Lo que vende y lo que se calla: Baldessari dialoga con The Studio

The Studio (Apple TV+, 2025) es una sátira sobre el funcionamiento interno de un estudio de Hollywood. Creada por Seth Rogen, Evan Goldberg, Peter Huyck y Alex Gregory, cuenta con un elenco encabezado por Seth Rogen (Matt Remick), Catherine O’Hara (Patty Leigh), Kathryn Hahn (Maya) e Ike Barinholtz (Sal Saperstein).

Uno de sus sellos que más me llaman la atención son los cameos de figuras de la industria y celebridades de distintos ámbitos, entre ellas: Martin Scorsese, Charlize Theron, Zac Efron, Olivia Wilde, Zoë Kravitz, Ice Cube, Ron Howard, Dave Franco, Anthony Mackie, Quinta Brunson, Aaron Sorkin, Paul Dano, Steve Buscemi, Ramy Youssef y Ted Sarandos, etc….quienes interpretan versiones de sí mismos y refuerzan el tono irónico y autorreferencial.

En su primera temporada arrasó en los Premios Emmy 2025, ganando 13 galardones, incluido Mejor Serie de Comedia, y convirtiéndose en la comedia debut más premiada en la historia de la TV.

En la serie The Studio, todo parece un juego de sátira sobre la industria cultural, pero en el fondo hay un retrato agudo de lo que significa crear en un mundo donde la libertad de expresión nunca es absoluta.

Los personajes intentan levantar proyectos cinematográficos que pronto se ven atrapados en negociaciones con marcas, presiones de productores y el fantasma de la “corrección política”. Lo que se presenta como una comedia absurda es, en realidad, un espejo de nuestros tiempos.

La libertad de expresión suele evocarse como un derecho intocable, pero The Studio muestra lo contrario: su fragilidad.

No hace falta un censor oficial para limitar la voz de un artista; basta un inversionista que pide suavizar el guion, una marca que exige modificaciones para proteger su imagen, o un público que responde con cancelaciones. Así, la censura se disfraza de sugerencia, de estrategia de mercado o de simple conveniencia.

El dilema central que plantea la serie es profundamente contemporáneo: ¿somos realmente libres de decir lo que pensamos cuando cada palabra debe medirse frente a algoritmos, contratos publicitarios o la opinión pública?

La sátira de The Studio funciona como recordatorio de que la creación artística —y, por extensión, la expresión ciudadana— siempre está en tensión entre lo que se quiere decir y lo que conviene decir.

La verdadera libertad de expresión no debería depender de la aceptación del mercado ni de la tolerancia de una mayoría momentánea. Como lo sugiere la serie, expresarse con autenticidad sigue siendo un riesgo. Y quizás ahí radique su valor: en atreverse a incomodar, aún cuando el precio sea enfrentar la incomodidad de los otros.

En cuanto a mi propia libertad de expresión, me permito asumir que el nombre del protagonista, Matt, es un guiño de Seth Rogen a su mejor amigo Matthew Bass. Matthew fue gran amigo mío con quien compartí grandes momentos en la universidad y por quien me enamoré de los Snapple Ice tea…hoy, Matt dirige junto con Rogen la fundación Hilarity for Charity, una organización dedicada a apoyar a familias afectadas por el Alzheimer a través de programas de cuidado, investigación y sensibilización y quienes tuvieron una activación en México en 2014 y con quienes también contribuí. Una causa que, más allá de la risa, nos recuerda que la verdadera libertad de expresión también implica usar la voz para generar conciencia y empatía. Hilarity for Charity se convirtió en una película en 2018, dirigida por Ryan Polito y escrita por Seth Rogen, Sean O’Connor, Matthew Bass, entre otros. El especial combina comedia —monólogos, sketches y números musicales— con el propósito de crear conciencia sobre el Alzheimer.

“Tips for Artists Who Want to Sell” de John Baldessari (1931–2020)

Foto: Especial

Este acrílico sobre lienzo de unos 173.4 x 143.5 cm de creso entre 1966–1968, pertenece a la colección de The Broad Art Foundation, Santa Monica.

Esta obra presenta una lista de consejos irónicos dirigidos a artistas que desean vender su trabajo, como:

“Por lo general, las pinturas con colores claros se venden más rápido que las pinturas con colores oscuros”. “Los temas que se venden bien: Madonna con el Niño, paisajes, cuadros de flores, naturalezas muertas (libres de elementos mórbidos como pájaros muertos, etc.), desnudos, marinas, abstractos y surrealismo” y “El tema es importante: se dice que las pinturas con vacas y gallinas acumulan polvo, mientras que las mismas pinturas con toros y gallos se venden”.

Baldessari no ejecutó directamente la pintura; en su lugar, encargó a pintores de letreros que reprodujeran el texto, desafiando las nociones tradicionales de autoría y producción artística.

La obra ha sido exhibida en el museo The Broad en Los Ángeles, California; aunque no se dispone de información específica sobre subastas recientes de esta pieza en particular, Baldessari es reconocido por su trabajo conceptual y ha tenido éxito en el mercado del arte.

John Baldessari nació en 1931, National City, California, EE. UU. y murió en 2020. Estudió en la Universidad Estatal de San Diego y obtuvo su maestría en la Universidad de California, Berkeley. Baldessari fue un pionero del arte conceptual en Estados Unidos.

Su obra combina fotografía, pintura y texto para explorar las relaciones entre imagen y significado. Conocido por inyectar ironía y ligereza a un movimiento conceptual a menudo considerado impenetrable, Baldessari supo burlarse de las reglas sin dejar de tomarse en serio su rol de artista.

Como decía: “Solo sal y mira arte, no importa si no te gusta, algo terminará por resonar en ti”. Sus contemporáneos recuerdan también su físico imponente —medía 2.01 metros, lo que le valió el mote de “el artista serio más alto del mundo”— y su generosidad como maestro en CalArts.

Siguió trabajando de manera prolífica incluso en la vejez: tras la retrospectiva que le dedicó Tate Modern en 2009, presentó una nueva serie en el Garage Museum of Contemporary Art de Moscú en 2013. En 2015, recibió la National Medal of Arts de manos del presidente Barack Obama, consolidando su lugar en el canon del arte contemporáneo.

Reflexión final

Tanto The Studio como Tips for Artists Who Want to Sell nos recuerdan que el arte nunca es ajeno al mercado ni a las presiones externas. Baldessari, con ironía conceptual, evidenció cómo ciertos temas, colores o formatos se “venden mejor” que otros, desmontando la idea romántica del artista libre de condicionamientos. Décadas después, la sátira televisiva de Seth Rogen y compañía pone en escena esa misma tensión, pero trasladada al corazón de Hollywood: guiones que se suavizan para complacer inversionistas, personajes ajustados para no ofender sensibilidades, proyectos moldeados según la marca que los financia.

En ambos casos, la pregunta de fondo es la misma: ¿qué queda de la libertad de expresión cuando lo que se dice —o se pinta— depende de lo que vende?

Lo fascinante es que, al señalar esas limitaciones, tanto Baldessari como The Studio logran justamente lo contrario: expanden el espacio de la crítica, abren grietas en el sistema y nos invitan a reírnos, incomodarnos y pensar.

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Cortesía de El Economista



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