.

¿Qué tiene el true crime que nos atrae tanto?

Yo tengo la teoría, no tengo pruebas pero tampoco tengo dudas, de que lo que nos atrae tanto de este género es un sentimiento, una necesidad, de sobrevivir.

Lo que tiene el true crime es que te aporta información extrema que de otra manera no podrías conseguir. Y lo que engancha es que le puede ocurrir a la persona que está al lado, a tu vecino. O a ti.

Es un poco como cuando ves un accidente en automóvil. Por más que todos digamos “no quiero ver”, terminas viendo.

Y lo hacemos porque probablemente más adelante esté la piedra o la llanta que provocó el accidente.

Entonces te ponen un estado de alerta de “ah, ok, pues tengo que ir más despacio porque aquí hay pierdas”.

Portada del libro

Fuente de la imagen, Grupo Planeta

Creo que el true crime tiene eso, esa necesidad de saber qué pasó con esa persona que fue asesinada.

Te enteras de la verdad y a lo mejor sucedió porque el asesino entró por la ventana que dejó abierta la víctima y a partir de ese momento tú dices: “pues mejor voy a cerrar la ventana, porque a mí me puede pasar”.

A diferencia de la ficción o de personajes muy lejanos, el true crime es muy cercano. Es improbable que a mí me pase lo que le pasa al rey Carlos, pero sí me puede pasar lo que pasó en un entorno muy cercano.

Lo que nos llama tanto la atención es esa cercanía con el peligro sin vivirlo realmente.

Hay una línea muy fina entre el morbo y el intento de conocer para, como dices tú, protegerse e indagar en esa parte más oscura de la condición humana. ¿Dónde dirías que está ese límite?

Es difícil que digas “soy muy morboso y me encanta eso”. Pero si ya lo consumes, dices, bueno, tengo interés…

Pero es algo que todos tenemos. De alguna manera, todos queremos saber qué le pasó a la Dalia Negra (la mujer brutalmente asesinada en Los Ángeles en 1947, cuyo caso tuvo una difusión considerable). Y queremos saber cuál es la historia detrás de ese gran crimen.

En las novelas negras está este principio de que tienen que comenzar con un gran asesinato; entonces, quieres saber qué hay detrás. Y ese es un gancho más poderoso que el “vivieron felices para siempre”.

Eso me encanta del true crime, que siempre empiezas por un trágico final y de ahí quieres saber cómo llegamos hasta allá.

Eso me parece que es muy padre.

Leer tu libro, en el que todos esos crímenes tan crueles son reales, parece confirmar aquello de que la realidad y, con ella el true crime, supera a la ficción.

Yo creo que siempre es así, que la realidad siempre supera la ficción. Y que eso es espantoso.

Existe, además, un factor humano, tremendamente sensible, que implica a las víctimas.

Por ejemplo, en la primera temporada de “Fausto”, la relación que se crea con la familia, pues llega a arrastrarte un poquito, a desmoronarte cuando sabes qué es lo que les va a pasar.

Yo quería escribir una novela negra en este momento, pues hay muchos casos ahí afuera que merecen ser contados y que, sobre todo, merecen visibilizar a las víctimas.

Foto del autor Fernando Benavides con una cita que dice que

¿Qué nos dicen todos estos asesinatos sobre por qué una persona llega a cruzar esa terrible línea?

José Saramago decía una frase que me encanta: “nosotros, como sociedad, somos un completo fracaso”.

Yo creo que en parte sí somos estos seres que, en nuestra evolución, destruimos.

Los asesinatos no necesariamente tienen un motivo.

La gran mayoría ocurre porque se da la oportunidad o porque las circunstancias los llevaron ahí, pero son circunstancias inmediatas y no necesariamente de venganza; son un cúmulo de pequeñas y rápidas acciones que desembocan en la tragedia.

Durante muchos años lo viví en carne propia por cuestiones familiares.

Mi familia pertenece a servidores públicos, y por eso estoy muy acostumbrado a los asesinatos, o tengo un acceso un poquito más directo, frío y crudo con las actas.

En ese momento parte de la normalidad era dejar que los niños experimentaran cosas muy fuertes. Probablemente hoy sería más complicado que dejaran a un niño de 10 años ver cómo hacen una necropsia o escuchar declaraciones de homicidios.

Pero creo que en ese entonces, y para mi fortuna después, viví esas experiencias. Y ahí, al ir a recoger los cadáveres, veía las pequeñas historias que ocurren alrededor y cómo vive cada persona las tragedias.

Y también te das cuenta del contexto social, que eso es súper importante. Entiendes mucho ese tipo de precariedad o la psicología de la sociedad.

Hay personas que no tienen para comprar frijoles, pero sí tienen para una pistola y unas balas. Lo que se abre a partir de ahí es complejo. Y las microhistorias en que desembocan también me parecen muy interesantes.

Me da la sensación también leyendo el libro y escuchando el podcast de que intentamos buscarle una explicación al mal, que quizá nos hace sentir más seguros pensar que ese horror no puede ocurrir porque sí, sino por algún motivo ya que, si no, sería el caos y nada tendría sentido.

Sí, hay una necesidad de entenderlo, y en eso proceso corremos el riesgo de romantizarlo, que es algo de lo que nos debemos alejar.

Incluso cuando hablamos de crímenes accidentales debemos tener muy claro que el criminal es eso, un criminal, y de alguna u otra manera, terminó con una vida, y eso merece un tratamiento de cárcel.

Quizá es también un poco la vergüenza propia de pertenecer a una especie que, junto con los chimpancés, es la única que comete homicidio. Y eso no es algo tan padre.

Creo que necesitamos, como bien dices, pensar “fue por esto”, que no es nada más que seamos malos. Pero sí hay una semilla ahí que tenemos.

Portada del podcast de Spotify Fausto, cuyo nombre está escrito con grandes letras rojas y puede verse el rostro del actor Damián Alcázar, narrador del pódcast. Alcázar mira serio a la cámara, con el ceño fruncido y tiene bigote y perilla.

Fuente de la imagen, Spotify

Existe un debate moral y literario en torno al true crime sobre si, al contar la perspectiva del criminal, de alguna forma se le está dando un altavoz para que exponga sus razones, además de darle una celebridad. ¿Qué opinas tú de ese debate?

Aquí me parece que dependerá de cada autor.

Yo en lo particular tiendo a no tratar de hablar tanto del criminal. Hay que explicarlo, pero creo que vale más la pena hablar de esas víctimas, de lo que eran, a dónde iban en ese momento, qué fue lo que les pasó.

No sé si enfocar el interés por la vida del asesino valga tanto la pena en una época en donde tenemos tanta información, porque es muy difícil no romantizar ese punto.

Una de las cosas que llama la atención tanto en el libro como en podcast es que los policías no son solo uniformes, sino personas de carne y hueso que sufren al descubrir los cuerpos, que se obsesionan con encontrar al asesino.

Sí, algo que busco mucho es contar la investigación, poner el foco en el agente judicial, en cómo descubrió, cómo resolvió el caso, y trato de tener ese enfoque para no lastimar a la gente que está alrededor, para minimizar el daño colateral que sabes que provocas cuando revives el dolor de los familiares al escribir cualquier cosa que no sea ficción.

Fíjate, en América Latina, en México, está muy mal visto el policía, como alguien muy corrupto, un ser oscuro.

He tenido la oportunidad de platicar con muchos y aunque algunos, por supuesto, son corruptos, son los menos, pero son más famosos. Sin embargo, la mayoría son buenas personas con pocos recursos por parte del Estado.

Cuando presenté la novela en la Feria del Libro de Guadalajara lo hice con (la autora de novela negra española) Dolores Redondo.

En la plática, ella contaba que en su novela la policía científica usaba tales herramientas para, por ejemplo, ver el ADN, y yo les decía: “qué curioso, tú hablas de los recursos que tienen y yo hablo de los recursos que no tenemos, y de la precariedad en la que vive el policía en América Latina”.

Muchos policías consideran que tienen las de perder, porque arriesgan su vida, no les dan balas suficientes, les pagan mal, no los mandan a hospitales buenos si les pasa algo y, en la calle, gente de todo tipo les tacha de ladrones, cobardes, asesinos…

Varias personas vestidas de blanco en una manifestación en México por la paz. Una mujer lleva una pancarta en la que puede leerse:

Fuente de la imagen, JESUS GUERRERO/AFP via Getty Images

Pero con la precariedad conviven sentimientos.

Para “La vulnerabilidad del azar” entrevisté a varios agentes judiciales y uno de ellos era Moreira (uno de los protagonistas).

Él me contó uno de los casos más tremendos que había tenido, una vez que fueron a recoger el cadáver de una señora a la que habían asesinado y en la parte de arriba de la casa había dos niños que habían degollado y estaban vestidos con uniforme escolar.

Y cuando me lo contaba, se puso a llorar, y me decía, “eran niños, eran niños”, y a mí me impresionó mucho cómo un hombre tan fuerte, tan grande y tan curtido se rompía en medio del relato.

Lo que no se sabe es que los judiciales también se rompen y, como cualquiera, tienen problemas con su familia, o de dinero u otra cosa, es la vida. Tratar de humanizarlos es algo que les debemos.

En América Latina están 40 de las 50 ciudades con más asesinatos de todo el mundo, y la tasa de homicidios es tres veces superior al promedio mundial. ¿Por qué la gente quiere, además, escuchar o leer true crime?

Un directivo de Spotify me decía precisamente eso, que no entendía por qué los mexicanos, teniendo esta enorme tasa de homicidios, lo que más consumen es crimen y cosas de terror.

Yo no tengo una respuesta muy clara, pero por supuesto que es algo que se vende.

La novela negra, la novela policíaca, es un género que nunca ha dejado de crecer. Siempre ha existido ese morbo y es algo que ha seguido creciendo.

Antes estaba la Dalia Negra y Truman Capote con “A sangre fría”, pero ahora hay muchos más referentes.

Línea gris.

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Cortesía de BBC Noticias



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