
El presidente, Andrés Manuel López Obrador, al llegar a la presidencia, en 2018, generó una gran esperanza, pero dejó el gobierno al borde del abismo, asegura Manuel López San Martín.
Al platicar sobre el contenido de su libro “Año siete. El Legado: la catástrofe”, editado por Aguilar y que circula ya por librerías del país, plantea que la administración del político tabasqueño quedó marcada por la destrucción de las instituciones democráticas de la república.
Además, ―asegura―, dejó en la presidencia a Claudia Sheinbaum, absolutamente cercada con personajes claves colocados en áreas neurálgicas.
Para el periodista y politólogo, la presidenta está en una disyuntiva según la cual puede transitar su sexenio bajo presiones y fuego interno o construir un andar propio.
¿Qué pasó con las expectativas creadas en 2018 a la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República?
Me parece que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador llegó con una enorme carga de esperanza y terminó por conducir al país a una situación muy peligrosa, con muchos riesgos, con muchos frentes abiertos, al borde del abismo, en distintos terrenos.
Podríamos hablar de seguridad, salud, ni se diga el tema económico, pues la economía está sobre alfileres o la relación con Estados Unidos.
El sexenio de López Obrador significó un parteaguas en la vida pública, pero para mal. Es un sexenio que queda marcado por la destrucción de las instituciones democráticas de la república.
¿Cuál es su legado?
Es catastrófico, cargado de corrupción e irresponsabilidad.
Decisiones simplonas a problemas complejos; salidas facilonas con frases pegajosas.
Es un personaje que gobernó con el ego, para él, para lo que la historia iba a contar de él y que tomó decisiones, en el menor de los casos, irresponsables, absurdas e insostenibles.
¿Por qué dice que en el caso de AMLO se adelantó el año siete de su administración?
Para mí, el año 7 del gobierno de López Obrador comienza con la captura de Ismael El Mayo Zambada, meses antes de que formalmente concluyera su administración, porque a partir de ese día, el presidente perdió el control de la narrativa, perdió el control de la agenda pública.
La conferencia de prensa matutina del día siguiente fue la más desafortunada de cuantas le hayamos visto, porque apareció enojado, encolerizado, pidiendo respuestas a Estados Unidos, respuestas que nunca llegaron. Atacó, se enojó, lo vimos descolocado en esa mañanera.
López Obrador, quien se va, indudablemente, entre aplausos por los suyos, muy querido, pierde terreno al cierre, no puede terminar su sexenio con broche de oro y queda marcado su legado, queda, al menos, sucio por estos señalamientos de vínculos, cercanías o en el menor de los casos omisiones respecto del crimen organizado.
¿Cómo trató el presidente López Obrador en esta última etapa de su gobierno a la candidata Claudia Sheinbaum?
A Claudia Sheinbaum, López Obrador la deja rodeada, absolutamente cercada con sus decisiones y con personajes claves colocados en áreas neurálgicas.
Él colocó a los coordinadores parlamentarios, a la dirección de Morena, ocupó posiciones muy relevantes, estratégicas como el SAT, la Unidad de Inteligencia Financiera. Él marca la ruta de línea, el camino a seguir; la acota en sus decisiones.
Dedica usted páginas para hablar sobre la herencia de López Obrador. ¿Qué tan valiosa es la herencia política del expresidente para el funcionamiento de esto que llaman el segundo piso de la cuarta transformación?
Hay una disputa por ese legado, por el testamento, ¿quién va a ser los ojos?, ¿quién va a ser los oídos, la boca de López Obrador?
Y ahí están varios en la disputa. En primer lugar, Andrés Manuel López Beltrán, que considera que, por el apellido, tiene derecho de antigüedad y puede asumir las riendas del movimiento.
Pero, indudablemente dentro de Morena hay muchas otras personas que disputan esa custodia, ese legado, y que se consideran lo suficientemente puros como para resguardarlo.
Están varios de los duros que no necesariamente simpatizan con la manera en la que la presidenta Sheinbaum ha tomado algunas decisiones y tratan de que no se salga del redil.
Por el otro, están quienes piensan que, en efecto, López Obrador es un activo en términos políticos, pero es una carga, en términos de responsabilidad y de las decisiones tomadas y tratan de marcar una ruta diferente, comenzando por la propia presidenta.
Eso no lo reconoce ni lo dirá seguramente porque no es redituable en términos políticos, no lo dirá de manera pública, pero en sus acciones sí lo define.
Planteas que la presidenta está en una disyuntiva según la cual puede transitar su sexenio bajo presiones y fuego interno o construir un andar propio. ¿Qué es lo más probable que pueda ocurrir?
En el corto plazo veremos que se mantienen, unidos, cohesionados, sobre todo en términos de forma, porque les conviene, en términos políticos y sobre todo electorales.
Pero, conforme se aproxime 2027 (las elecciones intermedias), veremos cada vez más una disputa feroz al interior de la 4T.
La disputa es no por la ideología, no por la consistencia, ni la congruencia; es por los cargos. La disputa vendrá por las candidaturas.
Más de medio país va a renovar gubernaturas en 2027; se elegirá el Congreso de la Unión. En ese sentido, me parece que lo que veremos, es un movimiento que comenzará a implosionar, es decir, vendrán fracturas internas lo suficientemente fuertes como para romper el movimiento desde adentro.
¿La presidenta tiene con quién operar?, ¿la presidenta está construyendo con quién operar?
La presidenta llegó con un equipo muy pequeño, mucho más técnico que político.
El equipo político realmente es heredado, buena parte por el lopezobradorismo y otro con vida propia.
Adán Augusto López, Ricardo Monreal, no operan para la presidenta; tienen vida y ambiciones propias.
La presidenta está tratando de hacerse de aliados políticos.
Hoy no queda claro quién manda en Morena, quién manda en la 4T y quién opera para la presidenta Sheinbaum.
¿El diseño institucional que tiene hoy el país, permite una sombra como la que representa el expresidente López Obrador o hace necesario desechar esa sombra?
Yo creo que López Obrador de manera, bastante perversa, diseñó un modelo en el que él se convertía en un actor necesario, aun estando en la ausencia, porque la 4T debe regresar a él, tanto en el discurso como en las decisiones y en el ADN que le construye de manera recurrente.
Es decir, cuando vemos la destrucción, el desmantelamiento del poder judicial, la pieza angular de la misma es López Obrador. Claudia Sheinbaum no pudo contener la ola porque López Obrador se decidió a destruir al Poder Judicial.
Me parece que López Obrador es un mal necesario para la 4T y de ahí la importancia de la presidenta Sheinbaum en comenzar cuanto antes, a trazar su propia autonomía, independencia y hacerse de sus operadores.
Te puede interesar
Cortesía de El Economista
Dejanos un comentario: